El gobierno necesita de Trump para terminar de ablandar al Fondo. Por esas horas, el directorio no había llegado a un acuerdo sobre cuánto desembolsarle a Milei, pero sobre todo a “Toto”Caputo, que viene de dilapidarse los 47 mil millones que el organismo generosamente le prestó a Macri en 2018.
Milei ansiaba la foto también por otra razón:para mostrar que goza de un trato preferencial, que tanta sumisión tiene un sentido. El gobierno venía de forzar una interpretación para anotarse un triunfo más que dudoso. Vendió que, por obra y gracia del alineamiento irrestricto, Argentina quedó entre los países que sólo deberán pagar un arancel del 10%, el más bajo de los que anunció Trump. Sin embargo, esa misma alícuota se le aplicó a Brasil, gobernada por el comunista Lula Da Silva, y a Colombia, regida por el más comunista aún Gustavo Petro.
El mundo parece haberse vuelto loco. Porque Lula, ante los aranceles de Trump, salió a declarar que el proteccionismo no va más. “Defendemos el libre comercio”, dijo el comunista. Y según Claudio Fantini, analista internacional, a partir del giro en la política económica norteamericana pasará a ser China, la China comunista, el nuevo paladín del libre mercado.
¿Dónde quedarán ubicados Milei y su prédica antiestatal, desreguladora y de viva la libertad carajo?Del lado de Trump, el proteccionista, que además le reclama abjurar de China y su comunismo si pretende negociar un tratado de arancel 0 para medio centenar de productos. Argentina se abre a un Estados Unidos que se cierra.
Pero más allá de los contrasentidos, la guerra comercial iniciada por el amigo Trump tuvo un primer efecto insano para la gestión Milei: el dólar subió, las reservas siguieron cayendo, el Banco Central perdió a razón de 1.000 millones de dólares por semana, y las acciones argentinas implosionaron. Si Caputo esperaba que el riesgo país volviera a una zona razonable para reincorporarse al mercado de capitales, el viernes vio azorado cómo ese indicador despiadado llegaba a los 943 puntos.
La escalada del riesgo país complica los planes de financiamiento del mejor ministro de Economía de la historia pero también los de las empresas. Y los de las provincias. Ahí entra Córdoba.
A mediados de marzo, la Provincia publicó en el Boletín Oficial que la Casa Rosada será la garantía para que la gestión de Martín Llaryora salga a buscar préstamos por 375 millones de dólares. Del total, 125 millones irán al acueducto que se construye con Santa Fe y otros 250 millones a obras viales. ¿En qué influye el riesgo país?En que así como se encarece el crédito para el Estado nacional, ocurre lo mismo con las provincias: deberán afrontar casi 10 puntos más de lo que paga Estados Unidos.
Las turbulencias de mercado le ensombrecen a Llaryora su programa de financiamiento lo tornan inoportuno. Y esas obras de infraestructura que están contempladas en el plan de la Provincia no solamente tienen un objetivo funcional sino también, y fundamentalmente, político. Llaryora pretende que proyectos como la ruta 19 en San Francisco o la circunvalación de Río Cuarto graviten en la campaña de 2027.
La ingeniería financiera de Llaryora contempla cubrir los gastos de funcionamiento con los recursos propios y recurrir a créditos internacionales para solventar los grandes proyectos. Ese esquema busca replicarse además en los municipios. El gobernador les dio un guiño a los aumentos impositivos en ciudades grandes como Córdoba y Río Cuarto porque aspira a que, como dijo el intendente Guillermo De Rivas en la presentación del presupuesto 2025, sean “autosustentables”.
De hecho, la gobernación está llevando a la práctica ese concepto:a la Municipalidad de Río Cuarto no llegan fondos provinciales para afrontar gastos corrientes, de funcionamiento. Llaryora sólo destina recursos para obras, como por ejemplo la Circunvalación.
Ahí hay un cambio de criterio con respecto, por ejemplo, a lo que ocurrió durante la gestión de Juan Manuel Llamosas: entonces, si había algún problema financiero de urgencia, sabía que podía levantar el teléfono y la solución llegaba desde Córdoba. Hoy no, salvo que sea una excepcionalidad de vida o muerte.
De Rivas se enfrenta a una época distinta: de escasez y de autonomía. Tiene que arreglárselas solo. Y sin chistar:no puede reprochar públicamente falta de acompañamiento.
En los últimos días se oficializó que el Municipio sufre un déficit mensual de 700 millones de pesos y que deberá salir a colocar deuda por 2.500 millones para cubrir sus gastos corrientes. “Es un escenario de alta complejidad, totalmente nuevo. A esto no lo hemos visto con anterioridad”, se sinceró Pablo Antonetti, secretario de Economía, en una entrevista.
Ese endeudamiento, al que podrían sumarse otros, se complementará con un ajuste de gastos y con otras medidas como, por ejemplo, el estiramiento de los plazos de pago a los proveedores.
Es decir, en apenas nueve meses De Rivas tuvo -y tiene- que enfrentar dos situaciones de crisis: una fue política y estuvo provocada por una sucesión de hechos de inseguridad en la ciudad;la otra es económica-financiera. Pero, además, esta segunda crisis no es privativa de Río Cuarto sino que está motivada en buena medida por un modelo nacional que, por un lado, encorseta a los municipios y, por el otro, agrava el cuadro social. Esto hace, por ejemplo, que en Río Cuarto deban destinarse más recursos para atender el deterioro de la calidad de vida de miles de familias.
El cuadro de situación pone a De Rivas en un desafío que es, sobre todo, político. Tendrá que demostrar cuál es su capacidad como conductor de un gobierno para superar un contexto que lo complica en varios frentes. Porque la debilidad financiera suele tener una contracara igualmente incómoda:provoca en la mayoría de las ocasiones también un debilitamiento político. Gestionar la escasez no suele ser muy redituable.
De Rivas ha sufrido un desgaste en el puñado de meses que lleva como intendente. Con una característica particular: al ser un gobierno que orbita casi exclusivamente alrededor de la figura del intendente, sobre él recae lo positivo pero, también, lo negativo.
En medio de la complejidad de la coyuntura, De Rivas puede encontrar dos puntos a favor:le ocurre al inicio da la gestión, cuando aún le queda mucho tiempo por delante, y ante una oposición que todavía no logra articular una estrategia ni de discurso, ni de estilo ni de posicionamiento.
Hay dos actores que configuran la oposición formal. Uno es el grupo de Adriana Nazario, que no termina de perfilarse ni de encontrar un lugar pero que en las últimas semanas ha cambiado:ni bien perdió la elección, parecía que estaba buscando la manera de sumarse al tren del oficialismo. Ahora no se lo ve tan apurado: Nazario convocó a su equipo la semana pasada para delinear los objetivos del año, como si pretendiera volver a probar la alternativa del camino propio o de presentarse como una opción en el peronismo.
El otro actor debería ser, por definición, el principal opositor.De hecho lo es. Sin embargo Primero Río Cuarto, asentado sobre todo en el radicalismo, sigue atravesado por la confusión. Se encontró con un oficialismo golpeado antes de lo que esperaba pero no sabe cómo actuar:¿quién es su figura principal?¿quién buscará capitalizar los contratiempos de De Rivas? Debería ser Gabriel Abrile pero no ha mostrado un perfil decidido en esa dirección. La oposición ha alternado sus interlocutores públicos y, en general, ha optado por figuras con escasa posibilidad de proyección o crecimiento.
No parece acertar en interpretar el momento y, si lo hizo, no terminó de definir cuál será su discurso y cuál será su cara para empezar a presentarse como una opción.