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Pandemia, guerra y sequía: ¿no hubo errores del Gobierno?

La gestión de Alberto Fernández tuvo el récord de ingresos de divisas del campo y la agroindustria durante 2021 y 2022, por precios y no por cantidades, que siguen estancadas o en baja. Sin embargo, hoy enfrenta un nuevo estrangulamiento cambiario

En el video que publicó el presidente Alberto Fernández para anunciar su renuncia a la búsqueda de un segundo mandato volvió a enumerar una serie de hechos que se alinearon a lo largo de su gestión y que explicaron el rotundo fracaso económico con el que está cerrando su ciclo: la pandemia que se extendió entre 2020 y 2021, la guerra en Ucrania que comenzó en febrero de 2022 y finalmente la fuerte sequía que trajo la tercera Niña en fila en el actual ciclo productivo. No fueron inventos de la mente presidencial ni mucho menos. Fueron episodios que se concatenaron, pero no siempre con un saldo negativo para el país. Y ahí está el punto más interesante.

No se puede obviar el intento de refuerzo que hizo en materia audiovisual y con lógica de TikTok Gabriela Cerruti, la vocera presidencial, cuando difundió un acelerado video en el que podría inferirse que la intención fue sumar confusión. Allí también se habló de los efectos de la guerra y la suba de los alimentos en los barrios de Argentina. Pero, como casi siempre, la vocera presidencial obvió alguna información clave como la que difundió la FAO a comienzos de abril y en la que reflejó que los alimentos en el mundo llevan 12 meses consecutivos de retroceso en sus precios. Después de mucho machacar con la necesidad de desacoplar los precios internacionales de los locales, el Gobierno va a terminar deseando un acople acelerado.

Sin embargo, lo que parecía una maldición no lo fue tanto y esto, que parece un contexto favorable, puede no serlo. Es que el principal complejo exportador argentino pertenece a la agroindustria, a la producción de alimentos. Por lo tanto, que suban los precios internacionales de lo que exporta Argentina no debería ser un problema, como no debería festejarse que esos valores caigan ahora. Si algo, de todos modos, mostró este último año es que allí se apagó otra excusa de la inflación que utilizó el Gobierno en buena parte de su gestión, cuando aceleró la intervención de mercados y hasta frenó las exportaciones de maíz, en una medida que duró apenas unas horas y debió ser removida, cuando Luis Basterra era aún ministro de Agricultura de la Nación. De allí pasó a ser ministro de Cultura y Educación en Formosa, mostrando una gran versatilidad.

En definitiva, en un nuevo estrangulamiento por falta de dólares en la economía, desear que los precios de los alimentos en el mundo caigan parece un contrasentido, más allá de la necesidad de avanzar en la seguridad alimentaria mundial. Ahora el Gobierno parece tener el escenario que pretendía.

Sin embargo, y por suerte, la soja, de muy escaso consumo interno, sigue en niveles históricamente altos de precios más allá de los vaivenes y la formidable cosecha que tendrá Brasil, uno de los grandes jugadores en ese mercado y que no para de escalar posiciones a través de batir récords de producción de granos año tras año, mientras la Argentina sigue en picada, más allá de esta sequía.

Con respecto a los valores de las commodities, tomando el comienzo de la pandemia, en marzo de 2020 la soja costaba US$ 300 y pasó a US$ 600 en la salida del Covid y la guerra en Ucrania le insufló aun más presión y la ubicó en torno de los 650 dólares. Ahora se comercializa en unos US$ 550. El caso del maíz pasó de US$ 150 a US$ 300 en ese mismo período. Por el otro lado, la Argentina padeció la fuga de dólares por el incremento en la cuenta energía debido a la pérdida de la autonomía energética ocurrida como correlato de una pésima política en ese sector clave que está llamado ahora a aportar también divisas en los próximos años. Sin embargo, la guerra en Ucrania disparó esos valores y la Argentina estaba en ese momento en posición importadora. Debió convalidar precios del gas licuado para no tener problemas de abastecimiento. Ese derroche de dólares hizo acelerar la obra del gasoducto Néstor Kirchner, que hasta ese momento no estaba en agenda y que con suerte estará listo para operar parcialmente en julio. Pero, comparando el efecto guerra en importaciones y exportaciones, el saldo final es claramente favorable.

Volviendo sobre los granos, el economista Esteban Domecq recuerda que, con el salto “en los precios, la campaña agrícola que en el período 2015-2020 promedió US$ 30.000 millones al año, alcanzó los US$ 40.000 millones en 2021 y U$S 47.000 millones en el último ciclo. El nuevo viento de cola generaría un salto en las exportaciones nunca visto”. A pesar de ese fuerte adicional de divisas, la economía no logró hacer pie. Ahora vamos camino a un campaña agrícola mucho más modesta que se ubicará en torno al promedio 2015-20 en cuanto a ingresos.

“Con precios récord, el complejo agroexportador liquidó US$ 32.800 millones en 2021 y US$ 40.400 millones en 2022, cuando históricamente aportaba US$ 23.300 millones en promedio. ¡Un salto de 73%! Para que se entienda: nunca el BCRA vio entrar tantos dólares como en estos años. No fue suficiente…”, agregó Domecq.

¿Hubo entonces problemas en la economía generados por factores externos o más bien el mundo evitó que la crisis argentina se precipitara antes? Está claro que, a pesar de la inyección récord de dólares del agro, el Banco Central no hizo pie con las reservas y debió echar mano al dólar soja 1, 2 y 3 para evitar el colapso, mientras se ponen tapones a las importaciones con el consabido riesgo de terminar con recesión e inflación disparadas.