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Mes de la mujer: un proceso de igualdad sin pausa, pero con deudas

Al echar la mirada hacia atrás se observa un descenso sostenido de la fecundidad, una mayor sobrevida respecto a los varones y una creciente presencia relativa entre los grupos de edad más avanzada. También más educación

Los cambios sociales no se producen de la noche a la mañana ni de forma casual: se producen en períodos más o menos prolongados de tiempo y fruto de movimientos que suelen comenzar en espacios reducidos que luego van escalando por efecto simpatía a medida que distintos sectores sociales van tomando como propia la iniciativa de origen. Ese proceso incluye cambios, adaptaciones a lo largo del proceso.

En la Argentina, el necesario avance de la mujer sobre fronteras forzadas y artificiales no tiene pausa y, con certeza, aceleró en las últimas décadas. Y así lo demuestran una serie de estadísticas que no son posibles de sopesar en el día a día, pero cuando el punto de referencia se aleja, se observan con nitidez. Hay algunos datos contundentes: un descenso sostenido de la fecundidad, una mayor sobrevida respecto a los varones y una creciente presencia relativa entre los grupos de edad más avanzada, aparecen entre ellos.

Desde el punto de vista demográfico, en el último Siglo, la población femenina pasó de ser minoría a una clara mayoría en gran parte del país. Actualmente, no hay distrito provincial en el que las mujeres no sean mayoría. Sobre ese dato existe el índice de feminidad que establece una relación entre mujeres y varones. De acuerdo al censo de 1914, muchas jurisdicciones tenían más hombres que mujeres, especialmente en la Patagonia pero también en CABA, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba o Santa Fe. En aquel momento había en Córdoba 90 mujeres por cada 100 hombres; hoy la ecuación muestra que hay 107 por cada 100. Ese valor es uno de los más altos del país después de CABA que cuenta con 117.

“En Argentina la población registra una mayor presencia relativa de mujeres. Esta feminización es producto de los cambios en los fenómenos demográficos, principalmente asociados a una mayor esperanza de vida femenina”, explica un reciente trabajo estadístico del Indec. Concretamente, un Siglo atrás las mujeres tenían una expectativa de vida de 40 años y los hombres de 39,5 años; actualmente esos valores cambiaron a 81,4 y 74,9 años respectivamente. Es decir que el horizonte de vida se duplicó en 100 años y se amplió la brecha a favor de las mujeres.

En el plano demográfico hay también un dato medular: las mujeres tienen un tercio de los hijos que tenían a comienzos del Siglo pasado. La tasa de fecundidad pasó del 6,2 al cierre del Siglo XIX y del 5,4 según el censo de 1914 al 1,9 en 2020. Entre fines del siglo XIX y mitad del siglo XX, el descenso de la fecundidad en Argentina se dio de manera intensa y precoz.

Por supuesto que un clásico en el que aún queda mucho camino por andar es en la inequidad de género laboral. En ese plano, las mujeres tienden a ser las principales encargadas de las tareas de trabajo no remunerado al interior de los hogares y, por ello, aun cuando cuentan con mayores niveles educativos, no logran un nivel de participación en el mercado laboral similar al de los varones. La organización del mundo del trabajo tiende a fomentar la inserción laboral de mujeres a sectores vinculados a los cuidados y en puestos de menor jerarquía. A su vez, cuando logran insertarse, presentan mayores niveles de subocupación horaria y desocupación, y menores niveles de ingresos, comparativamente.

Claramente, las mujeres se ven expuestas a distintos tipos de desigualdades que se articulan entre sí, lo que se traduce en acumulación de desventajas: aquellas con mayores niveles educativos o mejor posicionadas en la estructura de los ingresos cuentan con más recursos para lograr su autonomía; mientras que las mujeres peor posicionadas en la estructura social están expuestas a mayores obstáculos.

Educación

Las mujeres presentan mayores tasas de asistencia al sistema educativo formal que sus pares varones.

Durante la primaria los niveles son extremadamente altos en ambos casos, pero comienza a ampliarse la brecha a favor de las mujeres entre 12 y 17 años (97,1% frente a 95,6%) para desembocar en la educación superior con un nivel de asistencia del 52,1% en el caso de las mujeres y del 42,3% en varones.

Sin embargo, la posibilidad de acceder a los niveles más altos está estratificada por nivel socioeconómico.

Con relación a las carreras que estudian, las mujeres participan, en mayor medida, en las vinculadas a las ciencias humanas y de la salud.

Entre los 18 y los 24 años, las mujeres presentan tasas de asistencia al sistema educativo formal más elevadas que los varones.

Por esto último, las mujeres de 25 años y más alcanzan niveles más altos de educación formal que los varones.

¿Qué estudian las mujeres? Allí la tendencia es clara: mientras 74 de cada 100 inscriptos en Ciencias de la Salud son Mujeres, en Ciencias Humanas ocupan el 69,6% y el 59,3% en Ciencias Básicas. Pero en Ciencias Aplicadas son apenas el 38,4% de los alumnos que ingresan.

Desigualdades también según el estrato social

La participación de las mujeres en la educación, en la ocupación y en el trabajo no remunerado presenta diferencias cuando se toma en cuenta la posición socioeconómica, medida a través de características del hogar, como el ingreso y el clima educativo.

Mientras que 80 de cada 100 mujeres de 15 a 24 años del quintil de ingresos más altos asisten al sistema educativo, 61 de cada 100 del quintil más bajo lo hacen.

Por otra parte, la tasa de empleo de las mujeres de menores ingresos es 26 puntos porcentuales (p.p.) menor que la de aquellas del quintil más alto.

Las mujeres mejoran su participación laboral

La participación de mujeres asalariadas en el sector privado de la Argentina se ubicó en 33,6% en octubre pasado, lo que representa un incremento sobre el porcentaje que se verificaba en septiembre del año 2019 (33,4%), según los datos difundidos esta semana por la Secretaría de Producción.

"En octubre, la participación femenina en el empleo privado registrado presentó el nivel más alto desde la prepandemia", indicó el informe del Centro de Estudios para la Producción (CEPXXI) de la Secretaría de Producción del Ministerio de Economía.

En general la tasa de empleo de las mujeres (47,1%) se mantiene por debajo de la de los varones (65,7%).

El índice de desempleo "fue de 7,1%, una de las más bajas después del período 2011-2015" y se redujo respecto al tercer trimestre de 2021 (8,2%).

La tasa de desempleo sigue siendo mayor en mujeres (7,8%) que entre varones (6,5%), y en ambos casos se verificó una merma interanual, ya que en el tercer trimestre del año 2021 la tasa de varones era de 7,7% y la de mujeres 9,0% .

Mercado complejo

El informe precisó que en el tercer trimestre del año pasado la tasa de empleo, que es la proporción de población ocupada en la población total, fue del 44,2% “la segunda mejor cifra desde el año 2003”. La cantidad de personas asalariadas en el sector privado aumentó en la comparación interanual, ya que en el tercer trimestre del año 2021 el indicador se ubicaba en 42,9%, por lo que sumó en un año unas 783.800 personas con empleo.

En la segmentación por género binario, la tasa de empleo de varones pasó del 63,7% del año 2021 al 65,7% del año pasado y en el caso de las mujeres creció de 45,9% al 47,1%.

"Datos del empleo asalariado privado registrado a octubre muestran que los puestos de trabajo femeninos representaron el 33,6% -valor similar a la pre-pandemia (febrero de 2020)", indicó el informe.

Esta participación de las mujeres en el mercado laboral asalariado registrado del sector privado marcó un incremento interanual, ya que en octubre del año 2021 se ubicaba en 33,1% y en el mismo mes del año 2020 en 33,2% .

Participación con desventaja en el trabajo

La participación en el mercado laboral favorece la autonomía económica de las mujeres y mejora su posibilidad de generar un ingreso, tener protección social, redes de sociabilidad y reconocimiento social de las actividades que realizan.

Sin embargo, esta participación se da en condiciones de desventaja: en comparación a sus pares varones, las mujeres presentan mayores niveles de desocupación y subocupación, se encuentran concentradas en ciertas ramas de actividad (segregación horizontal) y acceden en menor medida a puestos altos en la estructura jerárquica (segregación vertical).

Estas diferencias se expresan en las brechas de ingresos que se observan en general en las distintas ramas de actividad económica del país.