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"Dame todo o te mato": Luis echó a sillazos a dos ladrones armados en una estación de servicio

El dueño de una estación de servicio en Córdoba enfrentó a dos delincuentes encapuchados que intentaron robarle a punta de pistola. Sin pensarlo, les arrojó tazas y sillas hasta obligarlos a huir del local

La escena parece sacada de una película de acción, pero ocurrió en la vida real, en una noche de lunes que parecía solo romper su tranquilidad por el viento que comenzaba a soplar cada vez más fuerte a esa hora. Cerca del aeropuerto Ingeniero Taravella, sobre la avenida La Voz del Interior al 7660, Luis, propietario de una estación de servicio y su local anexo, vivió segundos que podrían haber sido trágicos. Sin embargo, su reacción inesperada convirtió un intento de robo a mano armada en una huida caótica de dos ladrones que no esperaban toparse con un comerciante decidido a defenderse a sillazos.

Todo ocurrió cerca de las 23. Luis estaba cerrando el local junto a dos empleadas cuando dos sujetos encapuchados ingresaron al negocio. “Parecían chicos de edad media por la contextura física”, relató en diálogo con Puntal. Uno de ellos empuñaba un arma. El otro no, pero su sola presencia bastó para instalar el pánico. “El que tenía el arma venía decidido, como que venía por todo, sin miedo a nada”, recordó Luis.

Según su testimonio, uno de los asaltantes lo amenazó con una frase que aún retumba en su cabeza: “Dame la plata, dame el teléfono o te mato”. La reacción de Luis fue automática, visceral. “No sé qué me pasó en ese momento, como que me agarró un ataque de euforia”, confesó. Sin pensarlo, comenzó a lanzar tazas y objetos contundentes desde el mostrador. Luego tomó una silla, se cubrió el rostro y la arrojó con fuerza. Después otra, hasta que logró lo impensado: hacer retroceder a los delincuentes.

Las imágenes del hecho, captadas por las cámaras de seguridad del local, muestran el momento exacto en que Luis sale de detrás del mostrador y enfrenta a los ladrones con todo lo que tiene a mano. “Los vi cómo se escapaban, cruzaron la ruta. Justo enfrente hay un descampado con unas canchas. Por ahí se perdieron”, explicó. Minutos después, llegó la policía. Tomaron nota del episodio y prometieron abrir una investigación.

Luis no es nuevo en este juego peligroso que combina trabajo con supervivencia. Lleva 25 años en el rubro y asegura que lamentablemente es algo que ocurre con frecuencia en la zona. “No es la primera vez que nos roban. Sí es la primera que me apuntan tan directamente a la cabeza”, remarcó. Explicó que, junto a otros comerciantes de la zona, comparten un grupo de WhatsApp llamado “Seguridad Aeropuerto”, donde se alertan mutuamente sobre robos y situaciones sospechosas.

“Acá entraron varias veces de noche. A los clientes que paran enfrente les han robado mochilas, valijas, sobretodo a los viajeros que van yendo al aeropuerto… Esto pasa seguido. Somos el último edificio sobre la avenida, después es todo descampado. Es una salida perfecta para los que delinquen. Corren y desaparecen”, señaló.

Para Luis, los ladrones sabían lo que hacían. “Entraron con el rostro cubierto, con bufandas, como si supieran que había cámaras. Capaz eran conocidos del lugar”, arriesgó. También propuso soluciones: “Un domo, una cámara en la avenida… Capaz con eso se apacigüe un poco. Porque una guardia acá es imposible por la extensión de la zona”.

Cuando se le pregunta por qué reaccionó así, Luis no tiene una respuesta clara. “Vi a mi compañera Carolina en el piso, tapándose la cara con un trapo de piso como en un ataque de pánico. Quizás eso me dio fuerzas. La vi tan mal… Toda la impotencia junta”, dice. Pero no oculta que el miedo llegó después, ya con la adrenalina baja. “Hoy a la mañana sí me dio miedo. Pensé en mi familia, en mis hijas. Temor por lo que podría haber pasado”.

Luis reconoce que su reacción no fue racional. “Siempre les digo a mis empleados que si los asaltan entreguen todo, que nada vale tanto. Pero yo hice todo lo contrario. Será la impotencia, el enojo, no sé… En 25 años nunca imaginé que reaccionaría así”, reflexionó.

Al ver las imágenes del hecho, siente asombro por su propia valentía. “Cuando lo veo me admiro. Actué rápido, sin temor. Los corro por atrás cuando ya se habían ido, lo que es una locura”, dice, aunque asegura que no lo haría de nuevo. “No, no lo creo. Mis hijas me reclamaron. Me dijeron: ‘Si te pasa algo así, nos morimos’. Toda mi familia, mis amigos me dijeron que fue una locura”.

Luis reconoce que, a pesar del riesgo, se siente fortalecido. “Hoy me siento un poco más fuerte. Porque tampoco hay que ser débil frente a los delincuentes. No hay que entregarles todo. Pero no, no volvería a actuar igual. Tengo seguro, lo único que no está asegurado es el efectivo. Y tengo a mi familia, que es lo más importante”.

Mientras la policía investiga el caso, Luis vuelve a abrir su negocio como cada día. Cuenta que apenas durmió dos horas y así todo, vuelve a trabajar, con una mezcla de orgullo, temor y una bronca contenida que lo empujó a enfrentarse al peligro sin medir las consecuencias.

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