“Ese día muchos riocuartenses se hicieron peronistas”, recuerda en diálogo con Puntal Eduardo “Lalo” Mugnaini, hijo del fallecido exintendente justicialista Humberto Julio Mugnaini y dirigente histórico del PJde Río Cuarto.
El 21 de febrero de 1948 una multitud se concentró frente a la iglesia Catedral para ser testigo de una visita histórica para la ciudad: la de Evita y Juan Perón.
Perón ya era presidente y se avecinaban las elecciones legislativas, clave para su gobierno.
En ese contexto, procedente de Buenos Aires, el general fue a la ciudad de San Francisco a inaugurar una importante obra pública. Enterada de ese viaje, la CGT local lo invitó a desembarcar en Río Cuarto. Y así fue.
Manejando su propio automóvil, el primer mandatario llegó a la ciudad junto con Evita y enseguida se trasladaron al Área de Material Río Cuarto, donde fueron alojados.
“A la pareja presidencial la había precedido un vagón repleto de ropas y juguetes que fue distribuido entre los sectores humildes de la población. Desde hora temprana, procedente de los pueblos vecinos, había ido concentrándose una multitud ávida de ver y escuchar a los distinguidos visitantes”, señalaban las crónicas de la época.
Ya las 19 de ese día irrumpieron en automóvil el Presidente y la primera dama en la Plaza San Martín que venían desde Banda Norte.
Allí los estaban esperando el interventor federal de Córdoba, general Aristóbulo Vargas Belmonte; sus ministros; el comisionado municipal, Alfredo Nolasco Ferreira, quien dio las palabras de bienvenida; funcionarios municipales; el obispo diocesano, Leopoldo Buteler; y autoridades judiciales y militares.
Luego, Perón y Evita se trasladaron en el marco de una larga caravana hasta la Plaza Roca, “aclamados a su paso por un pueblo enfervorizado”, de acuerdo con los diarios de entonces. Había clima de campaña.
“Fue un día histórico para Río Cuarto. Mi padre, que fue testigo presencial de la visita oficial, me contó que fue muy emocionante ver ahí, a pocos metros nomás, a Perón y a Evita”, dice Mugnaini.
El “Cebolla” Mugnaini, quien fue intendente de la ciudad en los años setenta hasta que murió en un accidente automovilístico en la ruta 158, estuvo ese día en la desbordada Plaza Roca.
El palco oficial se había levantado frente a la Catedral. Con su característica sonrisa, el general saludaba a los presentes, que estaban cautivados por su figura y también por el encanto de su esposa, apodada como la “abanderada de los humildes”.
Con su típico rodete, Evita lucía un vestido acorde con el verano del 48 y el general estaba de saco y corbata, con un pañuelo al tono.
En la oportunidad, se entonó a capela el Himno Nacional y la Asociación Sinfónica Coral cantó el “Ave María”, bajo la dirección del maestro Delfino Quirici.
Frente a los micrófonos conectados con LRA Radio Nacional, el sindicalista Julio Luján agradeció la visita presidencial.
Pero la masiva concurrencia no veía la hora de que hablaran Evita y Perón.
“La expectativa de la muchedumbre recién se vio saciada cuando Evita ensayó una breve alocución y rebasó cuando el Presidente de la Nación concluyó su discurso reseñando la obra de gobierno”, evocan los artículos periodísticos.
Posteriormente, en medio de fuertes aplausos, el general y su mujer ingresaron al templo mayor de la ciudad, donde oraron frente a la imagen de la Inmaculada Concepción, patrona de la otrora Villa de la Concepción.
“Por la gran cantidad de gente, la pareja presidencial salió por un boquete que se abrió por el costado de la Catedral que da a calle San Martín. Allí la aguardaba el vehículo oficial”, cuenta Mugnaini.
En medio del fervor popular y vivados una y otra vez, Perón y Evita se dirigieron al Área de Material, donde pernoctaron esa noche en una habitación preparada especialmente en el Casino de Oficiales. Y al día siguiente partieron en automóvil con destino a la ciudad de Córdoba.
“Mi papá siempre contaba que esa visita terminó cautivando a mucha gente que se hizo presente en la plaza central. Muchos radicales y demócratas se hicieron peronistas”, finaliza Mugnaini.
Ese día nadie habló de la salud de Evita, quien murió a las 20.25 del 26 de julio de 1952, a los 33 años de edad, por un cáncer de útero.
Quienes la conocieron en esa visita oficial quedaron encandilados por su carismática personalidad.
El martes próximo se cumplirán 70 años de su muerte y del nacimiento del mito.