La esperada serie sobre Fito Páez tiene una puesta en escena tan profesional como impersonal y una propuesta demasiado convencional (con todos los vicios de la biopic oficial) que no ofrece una perspectiva demasiado interesante sobre el popular músico rosarino.
El amor después del amor (Argentina/2023). Showrunner: Juan Pablo Kolodziej. Dirección: Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal. Guion: Francisco Varone, Lucila Podestá y Diego Fió, con la colaboración de Juan Matías Carballo y Leandro Custo. Elenco: Iván Hochman, Micaela Riera, Daryna Butryk, Jean Pierre Noher, Mirella Pascual, Gaspar Offenhenden, Andy Chango, Julian Kartun, Charlie Anderle, Matías Okosi, Mónica Raiola, Mariano Saborido, Martín Campilongo, Pablo Turturiello, Gastón Frías, Fernando Ritucci, Tomas Raimondi, Dante Bruni y Manuel Fanego. Fotografía: Diego Guijarro. Música: Alan Senderowitsch y Ezequiel Silberstein. Edicion: Alejandro Carrillo Penovi, Geraldina Rodriguez, Nicolás Toler y Andrea Kleinman. Duración: 8 episodios de entre 36 y 46 minutos cada uno. Disponible en Netflix desde el miércoles 26 de abril.
Ocho shows en el Movistar Arena de Buenos Aires el año pasado y otros dos en el estadio de Vélez, todos agotados, son la muestra más cabal de la vigencia artística de Fito Páez. En los últimos dos recitales, realizados a principios de este mes en el marco de la gira por los 30 años del disco El amor después del amor, el músico rosarino presentó el tráiler de la serie homónima, basada en su libro de memorias Infancia y juventud, publicado el año pasado, y en la que figura entre los productores.
Que nadie espere, entonces, grandes revelaciones ni algún grado de perspectiva poco convencional sobre el personaje. Lo que hay es una biopic con mucho olor a historia oficial que, durante 8 episodios de alrededor de 40 minutos cada uno, hace lo que la mayoría de las series y películas de ese subgénero: recorrer las principales postas creativas y biográficas del homenajeado durante un determinado periodo de tiempo.
En el caso de El amor después del amor, el arco temporal abarca desde su infancia en Rosario, con su padre melómano (Martín “Campi” Campilongo) germinando en el joven Fito la pasión por la música y su abuela y tía abuela funcionando como contenciones ante la ausencia materna, hasta los recitales con los que presentó en Vélez uno de los discos más importantes de la historia del rock nacional. Siempre, claro, entrelazando un ascenso profesional no exento de contratiempos con sus pesares personales, especialmente el brutal asesinato de su abuela y su tía abuela.
La serie arranca en 1978 y encuentra a Páez (Iván Hochman) integrando la banda Staff, mientras recibe la invitación de Juan Carlos Baglietto para sumarse al movimiento luego conocido como La Trova Rosarina. A partir de allí, el relato alterna flashbacks sobre episodios del pasado que dialogan con las situaciones que va atravesando el cantante tanto en su faceta profesional como íntima. La llegada a Buenos Aires, además de la incorporación de personajes como Charly García (Andy Chango), enciende una subtrama romántica centrada en su relación con Fabiana Cantilo (Micaela Riera).
El amor después del amor está mucho más cerca de Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury o la reciente Quiero bailar con alguien: La historia de Whitney Houston que de Rocketman. Al igual que en las películas sobre Freddie Mercury y Whitney Houston, aquí se apuesta más por la recreación mimética de personajes “reales”, un soundtrack cargado de éxitos y un relato anclando en lo terrenal que por la creación de un universo propio que, como en la biopic de Elton John, se “parezca” a su protagonista.
Si bien la obra de Páez ha prodigado temas instalados en la cultura popular y la serie permite ver algo de la cocina de algunos de esos éxitos, el tufillo “oficial” del asunto, una puesta en escena tan profesional como impersonal y la búsqueda de replicar en lugar de releer hacen de El amor después del amor un producto fallido que deja un regusto agridulce en la boca.
Por Ezequiel Boetti para Otros Cines