Fueron días de alto voltaje político los que transcurrieron entre el primero y el segundo fin de semana de junio, en los que las dos fuerzas mayoritarias coquetearon con fracturas, que por ahora lograron sortear, aunque la última palabra aún no está dicha y habrá que esperar a que avance el calendario electoral, especialmente el 14 para conocer las alianzas inscriptas para la contienda nacional y luego el 24, cuando se presenten los candidatos para las Paso. En ese marco, un capítulo importante es el que escribe Sergio Massa, el ministro de Economía que da pelea por su candidatura a presidente con la condición de ser el único postulante y contar con el respaldo monolítico del Frente de Todos. Allí hay por ahora diferencias explícitas con Daniel Scioli y también con candidatos marginales como Juan Grabois o Claudio Lozano. En las últimas horas, la posibilidad de que Massa y Wado de Pedro conformen una fórmula ganó algunos casilleros, aunque por ahora es todo parte del laboratorio.
Sin embargo, no deja de ser paradójico que, mientras la economía es el punto de mayor preocupación expresado en los sondeos de opinión pública, el oficialismo pueda impulsar a su ministro del área como candidato. También es igualmente curioso que en la oposición se despilfarren los días enfrascados en disputas intestinas sin plantear con claridad ideas vinculadas a esa problemática extendida en la población. Más allá de algunas premisas muy generales y difusas, no hay interesados en llegar al sillón de Rivadavia que hayan expresado con claridad cómo piensan solucionar el puñado de temas centrales que hoy ofrece la economía y que podrían agravar aun más el escenario nacional si no se encuentran recetas efectivas: inflación, escasez de dólares, salarios deprimidos, multiplicidad de tipos de cambio, cepos, déficit fiscal, subsidios agigantados en tarifas y transporte, un peso cada vez más pequeño del empleo registrado privado en el país, entre otros.
Uno de los protagonistas de la política nacional que prometen dar pelea en la carrera por la presidencia es Javier Milei, que entre sus propuestas figuran la de dolarizar, bombardear el Banco Central, entrar con motosierra al gasto público y algunas otras expresiones que le permitieron instalarse y ser parte de la agenda pública. Pero lo cierto es que algunas de sus principales espadas económicas, como Jorge Rodríguez, Roque Fernández y la reciente incorporación de Diana Mondino, relativizaron algunas de esas ideas. De hecho, el propio Rodríguez, economista del equipo de Carlos Menem en los 90, advirtió rápidamente que dolarizar el 10 de diciembre o incluso en 2024 es imposible. Mondino sugirió también que la idea de cerrar el Banco Central no hay que tomarla de forma literal.
Pero también hay posiciones encontradas dentro del oficialismo. Hay sectores vinculados a Cristina Fernández que parecen haber olvidado las premisas del kirchnerismo original que Néstor Kirchner fijó en 2003, especialmente en lo referido a sostener cuentas ordenadas con equilibrio o superávit fiscal para tener una base sólida de autonomía. La propia Cristina pone en duda aquellas máximas cuando insiste en que muchos países del mundo tienen déficit y no tienen inflación, desvinculando un problema de una de sus raíces más evidentes. La relación allí no es directa, sino que el déficit impone una decisión a los gobiernos de cómo enfrentarlo: vía financiamiento externo, interno o emisión. La Argentina ya no tiene posibilidades de lo primero, está muy limitado en lo segundo y casi exclusivamente se concentra en lo tercero. Es la opción que ninguno de los países que sugirió Cristina toma. Por eso, aunque tengan déficit casi permanente, como puede ser Estados Unidos, su inflación no tiene relación con esa circunstancia. Hay en la discusión del déficit incluso un aspecto ideológico: parece que defender el equilibrio en las cuentas es reaccionario, de derecha, y alentar el desequilibrio es progresista. Un espanto. Siempre tener cuentas saneadas da mayor margen de acción y menor dependencia. Eso era lo que Néstor tenía claro. Cristina tiene otro parecer, al que suscriben quienes quieren reinventar la rueda en Economía.
En Juntos por el Cambio tampoco faltan las diferencias de criterio. Más allá del aspecto político que surgió como contraste la semana pasada, no quedó lo económico de lado. Fue la propia Elisa Carrió la que aseguró que Macri, Bullrich y Milei intentarán un “brutal ajuste” que incluso se combinaría “con represión en las calles”. Parece que también allí hay grietas cada vez más notorias. Hay un ala de halcones y otra de palomas con diagnósticos similares pero con discrepancias crecientes en el qué y cómo llevar adelante la política económica en caso de ser gobierno a partir del 10 de diciembre.
En ese contexto, algunos prometen eliminar retenciones el primer día, unificar tipo de cambio, eliminar los cepos, entre otras expresiones de deseo poco factibles, al menos sin riesgos de agravar de forma severa la situación actual.
Por eso las Paso no sólo van a definir el rumbo político de cada fuerza, sino que le darán una inclinación final a la orientación económica que hoy se mantiene en una nebulosa densa tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio.