El primero de esos logros es de orden político, en el que Milei venía sin poder convertir. Hasta aquí habían sido todos fracasos en el terreno de las interacciones con otras fuerzas, negociaciones y acuerdos. Tal vez el cambio de Guillermo Francos por Nicolás Posse contribuyó en ese sentido. La salida de alguien sin voz pública y el ascenso de un experimentado negociador haya servido, al mismo tiempo que fue la admisión de que más allá de la diatriba contra los políticos, no se puede gobernar en democracia sin hacer uso de las herramientas que brinda la política y más cuando se está en franca minoría parlamentaria y con aliados frágiles y volátiles. Francos tenía la misión de sostener las negociaciones aún por debajo de las luces y los dardos surgidos desde la propia Casa Rosada para sacar a flote lo que para el Gobierno era imprescindible: la Ley Bases y el paquete fiscal, aún con modificaciones como tuvo en el Senado. ¿Qué sensación iba a provocar un nuevo revés parlamentario? Ya los mercados venían sensibles y de hecho, más allá de una primera reacción positiva que se dio con baja del dólar blue y del riesgo país, ambos indicadores retornaron el camino al alza en los días posteriores a la sesión de la Cámara Alta. No le sobra nada a la política económica y sus equilibrios macro. Claramente hoy muchos de esos indicadores lucen mejores de lo que lo hacían en 2023, pero eso no quiere decir en lo más mínimo que haya problemas estructurales solucionados. Eso requiere de una fase nueva. Algo de eso anticipó ayer el economista Fausto Spotorno, que remarcó que hasta aquí se vio “la política económica de Caputo, ahora viene la de Milei”. Habrá que ver la letra chica para saber si esa transición implicará mejoras, especialmente en la economía real, que sigue crujiendo.
Habrá que ver la letra chica para saber si esa transición implicará mejoras, especialmente en la economía real, que sigue crujiendo.
Sin ir más lejos, ayer las ventas por el Día del Padre volvieron a mostrar números en rojo: fue caída del 10,2% respecto a la misma fecha del año pasado. Pero hay detrás de ese dato, una sensación de los comerciantes que resulta elocuente: el 71% esperaba ya vender por debajo de 2023. Persisten, por amplia mayoría, las malas expectativas en el corto plazo. El 29% restante, según Came, se sorprendió porque esperaba mejorar las marcas del año pasado y al final de la semana se encontró con números en sentido contrario. Era el grupo de los optimistas.
Todo esto no deja de ser parte de la segunda buena noticia de la semana pasada, la referida al proceso inflacionario. Si se toma el 25% de alza en los precios con que inició en diciembre la gestión y se observa el 4,2% de mayo, claramente hay una mejora sustancial. De manera aislada, el 4,2% sigue siendo un valor muy elevado, especialmente para ingresos que ya no resisten más y están con sensación de corte permanente.
Pero como bien lo señaló el economista Julián Rojo, especialista en energía, ni bien el Indec dio a conocer el nuevo valor: a eso le falta todavía la recomposición tarifaria que para los sectores medios y bajos de la sociedad promete ser significativa, tanto en electricidad como en gas. La cuenta no es compleja: a más dinero destinado al pago de las facturas, las familias deberán ajustarse aún más en otros costos y consumos. El incremento en las facturas puede funcionar entonces como un factor que agudice la evidente recesión que hasta acá es el principal factor de control de precios: los precios se desaceleraron a la velocidad del deterioro de los bolsillos. No hay precios por encima de la capacidad de convalidación porque esa opción implicaría no vender.
Sin embargo, la complicación adicional es que para las pymes comerciales, industriales o de servicios, el escenario es de caída fuerte de ventas con costos que no detuvieron su marcha (y más si algunos dependen de la cotización de los dólares). Eso muestra primero la capacidad de resistencia de cada organización hasta que finalmente puede llegar el momento del achique, lo que pone al capítulo del personal como opción. De hecho, los últimos datos de empleo empezaron a mostrar ya una sangría en ese sentido. El sector privado, que hacía más de una década que no generaba nuevos puestos, ahora comenzó a perderlos.
El sector privado, que hacía más de una década que no generaba nuevos puestos de trabajo, ahora comenzó a perderlos.
En ese marco, la expectativa central del Gobierno es que la baja inflacionaria le abra un margen a los salarios para comenzar a reponerse, es decir, a subir por encima de esos datos. Por ejemplo, que en mayo hayan crecido por arriba del 4,2%. Sin embargo, ¿cuántos sectores y empresas estarán en condiciones de aplicar esas mejoras con el escenario que vienen transitando incluso antes de la asunción de Milei? Claramente hay una división de aguas: las que venden al mercado interno y las que tienen capacidad exportadora. Son dos realidades bien diferentes. De todos modos, aún las que exportan hoy no gozan de altos precios en los mercados mundiales; ni siquiera los del agro. Una de las razones por las cuales la liquidación no fluye como se esperaba.