“Un amor para decir te espero,
una piel donde aprender fragancia,
un azul para volver,
un sinsonte para ser
y un danzón para bailar el ansia”, dice Silvio Rodríguez en “Danzón para la espera”, uno de los principales temas del nuevo disco del cantautor cubano, lanzado días atrás y puesto a disposición de sus seguidores en las redes: “Para la espera”.
Si bien es un disco que surge en un contexto difícil para todos por la pandemia, y que fue armado, como dice el músico, sin tanta planificación, una vez más nos deja a todos pensando en cada verso. Sus canciones, que quizás se buscaron entre sí para devolvernos una vez más la magia de su poesía, la dulzura de sus reflexiones y una intimidad que se genera con la voz y la guitarra del guajiro de San Antonio de los Baños.
Tal vez esa magia a la que refiero también influyó para que pudiera llegar a él. Que este desconocido periodista del interior del interior en Argentina tuviera acceso a unas preguntas con Silvio. Con la mediación de un amigo en común, otro gran artista ariguanabense como lo es Ángel Boligán, accedí a este hermoso regalo que me dio mi profesión, y pude darme el gusto de entrevistarlo. Los envidiosos dirán que es por el tiempo que brinda la pandemia como para poder hacer una devolución a mis preguntas, pero la inmediata respuesta a mis gestiones y las magníficas palabras en cada respuesta, agrandaron la imagen que tenía de Silvio.
No tuve la suerte de crecer en un hogar donde se escuchara su música, fui de aquellos que se encontraron con sus acordes y sus versos recién a edad universitaria, de los que inevitablemente dan con sus canciones cuando comienzan a soñar con un mundo más justo, más “sincero”, “para llegar al fondo de algunos asuntos hay que pasar por capas que ocultan” dirá avanzada la entrevista. Es por esto que por momentos, debo reconocer, me intimidó la elección de las preguntas que le haría. De todas formas, sus respuestas enaltecieron cualquiera de mis errores periodísticos.
- En un contexto complicado a nivel mundial se anima a lanzar “Para la espera”; ¿influyó la pandemia en algún aspecto de la creación del disco o en retoques finales?
- Sin la pandemia, “Para la espera” no hubiera existido, o al menos no así, ni en este preciso momento. Son temas que llevo 10 años grabando y voy metiendo en una carpeta. Por aportar algo que ayudara, en estas condiciones, junté unos cuantos de esos temas y eso resultó. La unidad consiste en que todo está compuesto y grabado por la misma persona, casi con la misma guitarra, en el mismo estudio y con la misma ingeniera de sonido.
- ¿Tiene otros discos esperando para la difusión cuando se supere esta situación?
- Tengo al menos 4 discos más entre manos: uno grabado hace más de 25 años con Diákara, grupo que ayudé a fundar junto al gran percusionista Oscarito Valdés, ya fallecido; otro con el trío Trovarroco, de Villa Clara, reforzado con percusión y flauta; una compilación de temas inéditos, compuestos en el siglo XX y que por ahora se llama “Pendientes”, y, por último, hay un grupo de canciones más nuevas, que he estado grabando con los músicos que me acompañan desde hace años.
- ¿Cree que realidades como la de esta pandemia inciden en los procesos creativos de los artistas?
- Siempre he oído decir que en los tiempos de crisis el arte se enriquece. Puede que sea cierto. Cabe pensar que en momentos de angustia o de reclusión obligada los creadores dediquen más tiempo a ordenar ideas. Tiene sentido.
- Mucha gente en sus aislamientos encontraron contención en el arte, ¿qué reflexión le genera ese poder del arte para la expresión de tantos nuevos artistas?
- Usted ha dicho una palabra clave: contención. Y es que en los inicios uno le da valor al temperamento, pero con el tiempo va viendo que los grandes intérpretes de la música logran una especie de control. Pienso en instrumentistas capaces de poner la más depurada técnica al servicio de las muchas gamas que tiene lo expresivo. Lo de “tantos nuevos artistas” me hace pensar que siempre hay muchos nuevos aspirantes. No sé si ahora se note más, por la posibilidad de trascender por internet, al margen de la llamada industria del espectáculo.
- ¿Considera que será difícil volver como sociedad a la "normalidad"? O, quizás, ¿habrá una nueva "normalidad"?
- Es una pandemia en un mundo interconectado como nunca antes. Eso sin duda contribuye a una conciencia universal del estremecimiento. Otra cosa es que parece que vamos a tener que vivir con esto, que ya es endémico, como la gripe, aunque con un nivel de contagio superior. Ojalá la nueva normalidad incluya más altruismo, más recursos de salud para los millones que no tienen; que tenga menos gastos en lo que mata y más en lo que cura.
Viene la cosa
“Viene la cosa,
por más que sea injusta y ofenda;
viene la cosa
a exhibir desparpajo total;
Viene la cosa
invocando lo que le convenga,
porque ha pasado de moda
la noble moral.
...
Porque viene una cosa
que sólo la sinceridad
destroza”.
El nuevo disco de Rodríguez tiene entre las dedicaciones a Luis Eduardo Aute y al argentino Marcos Mundstock, fallecidos recientemente. Incluso uno de sus temas, “Modo Frigio”, luego de componerlo pensó en que quedaría bien en la interpretación de Alberto Cortez. Silvio asegura que el cantante argentino en escenario era fascinante, se convertía. “Cuando lo terminé me asaltó la impresión de que podía haber sido de él, por su dramatismo”, indicó el cantautor, y agregó: “Por eso se lo dediqué. Una pena no haber podido regalárselo”.
- Recuperando este estilo clásico de voz y guitarra en "Para la espera", ¿encuentra que se logra cierta intimidad con quien oye las canciones?
- Es que yo compongo con la guitarra, siempre lo he hecho así. Después le agrego otros instrumentos o lo comparto con amigos músicos. No lo hago buscando algo especial. Es mi manera de acercarme a la música, soy un trovador.
- Escuchar este disco, como me ocurre con sus otros trabajos, me lleva a pensar en una radiografía del mundo y sociedad actuales. Quizás es algo que busca en todos sus discos, al tratar temas que pueden ser muy simples o complejos, concretos y abstractos, según la lectura. ¿"Para la espera" apunta a ser una lectura de la realidad actual?
- La verdad es que “Para la espera” es el disco menos pensado de los que he hecho. Por supuesto, esas canciones están motivadas por asuntos humanos y pueden tener muchas lecturas. Yo prefiero que cada cual haga la suya. Son como extravidas que tienen las canciones, porque uno las muestra pero ellas después adquieren vida propia.
Una de las canciones que componen este nuevo disco se llama “Viene la cosa”, y en otras entrevistas Silvio ha indicado que esa “cosa” reescribe el pasado, intentando imponer un relato, de algo que quizás no fue el que vivimos, sino el que nos quiso escribir.
- Esa "cosa" que viene, a la que refiere en el disco, ¿viene o ya ha llegado? ¿Puede ser que ante todo, la sinceridad sea lo único que nos salva?
- Lo de la sinceridad es porque para llegar al fondo de algunos asuntos hay que pasar a veces sobre capas que ocultan, a veces sobre tabúes e idealizaciones. Pero lo de “la cosa” es una forma de usar un decir popular que hay en Cuba. A mí se me ocurrió cuando me contaron que en una peluquería de La Habana vieja el barbero había puesto un cartel que decía: “Prohibido hablar de la cosa”.
- En lo personal, como me suele ocurrir con sus canciones, encuentro hasta dulzura en temas que pueden dar temor. ¿Será que hasta en lo feo hay algo como para encontrar belleza?
- Teresita Fernández, una trovadora cubana que fue una referente para mí, escribió un tema que se llama así mismo: “Lo feo”. Y dice: “A las cosas que son feas/ ponles un poco de amor/ y verás que la tristeza/ va cambiando de color”.
La canción “Modo frigio” surgió en uno de sus sueños, y asegura que es muy frecuente que lleguen a él letras y melodías en su descanso. “Algunos temas, sobre todo musicales, se me aparecen en sueños. Y lo he dicho de forma muy explícita. Un ejemplo es ‘Sueño con serpientes’”, indicó Rodríguez.
Conteo atrás
“Mañana lo haré mejor,
mañana madrugaré.
Tengo clara la lección,
no la olvidaré.
Lo escribo aquí, como señal:
no quiero exceso de bondad
al hacer mi conteo atrás”.
Si bien “Conteo atrás” habla de un laburante que llega tarde para tomar su tren y lo pierde, lleno de gente más puntual que él, como toda su obra, como todo el arte, puede significar algo nuevo en quien lo toma. Quizás ocurre que una enseñanza muy concreta puede trasladarse a la vida y al mirar hacia atrás.
Aprovechando este encuentro virtual con Silvio le pregunté por sus orígenes, por su acercamiento a la música, y asegura: “En Cuba no hay que acercarse a la música: desde antes de nacer estás rodeado de ella, como si fuera un mar y tú una isla. Es raro encontrar alguien que no tenga aunque sea un mínimo de musicalidad. Todo el mundo baila, todo el mundo canta, todo el mundo toca algún instrumento, o al menos hace ritmos con los dedos sobre cualquier superficie”, indica Rodríguez, para concluir: “Es un país así”.
Ese país por el que luchó y lucha constantemente, por el que escribe, incluso algunos proyectos que van más allá de la música y que por el momento no tiene planes de publicar. Ese país que disfruta de su música desde hace más de medio siglo y que le vio crear más de 30 discos. Ahora se reencuentra con “Para la espera”.
- Con el paso del tiempo, ¿cambian las cosas que lo inspiran?
- Quizá el que cambia es uno, en cierto sentido. Cosas esencialmente muy parecidas siguen esperando a los que vienen. Ellos tienen la misión de cantarlas, a su manera y con los recursos de su tiempo.
- ¿Qué necesita el artista para cultivarse pensando en sus procesos creativos? ¿La lectura constante, escuchar a otros autores, aprender cosas nuevas?
- Siempre creo que leer, conocer el mundo, la historia, la geografía, la física, los períodos del arte, la literatura, el cine, la poesía, la danza, lo que una vez se definió como las bellas artes. Mientras más se conozca lo que pasó antes de que uno llegara, socialmente, en la conciencia, en lo armónico y en lo contradictorio, más materia prima se va a encontrar, más vínculos se podrán descubrir, más universos comprender y hasta inventar.
- ¿Suele volver en el tiempo a sus canciones anteriores? ¿Coincide con las cosas que escribió años atrás o va cambiando en su mensaje?
- Sobre todo cuando uno lleva mucho tiempo trabajando, la gente suele identificarte por ciertas señales. Eso compromete, pero creo que el exceso de armonía hay que ponerlo en tensión. Está bien la identidad; es hasta un privilegio que algunos buscan y jamás consiguen. Pero para avanzar son necesarias las rupturas. No sé si le pasará a todo el mundo. Sólo puedo hablar por mí mismo. Creo que vivir sin riesgos es aburrido, mucho más en materia artística.
- ¿Cómo ve a Cuba en la actualidad? ¿Qué aspectos deben aggiornarse en relación a lo que fue ese primer sueño de revolución?
- Veo que emplea un término usado por la iglesia. Respeto a la gente de fe, pero en materia de justicia social prefiero ser más objetivo. Lo que se sacraliza se inmoviliza, y la inmovilidad todos sabemos lo que significa. La revolución cubana, en algunos sentidos, tiene que reinventarse, como han tenido que reinventarse otras verdades al paso de las eras. Sin dejar de soñar, incluso lo imposible, por supuesto.
San Antonio de los Baños, a 20 kilómetros de La Habana, cuenta con un río dentro de un bosque que se mantiene por manantiales. Nace y termina en una cueva (del Sumidero) en el mismo territorio, para pasar a ser subterráneo. El río Ariguanabo es parte de la vida de quienes viven en San Antonio, y en los últimos 15 años se descuidó y corre el riesgo de desaparecer. Era una fuente de agua muy limpia donde todos los habitantes de la localidad iban a pescar o aprendían a nadar, pero comenzó a contaminarse y un grupo de artistas del lugar, sumado a ecologistas y especialistas de diferentes disciplinas, se organizó para rescatarlo. Lleno de verde por la vegetación que lo rodea, el río encontró en los ariguanabenses la ayuda que esperaba.
Es importante tener en cuenta que no es frecuente que Cuba cuente con fundaciones, considerando que estas entidades deben tener vinculación con organismos del Estado. Así se constituyó la Fundación Ariguanabo, una de las pocas en la historia del país centroamericano, que tiene como presidente al doctor en Ciencias Biológicas Giraldo Alayón García, amigo de Silvio desde la infancia.
- Junto a otros vecinos de San Antonio se unieron en la fundación, ¿en qué consiste la iniciativa y qué respuestas han tenido a sus pedidos?
- Es necesario el apoyo estatal, pero creo que se trata más de dar que de pedir. La Fundación Ariguanabo está tratando de encontrar formas de aportar en una realidad muy adversa, sobre todo bajo un bloqueo brutal a nuestro país, lo que nos afecta en todos los órdenes de la vida. Queremos salvar el río, pero también crear una conciencia ecológica es algo estratégico. En la medida que consigamos esto vamos a demostrar que valió la pena; es la única forma de que el proyecto continúe después de nosotros.
- ¿Qué es el río para ustedes y cuánto influye en sus inspiraciones, en su arte?
- Somos de un pueblo que se hizo allí porque existía ese río. Lo vemos como parte de nuestra razón de ser.
- Su voz siempre ha sido tomada como referencia no sólo en la poesía de sus letras, sino también en el compromiso por causas sociales. ¿Cuál debe ser ese lugar del artista para la denuncia, para dar voz a los que no tienen, para la lucha?
- No me siento capaz de decir cuál debe ser el lugar de otra persona. Siempre he tratado de estar donde me he sentido más útil, y al mismo tiempo donde me ha parecido que puedo hallar más belleza.
- ¿Toma dimensión de lo que generan sus canciones en tanta gente de todo el mundo?
- Es una gran suerte, un privilegio, hacer lo que a uno le gusta y que además eso sirva de compañía a las personas. No sé a qué, o a quién, tendría que agradecérselo.
“Después de vivir me queda una hora,
antes de darme al sueño.
Después de vivir y estar a solas,
sin brújula y sin puerto.
…
Allí confirmo lo que hay que salvar.
Por ejemplo, lo que sé:
mi buena suerte para encontrar
de todo, incluso lo que no fue”.