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Convirtieron un auto a nafta en eléctrico con una visión de ciudad sustentable

Cuatro alumnos del Instituto Leonardo Da Vinci junto con el fundador del colegio, Guillermo Pedruzzi, reflotaron un proyecto que data de 2018. Una invención que busca promover conciencia ambiental

“Nuestro concepto es trabajar en tecnología para más vida y eso es lo que promovemos junto con los rectores del colegio. Si a la tecnología no la pensamos para más vida, no la hacemos”.

El ingeniero Guillermo Pedruzzi es el fundador del Instituto Leonardo Da Vinci y junto con cuatro alumnos de niveles avanzados del establecimiento y un puñado de colaboradores concretaron recientemente un desafío que les llevó años de trabajo: convertir un motor alimentado a hidrocarburos en otro que funcione con energía eléctrica, con una mirada sustentable. Es que para Pedruzzi, el aliciente “más vida” que complementa a la tecnología está supeditado a la generación de conciencia de quienes participan en el desarrollo.

El desarrollo

Bruno Aluffi, Valentín Lavedia, Máximo Pages y Javier Montilla son alumnos de quinto y sexto año de la institución y, desde la cátedra de Tecnología, se sumaron al desafío de reactivar un proyecto iniciado antes de la pandemia, ideado como continuidad de uno de los desarrollos más icónicos del establecimiento: los zoótropos.

“Desde hace años venimos sosteniendo el concepto de ‘fábrica escuela’, es decir, dentro de la escuela desarrollamos un concepto para poder hacer cosas que puedan ser elocuentes para la sociedad. Fue allá por año el 2018, que hablamos con el intendente (Juan Manuel Llamosas) sobre la posibilidad de incorporar zoótropos eléctricos, teniendo en cuenta que nosotros como institución somos los padres de los zoótropos. Y pensamos en un concepto llamado ‘Ámbar’, por ser la resina petrificada que frotándola entregaba electricidad”, señaló Pedruzzi.

En aquella ocasión, proyectaban tres tipologías de móviles diferentes para ser puestas al servicio de distintas funciones públicas.

Incluso se trabajaría en conjunto a instituciones como La Ciudad de los Niños, quienes junto al padre Eusebio Barbero se encargarían del chasis, y un grupo de trabajo del Uruguay, que trabajaría en matricería.

“Llegamos a comprar el kit (de conversión) por medio de la gente de Uruguay para transformar el móvil y que pase de alimentarse de hidrocarburos a energía eléctrica”, recordó Pedruzzi, quien casualmente hoy celebra sus 70 años.

Lo cierto es que junto con los alumnos y colaboradores directos, como el docente Juan Gambetta y el especialista en chapa y pintura Lucas Quiroga, se encomendaron al desafío de adaptar el motor BMW 300 de un viejo Isetta que tenían a disposición.

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Los alumnos demostraron entusiasmo y gran compromiso en la conversión del Isetta.

“Lo desguazamos por completo y empezamos con la transformación. Sacamos el motor, la caja y todo lo referente a la combustión de hidrocarburo y empezamos a hacer la planificación junto con alumnos en el aula y con alumnos de la cátedra nocturna orientada a mecánica. Así en conjunto, de manera multigeneracional, hicimos la primera intervención, todo esto, antes de la pandemia”, señaló.

Fueron muchos los obstáculos que debieron sortear por tratarse de una prueba piloto. Y cada tanto, debieron asumir la decisión de volver algunos pasos atrás para rencauzar procedimientos.

“Hará unas tres semanas pudimos dar las primeras vueltas, sin la carrocería puesta, verificando que todo funcionara como esperábamos. Y con todo comprobado, en dos semanas de trabajo más lo pusimos a rodar ya con la carrocería”, señaló Pedruzzi, quien adelantó que la unidad será exhibida mañana en el marco de la Semana del Arte que impulsa la institución.

Y agregó: “Ahora viene la etapa de poner en juego todo lo que es el comportamiento mecánico y electrónico del vehículo. Medir las corrientes que circulan y verificar el consumo de las baterías, porque nuestro presupuesto nos llevó a utilizar baterías de gel pero debería llevar baterías de litio, que demandaría una inversión más importante”.

Aprendizaje y conciencia

“El entusiasmo y la dedicación que tuvieron los chicos en este trabajo fueron impresionantes. Y el aprendizaje de fondo en todo este proceso es que mis alumnos interpretaron que la vida es posible realizarla a partir de la perseverancia y de volver a comenzar, si es necesario. Que ahí está la esencia para que los proyectos funcionen”, reflexionó.

Para el fundador del Instituto Leonardo Da Vinci, el proyecto puede ser la semilla de un gran emprendimiento, tanto institucional como por parte de los alumnos que lo llevaron a cabo, y que tiene por fin un perfil que busca generar conciencia ambiental.

“Yo me imaginé que la Municipalidad podría emprender con este vehículo y asociarlo con puntos verdes provistos de muchos paneles solares donde la gente pueda recargar allí las baterías. En el colegio tengo 46 paneles solares y nuestra intención es que la energía que se use para este tipo de vehículos provenga del sol, porque en los países más desarrollados ya se está trabajando desde hace tiempo en esto que se denomina ‘energía distribuida”, recalcó.