Relató también que su hijo adolescente salió a pedir respeto, lo que habría desatado un primer cruce violento. “Querían pegarle, por suerte lo pudimos meter rápido a la casa”, dijo la mujer, visiblemente angustiada. Aseguró que los ataques se repitieron casi a diario, y que su hija, la cadete, llegó a hacer una exposición policial tras una noche en la que los vecinos merodeaban hasta la madrugada.
El episodio más grave, según su relato, ocurrió el viernes pasado, cuando un grupo de personas habría agredido a la familia físicamente, dejando a varios integrantes lesionados. “Estamos destruidos. No quiero que esto quede así”, declaró entre lágrimas. Más tarde, sin embargo, Marcela decidió no hacer más declaraciones públicas.
Hasta ahí, una versión que despertó preocupación pública e incluso motivó declaraciones del ministro de Seguridad provincial, Juan Pablo Quinteros. “Hay barrios donde el personal policial entra y los vecinos ya tienen tachos con piedras preparados. Incluso se ha visto cómo defienden a los delincuentes”, alertó el funcionario.
Pero con el correr de las horas, la historia dio un giro. Otros vecinos del mismo barrio decidieron romper el silencio y ofrecer una versión muy distinta de los hechos.
Según relataron, fue la familia de la cadete, y no al revés, la que generó el conflicto desde un principio. “Todo empezó porque el hermano de la cadete provocó a unos chicos que estaban en la plaza. Los invitó a pelear directamente”, contó una mujer que vive a pocos metros del lugar.
La hermana de uno de los jóvenes que fue increpado por el adolescente declaró que trató de evitar el enfrentamiento. “Mi hermano le dijo a la madre de la cadete que se metieran adentro, que no quería problemas”, relató. Pero según esta versión, fue entonces cuando el padre de la cadete intervino violentamente. “Salió con un látigo y le dio a uno de los chicos hasta dejarlo sin aire, tirado en el piso. Cuando un amigo se acercó para ayudarlo, también lo golpearon”, denunciaron.
Los vecinos negaron haber atacado con piedras la casa de la familia, aunque admitieron que tras el hecho se congregó una importante cantidad de personas en el lugar. “Fue una reacción espontánea de repudio por todo lo que venimos aguantando. Nadie organizó nada, pero sí hubo bronca”, reconocieron. También desmintieron haber puesto música a alto volumen, como se habría sugerido en las primeras versiones.
Además, varios testimonios coincidieron en un punto delicado: acusaron a la cadete de tomar actitudes autoritarias, pese a no tener aún funciones oficiales. “Nos falta el respeto, se cree con poder. Nos grita, nos insulta como si ya fuera policía. Y todavía está estudiando”, reclamó una vecina.
Detrás del conflicto también hay una historia previa: la plaza frente a la casa de la cadete, usada habitualmente por chicos del barrio, se habría convertido en motivo de disputa. La familia de la joven no estaría de acuerdo con la presencia de adolescentes allí durante las tardes y noches.
El caso ahora está siendo investigado por la fiscalía a cargo del Dr. Raúl Garzón, ya que ambas partes presentaron denuncias formales por agresiones y amenazas. La fiscalía deberá esclarecer si hubo abuso por parte de la familia de la cadete, o si, como denunció Marcela, se trata de una persecución motivada por la pertenencia a la fuerza policial.
La situación es, además, paradójica y simbólica. Durante años, tener como vecino a un integrante de la Policía era motivo de respeto, e incluso de alivio en algunos sectores vulnerables. Hoy, sin embargo, en este barrio de Córdoba, esa misma condición parece haberse vuelto un estigma.
Mientras tanto, el barrio sigue dividido. Algunos habitantes evitan hablar del tema, otros lo discuten abiertamente en las veredas y redes sociales. Lo cierto es que el miedo, la violencia y la desconfianza se instalaron en la vida cotidiana de todos. Y aunque todavía no hay detenidos ni imputaciones, el clima es tenso y el desenlace incierto.