Cumple 30 años de profesión. Cuando tenía 18 años el servicio militar podría haber sido un camino, sin embargo no fue seleccionado para ello. Apremiaba elegir una carrera y llegó a la medicina “sin demasiada vocación”, según cuenta. “Siempre pensé en ser guarda parque, pero tenía que tener 21 años y tenía 18, dije ‘voy a hacer medicina que también me va a servir para ayudar gente en la montaña’ y finalmente me encanta esta carrera”.
El Dr. Fernando Bordese (MP 21081/4) estudió en la Universidad Nacional de Córdoba, llevó adelante su especialidad en Medicina Interna en el Hospital San Roque primero y luego en el Hospital de la ciudad de Río Cuarto, donde asegura que pasó “por todos los roles”. Se desempeña en diferentes instituciones de la ciudad y hoy ejerce su profesión desde Humane con un sistema que pone a la persona en primer lugar. También participó en diversas investigaciones científicas, hoy forma parte del Centro de Investigación de Instituto Médico Río Cuarto.
¿Qué es la medicina interna?
-Tiene una mirada más holística, ve al hombre en su totalidad y no estudia un órgano particular, como la cardiología con el corazón. La medicina interna ve a la persona como una integridad, no solo una persona integrada en todos sus órganos, sino la persona integrada en su ambiente.
-El clínico tiene una especialidad horizontal. La cardiología es vertical, por ejemplo, el profesional sabe mucho de un órgano que es el corazón, y así con todos. La medicina clínica, al igual que la pediatría con quien compartimos esta característica de horizontalidad, tiene que tratar de saber de todos los órganos, mientras más sepamos mejores clínicos somos.
¿Cómo compensas el consultorio con la vida al aire libre?
-Me encanta la medicina, es un balcón único para escuchar lo que le pasa a la gente y desde ese lugar intentar ayudar, pero también siento mucho encierro. Por eso disfruto mucho de la naturaleza, es uno de mis hobbies irme a la naturaleza, sobre todo el montañismo, ahí compenso un poco ese deseo inicial de ser guarda parque.
¿Qué es lo que más disfrutas del consultorio?
-El atrayente que me gusta de la clínica interna es que cada vez que abro la puerta es un mundo desconocido. Viene gente con problemáticas variadas, algunos para prevención. Eso hace que haya un dinamismo en cómo uno aborda a cada paciente. Es muy variante, es una historia de vida cada vez. La mirada de la medicina clínica no es ver un órgano sino ver una persona. Esa es la tarea que desarrollamos en el consultorio.
El chequeo general es cada vez más o menos frecuente en las personas
-Yo veo que la medicina va detrás de esta sociedad posmoderna, la misma medicina desmerece cada vez más este acto de venir a sentarse a tener una charla con su médico, hoy la gente quiere que yo le haga el pedido por Whatsapp y le mande el resultado de sus estudios por Whatsapp, se puede hacer, se facilitan tiempos, pero también se pierden. Porque justamente la riqueza de la medicina clínica es percibir en la charla esas cosas no visibles que pueden darse no solo en la comunicación verbal sino también en la gestual, saber si la persona esta angustiada, si duerme bien, necesitamos de esos espacios que se abren para comunicar realmente lo que le pasa a esa persona.
-No disminuyo el aporte que nos hace la tecnología, pero en sí la salud no se agota en una cuestión tecnológica, la problemática de un paciente es mucho más amplia. En un laboratorio, por más que midamos hormonas, no vas a poder ver la angustia de una persona. Eso hace que se necesaria la visita, y yo creo que la gente está dejándolo de lado eso.
¿Cómo nos atraviesan las rutunas y las formas de vida?
-Eso tiene total pertinencia con la clínica médica, nosotros en la medicina nos basamos mucho en la biología, lo que nosotros vemos como médicos, pero eso es una parte de la enfermedad que puede haberse generado mucho antes en otras situaciones bajo condiciones diferentes. Por eso la medicina también implica lo biográfico de una persona, que es su historia, y también lo social que es su trabajo, si vida familiar, su situación económica.
-Todo esto influye en la enfermedad. Es muy frecuente que el paciente te cuenta que durante las vacaciones el dolor se va, el síntoma pasa, y eso claramente significa que algo tiene que cambiar en la rutina de la gente, algo lo está enfermando.
¿Sos un poco psicólogo?
-Tenemos que serlo desde la escucha, tenemos pocas posibilidades de resolver esas causas de estrés en la gente, pero podemos reconocerlas y eso ayuda mucho. Una persona que vive sometida al estrés desarrollará un cuadro patológico, por ejemplo, puede generar una liberación de más ácido estomacal que terminará en una úlcera o una gastritis, pero con una pastilla resolvimos parcialmente el problema, no vamos a modificar las causas que generaron ese problema.
¿Cómo te impactó la pandemia?
-Fue fuerte en muchos aspectos, ver personas desbordadas en ansiedad, en dudas, en incertidumbre que nos tuvo a todos en vilo. Era mucha la cantidad de preguntas, tanto los clínicos como los neumonólogos nos vimos desbordados, fue algo inmanejable, hubo meses desbordantes. Muchos controles se vieron demorados. Y la gente que murió, jóvenes, adultos mayores, amigos, fue un impacto muy fuerte.
¿Cómo es tu capacitación?
-Uno se recibe y después la capacitación es permanente, yo siempre me llego algún caso para leer en casa. Ahora estoy por entrar en un curso de la conciencia del ser humano y neurociencias, más allá de aplicarlo a la clínica o no, es un tema que me interesa personalmente.
¿Qué opinas de las terapias complementarias?
-Se ve mucho en el paciente la práctica de ese tipo de terapias. Mientras no le haga mal a la persona esta bárbaro, pero hay un límite muy finito que es la responsabilidad de tener una evidencia científica sobre lo que yo indico hacia otro, para eso tengo que tener un respaldo concluyente para saber que lo que indico está bien. Este tipo de terapia carece de esa evidencia, acepto pero no las indico. Si no les es dañino, bienvenido sea.
¿Cómo ves el futuro de la medicina interna, hay estudiantes?
-No hay tanto acá en Argentina, sí en otras partes del mundo. Esto es porque hay muchas asimetrías económicas con otras especialidades, los jóvenes no eligen esta especialidad, nos vamos a quedar sin clínicos y sin pediatras a la brevedad, es algo que me preocupa.
Esta falta de miradas, estas tres dimensiones que se pierden, es algo que preocupa. No pasa todo por cobrar la consulta, si no nos sentamos un rato a charlar de cómo estas, de cómo te sentís, de qué comes y de cuánto dormís. Hasta un mini silencio te sirve para decir algo que termina cambiando el curso de un estado de salud, he visto personas que vienen y lloran a un hijo que murió hace 10 años y a partir de ahí se le acabó la gastritis.
Se genera un espacio que no puede desaparecer
-Si dejamos de lado ese espacio en esta modernidad tan veloz vamos a perder cosas que hacen a la salud de la gente y sobre todo los comienzos de la enfermedad, ese momento nos permite no llegar a momentos críticos cuando la arteria ya está tapada.
-Tenemos que tener una escucha atenta del paciente, ese es el rol del clínico que no se ve mucho.
Por Fernanda Bireni