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Un escenario inusual

Río Cuarto le dio al PJ la posibilidad de convertirse en un sistema de poder. A la vez, dejó a la oposición en una inédita situación de debilidad. Los primeros meses de De Rivas y su propia construcción

Este año, la política de Río Cuarto inició un proceso inédito: el peronismo de la ciudad dejó de ser esa fuerza que eventualmente podía ganar una elección municipal y pasó a encarnar un sistema de poder. El primer hito había sido la reelección de Juan Manuel Llamosas en 2020, un logro histórico para un peronista, y el proceso se coronó con el triunfo en junio de Guillermo De Rivas, que logró imponerse por 13 puntos aún en el complejo escenario que implicaba la fractura del PJ que provocó Adriana Nazario.

A Río Cuarto le llevó más tiempo pero, finalmente, parece ir repitiendo el proceso que se produjo en la provincia:el peronismo primero ganó una elección y después se consolidó como un sistema de poder, que tiene suficientes recursos para sostenerse en el gobierno aun cuando vayan cambiando los nombres. Ya no depende sólo de individualidades, aunque gravitan por supuesto, sino que es una maquinaria que va generando mecanismos de continuidad.

Esa situación coincidió con otro hecho también inédito: un estado de debilidad y crisis extrema en la oposición, más que nada en el radicalismo, que no sólo quedó con una representación formal menguada (un bloque de apenas 4 concejales en un Concejo de 19 miembros), sino que además padece profundas limitaciones en sus alternativas de reconstrucción:se ha quedado casi sin figuras que expresen la posibilidad de un recambio. Depende, en gran medida, de la construcción política que sean capaces de hacer Gabriel Abrile desde el Concejo y Daniel Frangie desde la Defensoría del Pueblo. La generación de 40 años, que vio la posibilidad de llegar a la intendencia de la mano de Gonzalo Parodi, quedó golpeada por la dura derrota de este año.

De Rivas, en ese punto, arrancó con el escenario político más favorable que ha tenido un intendente peronista en la ciudad:la oposición no representa una amenaza inmediata. Puede serlo en el futuro, pero está demasiado fragmentada para serlo en la actualidad.

En ese contexto, el condicionamiento inicial y no menor para el intendente no fue externo, sino interno:el estado de las cuentas que heredó era sumamente frágil. El Municipio hilvanó dos trimestres con números en rojo furioso:entre abril y junio acumuló un déficit de 1.900 millones y la situación empeoró en el período posterior, con un desequilibrio que orilló los 2.400 millones de pesos. Esa situación provocó dos derivaciones:que De Rivas encarara un ajuste puertas adentro por más de 350 millones de pesos mensuales que limitó las posibilidades iniciales de la gestión y, además, tuvo que hacerlo en silencio. ¿Cómo quejarse de un legado que generó un gobierno del que la mayoría de los funcionarios actuales, incluso el intendente, formaron parte?

En el Municipio señalan que De Rivas se dedicó a suplir esa complicación económica y financiera con iniciativa política y con presencia. Estuvo y está en todos lados pero, además, intervino en temas y problemas cuyas soluciones requerían más decisión política que presupuesto: modificó el sistema de transporte urbano (se eliminaron los trasbordos en Banda Norte, en un proceso que continuará el año próximo en el resto de la ciudad), legalizó las apps como Uber, envió al Concejo un nuevo Código de Espectáculos que se aprobó por unanimidad, lanzó Ojos en Alerta y en los próximos meses la ciudad tendrá la Ficha Limpia, que impedirá que ciudadanos con condenas por corrupción sean candidatos.

El gobierno de De Rivas hizo un esfuerzo por ser más ejecutivo que el de Llamosas. Ahí hubo un primer movimiento de diferenciación, que implicó un motivo de rispidez entre el actual intendente y su antecesor. Desde el Centro Cívico llegaron quejas porque desde el Municipio se remarcaba, principalmente hacia adentro, la distancia entre los dos estilos. En elPalacio aseguran que esa tirantez ya quedó atrás.

Sin embargo, es natural que ese tipo de episodios se produzcan. Más aún cuando existe, como ahora, un hecho inusual:que Llamosas, como intendente con mandato cumplido, no haya continuado su carrera política fuera de la ciudad, sino que se le haya confeccionado un cargo para que permanezca en el mismo ámbito que su sucesor: Llamosas como delegado del poder provincial en el Centro Cívico;De Rivas, en el Municipio como jefe comunal. Inevitablemente, esos dos polos tendrán momentos de tensión. Más todavía porque De Rivas es un intendente cuyo perfil está en elaboración:aún tiene por delante un período en el que hacer pie como gobernante y como dirigente político.

Además, hay otro factor que explica que entre uno y otro haya habido cierto recelo:cuando la oposición no implica un riesgo, suelen exacerbarse las internas.

Desde el Centro Cívico aseguran que el destino de Llamosas en el corto plazo está en Córdoba, que ya no podrá sostener por mucho tiempo el pedido que le hizo a Llaryora de estar en el gobierno y, a la vez, cerca de su familia.

El exintendente podría seguir como delegado político en el sur provincial pero ya con asiento en Córdoba. Si Llamosas continúa como el asesor de Llaryora para una zona tan relevante de la provincia, uno de sus momentos más desafiantes será la elección del año próximo:el peronismo viene de derrotas duras y abultadas en el sur y el exjefe comunal cargará con la mochila de, por lo menos, mejorar esa performance.

Las elecciones de medio término suelen ser hostiles al peronismo cordobés y la del año próximo no parece ser, al menos por ahora, la excepción. En el Panal descuentan una derrota y se fijaron la meta de poder conservar al menos las dos bancas que ponen en juego.

La figura de Javier Milei los pone casi en una encerrona. Porque el oficialismo provincial está obligado a ser una opción electoral en 2025 pero le cuesta diferenciarse del Presidente. Principalmente, porque el libertario tiene validación de parte del electorado cordobés. Por eso, Llaryora pivotea entre un elogio a Milei y una crítica;por eso destaca la baja de la inflación pero a la vez cuestiona la inexistencia de una política productiva. Está embarcado en el objetivo de construirse como una alternativa electoral que contenga lo bueno de Milei pero que se desprenda de lo malo.

De Rivas, en Río Cuarto, también se siente obligado al mismo equilibrio. Su discurso se adapta en parte a la prédica de la época, con su acento en el orden social y la necesidad de equilibrar las cuentas aunque duela, pero lo matiza a la vez con elementos llaryoristas como, por ejemplo, el sostenimiento de la obra pública. En el gobierno municipal aseguran que, después de las restricciones de este año, en el 2025 empezarán a verse las obras. El primer ejemplo es el plan para pavimentar 100 cuadras que se anunció en los últimos días y que implicará una inversión de 6.500 millones de pesos.

A la hora de tomar decisiones, el actual intendente tiene menos aversión que Llamosas a pagar costos políticos. Dice que si está convencido de una medida avanza aunque contenga riesgos. Esa definición tendrá una primera prueba: será cuando lleguen los cedulones con los aumentos de impuestos que el oficialismo aprobó en el Concejo. La suba de tasas no suele generar consecuencias cuando se vota, sino cuando se manifiesta ante los ojos de los contribuyentes. En el gobierno no descartan que pueda haber algún cimbronazo por los incrementos, algunos de los cuales superarán el 500 por ciento, pero confían en poder explicar que es un esfuerzo necesario para sostener la prestación de los servicios.

Desde Córdoba, hubo un guiño a la decisión. “Lo peor que puede pasarle a un gobierno no es aplicar un aumento de impuestos, sino quedarse sin plata”, señalan desde el Panal.

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