Opinión | Río Cuarto | Guillermo de Rivas | Javier Milei

La pelea por Río Cuarto en pleno vendaval

El mapa del poder nacional se está reconfigurando con Milei. En la provincia, el oficialismo vuelve al doble liderazgo. Mientras tanto, arrancó la disputa por la intendencia en un escenario atomizado

El poder está cambiando. La irrupción de Javier Milei, que desestructuró el sistema político que se originó en 2003 y que perduró durante 20 años, dio paso a una sucesión de interrogantes inquietantes:¿Cómo gobernará? ¿Cuáles de las disrupciones que prometió podrá llevar a la práctica y cuáles quedarán como una anécdota de campaña?¿Cómo administrará su debilidad legislativa? ¿Qué margen de tolerancia tendrá una sociedad ya agobiada si se cumple el pronóstico del presidente electo de que al país le esperan al menos seis meses de sangre, sudor y lágrimas?

Milei es, obviamente, un fenómeno extraño, inusual. Sólo posible en condiciones extremas como las que vive el país. Las encuestas indican que la mayoría de la población deposita esperanzas en el libertario: el último sondeo de CBConsultora marcó que el 66,8% de los argentinos tiene expectativa positiva con respecto al nuevo gobierno;son 10 puntos más de los que obtuvo el economista en el balotaje.

Pero esa construcción de expectativa positiva se produce a pesar de Milei, a pesar de un discurso plagado de negatividades y vaticinios sombríos:habla de 6 meses de alta inflación combinada con estancamiento y por lo tanto de crecimiento de la pobreza, de un ajuste de shock pero con resultados recién a los dos años, de un verano tortuoso atravesado por la falta de energía. El nuevo presidente, que tiene elementos del menemismo en varios sentidos, no cree necesario reeditar aquella máxima del riojano:“Estamos mal pero vamos bien”. Ninguna perspectiva de alivio.

Mientras tanto va hilvanando por primera vez una estructura de poder. Lo viene haciendo con idas y vueltas, con más casta de lo que se preveía, pero con un evidente sentido del pragmatismo.

El proceso que derivó en Milei no sólo lo llevó al poder a él sino que, además, está desencadenando, previsiblemente, una reconfiguración de los dos grandes polos políticos conformados por Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. ¿Qué quedará de ellos?Es una de las grandes incógnitas de la política argentina;todavía es poco lo que puede vislumbrarse porque el tsunami aún está en desarrollo.

Córdoba tuvo una participación gravitante en el proceso. Primero por la participación de JuanSchiaretti y, después, por el resultado que la provincia le ofrendó a Milei:aquí lo votaron 75 de cada 100.

El gobernador se alzó con un capital considerablemente mayor al que podría esperarse para un candidato que obtuvo 7 puntos en la primera vuelta. Se convirtió en un dirigente de alcance nacional: hoy está entre quienes tienen mejor imagen a nivel país y, sobre todo, es un protagonista del poder que viene.

Ese hecho alteró las previsiones originales sobre lo que tenía que ocurrir en la provincia: al inicio, se esperaba que el 10 de diciembre marcara el fin de un ciclo de 24 años en el que se turnaron y coexistieron el propio Schiaretti y José Manuel de la Sota.

Pero no hay fin de Schiaretti. Hay despedida de la gobernación, pero no fin. Al menos por un tiempo, el peronismo cordobés, o mejor dicho ese armado de poder que ahora se llama Hacemos Unidos por Córdoba, verá reeditarse aquella característica de un doble liderazgo. Martín Llaryora asumirá como gobernador dentro de una semana e irá construyendo su gestión y su poder pero Schiaretti seguirá siendo, al menos en el mediano plazo, una referencia insoslayable.

En el peronismo sostienen que los dos acordaron una división territorial y funcional:la política dentro de Córdoba quedará para Llaryora y las definiciones nacionales, como por ejemplo los acuerdos con el gobierno de Javier Milei, estarán en manos de Schiaretti. Esos límites, por supuesto, son móviles porque la política no suele dibujar fronteras tan precisas.

Hacia adentro, la persistencia de Schiaretti también está teniendo efectos. Si ya se esperaba que el schiarettismo conservara cierto protagonismo, ahora esa presunción se afianzó. Un ejemplo es lo que está ocurriendo en el sur de la provincia. Antes de la elección se vaticinaba que cambiarían las referencias, que otros dirigentes se quedarían con la representación del gobierno provincial en Río Cuarto y la zona.

Sin embargo, en una primera etapa eso no parece haber ocurrido. Durante los ocho años de Schiaretti, el hombre fuerte del oficialismo en el sur fue el diputado Carlos Gutiérrez, que acaba de renovar su banca por cuatro años y que será la expresión de Schiaretti en la Cámara Baja.

Gutiérrez acordó con Llaryora mantener en sus manos el Centro Cívico, donde se concentran las delegaciones provinciales. Cerca del diputado remarcan además que seguirán encargándose de la relación política con los intendentes del sur. El llamosismo aspiraba a arrebatar esos dos activos:el manejo del Centro Cívico y la conducción política en la región. Por ahora no podrá ser.

En el Palacio de Mójica le quitan dramatismo a esas novedades de poder. Confían en que, tarde o temprano, Llamosas se convertirá en la referencia de Llaryora en el sur, aunque admiten que los plazos no serán los que al principio proyectaron. Remarcan que el intendente construyó una relación afianzada con el nuevo gobernador, que hablan por teléfono todas las semanas, y que el riocuartense está negociando la incorporación de dirigentes de su espacio al gabinete provincial.

Pero la pregunta es qué pasará con él mismo. Llamosas hizo campaña para legislador con la promesa de que se convertiría en la tercera autoridad de la provincia:es decir, presidente provisorio de la Legislatura. Ese puesto ya tiene nombre:Facundo Torres.

Cerca de Llamosas aseguran que el objetivo principal del intendente no es hoy el esquema provincial sino la intendencia. Creen que si le da al peronismo un tercer período consecutivo su peso específico como dirigente provincial aumentará y, por lo tanto, su incursión en el equipo de Llaryora decantará por su propio peso.

Pero primero tiene que ganar la elección. Y el oficialismo está enfrascado por ahora en un proceso desprolijo, desconcertante, en el que se multiplican los precandidatos y en el que no aparecen indicios de normalización. El PJ tiene precandidatos como para armar un equipo de fútbol y, sin despeinarse demasiado, puede aventurarse hasta en el rugby.

Mauricio Dova, presidente del Tribunal de Cuentas y uno de los postulantes a la intendencia, divulgó una encuesta con la que reclama internas: dice que no hay nadie que se destaque por sobre el resto y que, por lo tanto, las urnas deberían definir.

En el llamosismo le quitan relevancia a la epidemia de precandidaturas. Señalan que el proceso se encauzará y que la discusión se terminará enfocando en dos nombres:Guillermo De Rivas y Adriana Nazario, la exdiputada que aparece como la dirigente peronista mejor posicionada en las encuestas.

El secretario de Gobierno tuvo un virtual lanzamiento de su candidatura el viernes, cuando se inauguró el Centro de Gestión Municipal de barrio Alberdi. Ocupó un rol central y estuvo flanqueado por Llamosas y Carlos Gutiérrez. En la entrevista que hoy publica este diario, De Rivas oficializa su pretensión de ser candidato.

¿Cómo se resolverá la disyuntiva?En la cúpula peronista nadie quiere una interna. Ni Llaryora, ni Llamosas ni el schiarettismo. Llaryora ya transmitió el mensaje de que el oficialismo debe ordenarse y hacer todo por ganar en 2024. Será su primera elección de peso como gobernador.

Nazario, a diferencia de lo que pasó en otras ocasiones, esta vez parece ir en serio. Ni se imagina competir en una interna y sus dirigentes cercanos advierten que si le ponen trabas, la expareja de De la Sota está decidida a ir por fuera. “Ya tenemos hasta el sello”, detallan.

El schiarettismo le pasa una factura nueva a Nazario. “¿Cómo va a ser candidata después de su apuesta por Massa y de haber desafiado públicamente al gobernador?”, señalan. Y aseguran que ese episodio no le saldrá gratis a la exdiputada.

Al frente, en Juntos por el Cambio tampoco hay un mar en calma. En los últimos días, a partir del triunfo de Milei, corrió el rumor de que Gabriel Abrile, que perdió la interna conGonzalo Parodi pero que sigue siendo el radical con mayor intención de voto, podría convertirse en el candidato a intendente de La Libertad Avanza. El médico alimentó la duda porque jamás lo desmintió.

Evolución, la agrupación de Parodi, conformó una mesa política y Abrile envió a sus operadores para dialogar. Cerca del candidato a intendente sostienen que están cerca de un acuerdo; pero desde el lado de Abrile matizan esa versión. “Gabriel quiere que la opción electoral sea un cambio en serio;no pretende que la discusión vuelva a centrarse en un reparto de cargos. Él no necesita cargos ni vive de la política. Si no se discute en serio qué ciudad se quiere, no va a estar. A él le suenan los teléfonos desde otros partidos”, dijeron.

En las dos fuerzas principales y que se turnaron en el poder de la ciudad desde el retorno de la democracia, el panorama está atravesado por la confusión. Aún falta saber qué pasará con el nuevo protagonista:si La Libertad Avanza será una opción minúscula, como ha venido ocurriendo en las elecciones provinciales y municipales, o si se contagiará del vendaval nacional que desató Milei.