Hay expectativas en los resultados de las reformas, en la estabilidad cambiaria, en la baja de la inflación, y esperan que finalmente se termine de acomodar tanto el mercado interno como el comercio internacional. En este último punto hay dos inquietudes: las importaciones, que impactan en múltiples ramas, especialmente las textiles y la línea de blancos; y las exportaciones, que requieren de una mayor competitividad de las empresas argentinas.
En ese complejo contexto, el presidente de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), Luis Macario destaca los importantes avances que se lograron en materia económica desde que asumió el presidente Javier Milei y remarca que el punto de partida fue demasiado bajo y que revertir “la decadencia” no se hará en un puñado de años. La inquietud es “el mientras tanto”.
“Desde la asunción del presidente Milei creo que el país ha hecho importantes avances. Podemos hacer una enumeración rápida y remarcar que el principal activo de este Gobierno ha sido la reducción de la inflación. Recordemos que en diciembre del 2023 la inflación estaba desbocada; estábamos con una tasa mensual del 25%, y hoy estamos con una inflación que ronda el 2%, que sigue siendo alta, pero por lo que teníamos resulta hasta razonable”, remarcó Macario como punto de partida.
En segundo lugar, el empresario de General Deheza destacó el equilibrio fiscal. “Esto es algo que en todas las tribunas la Unión Industrial de Córdoba siempre lo ha mantenido, no solamente durante mi presidencia, sino los anteriores presidentes. Hablábamos de la causa, la raíz de los problemas que teníamos, y mencionábamos al déficit constante. Sumemos que hemos defaulteado numerosas veces porque hemos estado viviendo arriba de nuestras posibilidades. También podríamos poner el superávit comercial, eso con algún claroscuro, porque estamos hablando de una apertura que se está realizando y que por ahí en ciertos sectores parece ser excesiva”, alertó el presidente de la UIC.
Un punto relevante para los industriales también fue la normalización de la deuda comercial: “Eso también ha sido muy importante. Al momento de asumir el presidente Milei había una deuda comercial que estaba arriba de los 40 mil millones de dólares y eso se regularizó”, destacó Macario en alusión a las complicaciones existentes para poder importar y proveedores que ya no estaban dispuestos a esperar más de 100 días para cobrar.
“El gas, el petróleo, la minería o la agroindustria tienen ventajas competitivas y son realmente muy buenas, pero no alcanzan para cubrir todas las necesidades de puestos de trabajo. Entonces, ahí se trataría de un país donde daría la impresión que estaría sobrando gente, y ahí es donde entra la industria para generar trabajo genuino, para darle dignidad a la gente, que no viva más de un plan estatal, sino que se puede ganar su sustento con el trabajo digno”
En el listado de puntos destacados de los últimos dos años, el presidente de la UIC remarcó también la normalización parcial del mercado cambiario, “si bien seguimos teniendo intervención a través del sistema de bandas, pero se ha avanzado en un proceso de ir sacando regulaciones; insisto, aunque todavía no es total y responde a la poca cantidad de reservas que tiene el país”.
Por último, el dirigente industrial destacó “la baja del riesgo país, que también ha tenido altibajos, pero hoy estamos alrededor de los 600 puntos básicos y un Gobierno que sale al mercado con deuda de carácter voluntario, y eso también es una mejora”.
Más sobre la coyuntura de fin de año, Macario se entusiasmó con los cambios en la legislación laboral que se dio incluso en la Ley Bases, la simplificación y disminución de los trámites burocráticos innecesarios, y esta nueva relación que existe con Estados Unidos, donde hay un fuerte apoyo del país más poderoso del mundo. Creemos que la macroeconomía entró en una instancia de mayor racionalidad, que es una condición indispensable para que el sector privado, que es el generador de riquezas, pueda desarrollarse y que haya un poco más de previsibilidad”, afirmó Macario.
Pero rápidamente aclaró: “Esto no significa que esté todo bien, pero también tenemos que ver de dónde partimos, por eso esta enumeración que yo estoy haciendo. Un país que descendió a los niveles más bajos de decadencia, no puede reconstruirse en dos años”.
Sobre ese punto, en las últimas semanas hubo muchas noticias sobre cierre de empresas, empresas que se van, industrias en crisis, ¿creen que es temporario o es intrínseco a una nueva configuración de la economía argentina?
Creo que hay un poco de todo. Por supuesto que estamos en un camino que sigue siendo difícil y que demanda altas dosis de sacrificio, de trabajo duro. Creo que también hay una maduración respecto a que, y espero que así sea, no existen soluciones mágicas. Antes probablemente con una devaluación se corregían desequilibrios, pero eso era nominal y al poco tiempo la inflación empataba ese tipo de devaluación. Por supuesto que este esquema es más duro, pero creo que apunta a soluciones más sostenibles en el tiempo. O sea, hay necesidad de que se realicen reformas estructurales que hoy están en la agenda, como la que apunta a la modernización laboral, o cambios en materia impositiva. Además el país debe reconstruir una confianza perdida y eso lleva tiempo también.
¿Qué tan relevantes son esas reformas?
Son absolutamente necesarias para que el sector privado tenga capacidad de competir en condiciones más equitativas con lo que sucede en el mundo. Y en eso también yo quiero decir que una posición que tiene la Unión Industrial de Córdoba es que para crecer necesitamos integrarnos al mundo. O sea, los países que evolucionan lo hacen porque están integrados al mundo. Lo que ocurre que por ahí hay una apertura que a lo mejor es demasiado rápida, que requeriría a lo mejor de tiempos de adecuación y que las condiciones de competitividad sean más o menos similares. Por eso decía que tenemos activos, pero también tenemos pasivos. También debemos considerar que Argentina es un país que no cuenta con crédito productivo. O sea, el crédito productivo en Argentina está entre el 8 y el 10 por ciento términos de PBI y los países vecinos tienen crédito por un valor equivalente al 80% del PBI o más. Y el crédito productivo es oxígeno; sin crédito la industria se asfixia. Y hay otro punto que me parece que también es importante y en el que el Gobierno nacional estaba cerrado, que es la infraestructura. No puede haber competitividad si no contamos con energía que sea confiable, con gas suficiente, con caminos que sean transitables, sobre todo en un país como el nuestro, que tiene un territorio tan extenso y donde la logística tiene costos realmente importantes. Y el sector privado por sí solo no puede cubrir todas estas necesidades estratégicas, porque el capital privado va a ir en aquellos lugares donde sea rentable. Y el Estado tiene que cumplir una función dotando de la infraestructura necesaria. Nosotros siempre decimos que si en la obra pública hubo corrupción, eso no tiene que invalidar que se haga la obra pública. Lo que se tiene que eliminar es la corrupción, no la obra pública. En ese punto, además, el RIGI para pequeñas y medianas industrias es importante, es una buena señal. Porque encontramos un Gobierno que venía hablando del desarrollo de industrias extractivas, como el gas, el petróleo o la minería, que van a ser muy importantes y van a dotar al país de los dólares que hoy escasean, pero es un proceso que lleva tiempo. Ahora, estas industrias, lo mismo que la actividad agroindustrial, tienen ventajas competitivas y son realmente muy buenas, pero no alcanzan para cubrir todas las necesidades de puestos de trabajo. Entonces, ahí se trataría de un país donde daría la impresión que estaría sobrando gente, y ahí es donde entra la industria para generar trabajo genuino, para darle dignidad a la gente, que no viva más de un plan estatal, sino que se puede ganar su sustento con el trabajo digno. Aunque dentro de la industria vamos a tener sectores que van a poder competir si se hacen las reformas estructurales, y algunos que a lo mejor tendrán que reconvertirse, porque no vamos a ser buenos en todas las actividades. Eso sucede aquí y sucede en todos los países.
Mencionó que por ahí da la sensación de que hay una apertura acelerada…
Ahí, una postura clara que tiene la Unión Industrial de Córdoba, y que yo siempre manifiesto, es que la industria no debe pretender una protección, pero sí una defensa, que es lo que pasa en todos los países del mundo. Los países con los que nosotros comerciamos tratan de defender el trabajo en origen, y eso está dado por la industria. Por eso la apertura indiscriminada, por ahí no sea una buena medida. En determinados casos hay que dar un periodo de transición para que esas industrias se adecuen. En otros casos, como lo tienen otros países, hay que establecer salvaguardas. Si empezamos a tener una invasión de determinados productos, es porque hay algo que está sucediendo, y a lo mejor hay que poner algún tipo de freno. Y obviamente después hay empresas a las que hay que ayudarlas a reconvertirse. Después hay cuestiones también en cada empresa o incluso a decisiones empresariales que responden a políticas globales. Lo hemos visto en Córdoba, por ejemplo, con el retiro de Nissan. Nissan cierra su producción porque decide concentrarla en México. Y eso ya no se trata de un tema propio del país, sino a una definición política de la misma empresa.
¿Ustedes sienten como industriales que el Gobierno los tiene en foco? Porque hasta acá se habla mucho de minería, de Vaca Muerta, algo de agro, ¿pero la industria está en la mesa de discusión del gobierno?
Bueno, pareciera ser como que hay una reconsideración. Lo vemos con el RIMI, que es un régimen como el RIGI pero para pequeñas y medianas empresas. Y eso es muy bueno. Yo participé de la conferencia de la Unión Industrial Argentina, donde el ministro de Economía, Luis Caputo, estuvo explicando, fundamentando y defendiendo su programa económico. Y con una audiencia, diría que en buena parte favorable a las decisiones que va tomando el gobierno, no hubo una sola referencia a la industria. Después sí apareció el ministro del Interior, Diego Santilli, y fue concreto al decir “estamos acá porque la industria nos importa”. También el presidente de la Unión Industrial Argentina ha tenido un rol protagónico representando al sector privado en el Consejo de Mayo, que es donde se elaboraron algunas propuestas que no son vinculantes, pero donde estuvo la posibilidad de que la industria, representando a todos los sectores, pudiera hacer su aporte.
¿Qué efectos concretos esperan que pueda llegar a tener la reforma laboral, tanto para las empresas como para los trabajadores?
Es absolutamente necesario que haya algún tipo de modificación de las regulaciones laborales. Hoy, entre un 40 y un 50 por ciento de la población económicamente activa trabaja en la informalidad o está como monotributista. Un régimen que se creó con carácter temporario y, como muchas cosas que pasan en Argentina, terminó siendo permanente. Esa gente, sobre todo la que está en la informalidad, no tiene derechos, no tiene protección, no tiene seguridad social. Ese es el verdadero problema laboral que tiene la Argentina. Lo segundo es que no se van a tocar los derechos adquiridos. Todo lo que se propone es de aquí para adelante. Porque esto puede traer mucha zozobra a gente que tiene mucho tiempo trabajando y que piensa que le van a cambiar las reglas de juegos. Acá no se modifica nada de lo que ya existe porque hasta constitucionalmente no se puede hacer. No se puede hacer retroactiva una ley. Por otro lado, mientras se debate sobre cambios en las indemnizaciones por despidos sin causa; uno de los problemas más graves que estamos viendo las empresas, sobre todo con la gente joven, es cómo retenemos el talento. Porque los jóvenes no están pensando en esa indemnización, sino que están un tiempo y después deciden hacer otra cosa. ¿Por qué también hay que realizar algún tipo de modernización? Es porque los resultados del modelo actual, por lo que explicaba antes, están a la vista. No podemos seguir con regulaciones que huelen a naftalinas en un mundo que está atravesado por la inteligencia artificial. Y después, también, con respecto a los sindicatos, yo veo que tienen una actitud de oponerse sin ni siquiera analizar las cosas. En los últimos días hubo algunas huelgas de manera, diría, “preventiva”, porque todavía no había salido el proyecto y ya estaban hablando de huelgas. Tiene que haber consensos y para lograr consenso es necesario realizar las concesiones necesarias. Y, únicamente, si se llegan a esas transformaciones consensuadas, vamos a tener sustentabilidad en el tiempo. Ahora, en el caso del sindicalismo, yo creo que defienden por ahí más los privilegios que los derechos. A los derechos hay que cuidarlos, a los privilegios probablemente no.
“En el caso del sindicalismo, yo creo que defienden por ahí más los privilegios que los derechos”
Hay un temor del lado de los trabajadores…
Nadie quiere que los trabajadores estén desprotegidos, pero hay como una doble barrera. Hay una barrera para los ingresos porque el costo que trae aparejado al incorporar un empleado, y no me estoy refiriendo a los sueldos, sino a todo lo que gira alrededor, es un problema muchas veces para la empresa; y también es un problema en la salida, con estas indemnizaciones que terminan poniendo en riesgo la subsistencia de las pequeñas y medianas empresas. Porque las grandes, por ahí, tienen la posibilidad de bancárselo, pero las empresas pequeñas que tienen personal con un determinado tiempo realmente tienen un serio problema de subsistencia si, en determinadas circunstancias, tienen que achicar personal. Entonces hemos creado un círculo vicioso que hay que romper y tenemos que no tener miedo en avanzar para que cada vez existan más empleados formalizados, que incluso también le van a dar más sustento al sistema previsional.
En el presupuesto nacional de 2026 se establece una proyección de crecimiento económico, ¿los industriales ven algo similar?
Lo que percibo es que hay sectores que a lo mejor pueden estar mejor y hay algunos que lo están pasando realmente mal. Los márgenes, en términos globales, se han reducido o son negativos, pero en general se ve una posición optimista acerca del futuro, donde todos estamos trabajando en tratar de ser más eficientes, de reducir costos y entrar en un marco de racionalidad donde uno pueda planificar. Esto no significa que vaya a ser fácil, creo que va a ser complicado, pero Argentina es un país que tiene toda la potencialidad para convertirse en un país desarrollado. Hemos fallado, creo yo, en las dirigencias de todo tipo; me refiero a la política, pero también probablemente a la empresarial, la sindical, y hemos tenido malos administradores de la cosa pública. Si más o menos encaminamos ese tema, yo creo que Argentina está destinado definitivamente a ser uno de los mejores países del mundo, porque tenemos toda la potencialidad y en este país está todo por hacerse