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La arbitrariedad genera distorsiones y sospechas

Hay decenas de economías regionales que piden igual trato para el tipo de cambio dispuesto por el Dólar Soja 3. Sin embargo, sólo algunas cuentan con ese beneficio. Una decisión que suma dificultades a algunas actividades y alivios a otras

El comercio exterior argentino atraviesa hoy un escenario de crecientes distorsiones y arbitrariedades que se vinculan fuertemente con las restricciones cambiarias y el principal generador de divisas del país: la agroindustria, que a la hora de comercializar sus productos al mundo debe sortear cupos, retenciones y hasta cepos.

Pero no es el único, ya que para importar, muchas fábricas padecen las dificultades para la aprobación de las SIRAs (Sistema de Importaciones de la República Argentina), que valieron numerosas quejas desde distintas entidades empresarias a nivel nacional y provincial.

Esa tensión por la escasez de divisas provocó que el Gobierno avance en un intrincado laberinto del que es cada vez más complejo salir. Pero al mismo tiempo, es cada vez más dificultoso transitar. Y allí florecen las distorsiones y los reclamos por arbitrariedades. Y allí se inscribe el flamante Dólar Agro que incluye el Dólar Soja 3.

La semana pasada, en este diario, el ministro de Agricultura y Ganadería, Sergio Busso, planteó su queja haciendo foco en las arbitrariedades evidentes del nuevo programa: “¿Por qué el vino sí es incluido y la lechería no?”, se preguntó el funcionario. La pregunta apuntó al corazón del anuncio que la semana pasada lanzó el ministro de Economía de la Nación, Sergio Massa, rodeado de distintas cámaras empresarias de economías regionales. No hubo productores ni representantes de productores en la foto.

Pero retomando el cuestionamiento de Busso, la respuesta es obvia: capacidad de lobby de un sector por sobre otro debido a que no hay argumentos sólidos que expliquen la diferenciación entre una economía regional y otra. Porque sin dudas que la lechería es una economía regional: el 70% de la leche del país la producen Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Si se suma Buenos Aires, concentran más del 90% del total. Está radicada, además, en cuencas bien delimitadas, entre la cuales la más importante del país y de Sudamérica es el triángulo que conforman Villa María, San Francisco y Rafaela.

En Córdoba hay una creciente preocupación por esa actividad debido a que ya sufrió las consecuencias del dólar soja en sus dos primeras ediciones cuando le encareció fuerte el costo de alimento a los rodeos y los alquileres (más de la mitad de los tambos están sobre campos arrendados) mientras las compensaciones anunciadas por Massa el 6 de enero, Día de Reyes, desde Villa María, llegaron tarde y mal. El denominado Impulso Tambero iba a repartir en los sucesivos meses cuatro cuotas con recursos para los establecimientos que producían hasta 5 mil litros de leche. Comenzando ya la segunda decena de abril, sólo se pagó una.

Ya de por sí los tambos venían con severas dificultades vinculadas a la situación climática que recortó la capacidad de producción de pasturas y obligó a muchos productores a tener que comprar ese alimento. Cuando se enfrentaron a esa necesidad, vieron que los precios habían crecido fuerte por el efecto del dólar soja.

La tercera edición del tipo de cambio diferencial a $300 trae un agravante más: durará por 50 días y no por 30 como los anteriores. Por eso, muchos productores y entidades del campo advirtieron que hay muchos tambos en el límite del abismo y el Dólar Soja 3 los está empujando. El gobierno de Córdoba cree que puede empezar un efecto dominó, especialmente entre los más pequeños, que tienen menos capacidad de sostenerse. Y aseguran que las usinas vienen informando el cierre de algunos tambos en los últimos meses y que tienen cada vez menos oferta de materia prima para procesar. El temor surge porque naturalmente eso implicaría menos producción, y de ahí a tener daño en el empleo hay poco espacio.

Tiene otra particularidad esta crisis lechera: el cierre de un tambo no implica que esas vacas irán a otro a producir y por lo tanto el resultado sobre el volumen producido es nulo. Esta vez, el que cierra no encuentra dónde vender las vacas porque el costo hoy de mantenimiento, en un momento además de baja producción estacional, lleva a una estrategia defensiva más que de crecimiento. Sumado a que el precio de la leche muestra retraso con respecto a la inflación y entonces la ecuación no cierra. El camino para esas vacas es la faena. Lo que advierten en la dirigencia ruralista es que el responsable de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, Juan José Bahillo, proviene de Entre Ríos, una de las grandes productoras y además fue parte de la actividad lechera como ganadero, y hasta que asumió en la Nación fue ministro de la Producción bajo el gobierno de Gustavo Bordet.

“El problema es que estamos en un escenario del sálvese quien pueda, en donde alguien desde un escritorio define si esta actividad va a tener o no un tipo de cambio diferencial. Y en esa decisión salva o condena a alguien. No se puede producir así; no puede ser que un funcionario decida quién sobrevive y quién no. Estamos en un momento muy complejo para la producción en general”, se quejó un dirigente lechero.

Lo concreto es que claramente hay beneficiados de este nuevo tipo de cambio que se pone en marcha hoy para la soja y que luego anexará algunas economías regionales, entre las que estará el maní, la yerba y el vino. Sin embargo, hay otros que tendrán un nuevo escollo en su actividad, como los tambos, feedlots, granjas de cerdos y hasta avícolas.