Normalmente, en las elecciones municipales vota menos gente: en el 2016 concurrió el 63 por ciento del padrón y en 2020, en plena pandemia, el porcentaje cayó a su piso histórico:menos de la mitad de los riocuartenses fue a las urnas. ¿Dónde estará la línea hoy?¿Más cerca de su media histórica o de su punto más bajo? No se trata, aseguran dirigentes y encuestadores, de un dato inocuo o anecdótico sino que puede convertirse en un factor clave.
Fue un proceso atípico, que rompió algunos parámetros. Por ejemplo, el hecho de ser oficialismo suele ser unificador: el poder aglutina. Las dispersiones suelen afectar a la oposición. En Río Cuarto, en esta ocasión, ocurrió lo contrario: el peronismo, después de haber logrado el hito de hilvanar dos gestiones consecutivas, se fracturó y pasó de un triunfo casi seguro a autohabilitarse la posibilidad de la derrota. No hubo poder terrenal que hiciera bajar a Adriana Nazario de su candidatura y terminó yendo con una fuerza política endógena, que sumó muy poco por fuera, pero que implica un riesgo para Hacemos Unidos.
El oficialismo se abroqueló detrás de Guillermo De Rivas, que no sólo tuvo el apoyo de Juan Manuel Llamosas sino también del gobernador Martín Llaryora y hasta del propio JuanSchiaretti, el político con mejor imagen en la ciudad, incluso por encima de Javier Milei.
Por las últimas horas, los funcionarios y dirigentes municipales estuvieron llamando uno por uno a sus contactos para pedirles el voto.
Una de las incógnitas centrales de la elección de hoy es qué efecto final generará esa división: es evidente que equilibró el panorama pero todavía resta saber si será un elemento que condenará al oficialismo o si sólo se trató de un factor de complicación.
Quien tiene atada su suerte a lo que ocurra en las urnas es Juan Manuel Llamosas, que en su doble rol de intendente y presidente del partido carga con una responsabilidad particular sobre su espalda. Su futuro inmediato en el esquema de poder provincial -es legislador con licencia pero siempre sonó para un cargo en el gabinete de Llaryora- seguramente dependerá en buena medida de lo que ocurra este domingo.
Para el gobernador, la votación de hoy, que es su primer test electoral, también implica un desafío. Primero, porque naturalmente una votación en la capital alterna es importante para la Provincia. Pero, además, porque Llaryora demostró ser de esos políticos que juegan a fondo: llegó a la ciudad casi todas las semanas con anuncios y definiciones, su cara estuvo en los carteles y participó de un spot junto a De Rivas, y su equipo político tuvo una incidencia directa en la estrategia de campaña.
Por estas horas, y desde hace días, funcionarios de primera línea están instalados en Río Cuarto para no dejar ningún detalle sin atender. El oficialismo estuvo haciendo en el tramo final una campaña de corte artesanal, como antes: los funcionarios y dirigentes municipales se pasaron el fin de semana largo llamando o enviándole mensajes de WhatsApp a cada uno de sus contactos para comprometerlos para hoy. Es una estrategia de cuchillo entre los dientes.
Llaryora trató de interponerse en el tradicional eje que aparece en cada elección:continuidad o cambio. El gobernador, con su estrategia, intentó generar en los riocuartenses la idea de que para la ciudad, más allá de la imagen positiva o negativa que tenga la gestión que se acaba, es tanto o más relevante mantener la línea de continuidad con el gobierno provincial. “En equipo siempre es mejor”, insistió el oficialismo.
Es decir, el concepto es que no solamente se elige un intendente sino un combo de conveniencia.
En la oposición hubo un movimiento contrapuesto al del oficialismo: cuando todo parecía indicar lo contrario, el radicalismo unió sus fragmentos y conformó una lista de unidad. Parodi sostuvo una ripiosa negociación con Abrile, a pesar de que habían quedado rencores desde la interna del año pasado, le abrió la lista e hizo todo lo posible para llegar a un acuerdo. El médico terminó encabezando la lista de concejales y fue un protagonista importante en la campaña. Es decir, la oposición hizo lo que debía hacer para tener la chance cierta de alcanzar el poder.
Primero Río Cuarto, que abandonó el sello del extinto Juntos por el Cambio, pareció haber aprendido de sí mismo y de sus errores de 2020, cuando la pandemia lo puso inesperadamente a las puertas de una victoria y su propia división lo dejó con las ganas del batacazo. Ahora, cuatro años después, habrá que ver si le alcanza.
Otro factor que seguramente incidirá en el resultado será la concentración o la dispersión del voto. La atención se ha centrado en tres candidatos pero hay una constelación de alternativas que muerden del mismo universo de votos. Y de la magnitud de su mordisco puede depender la suerte o la desgracia de los candidatos principales. Por ejemplo, si Mario “El Libertario”Lamberghini consigue captar con su discurso mileísta algo del descontento de época con la política podría contribuir a atomizar el voto opositor.
Ese es un elemento que también sobrevuela la elección pero que ha sido imposible de descrifrar durante la campaña:en qué medida el escenario nacional pero sobre todo la predisposición negativa de una porción jugosa del electorado hacia la política tendrán incidencia en el resultado. El contexto nacional y el mileísmo estuvieron presentes como marcos conceptuales:en la campaña aparecieron la casta, la mala política, la identificación del Estado con todo lo negativo que les pasa al país y a los ciudadanos. Todos los candidatos buscaron despegarse de esas categorías:si alguien era casta, se trataba de otro, de alguno de los adversarios. Lo que aún está por definirse es en qué medida ese marco general influirá en la configuración del voto riocuartense.
En su última semana, Parodi apeló fuertemente a identificar al oficialismo con la vieja política, clientelar y asistencialista, pero no queda del todo claro si activar ese sentimiento antipolítico, tan visceral, terminará direccionando una fracción del voto hacia él o hacia alguna otra de las opciones del arco opositor.
Los ejes por los que circularon las campañas de los candidatos fueron casi calcados: todos hablaron de inseguridad, de presión impositiva, de eficiencia del Estado, de achicamiento del gasto y de los servicios públicos. Pero las elecciones rara vez suelen definirse por las propuestas sino fundamentalmente por las conexiones, por la capacidad de interpretar a nivel personal y político un momento de la sociedad.