Silos Mengo acaba de cumplir 50 años desde que Segundo y Adelma pusieron el corralón de premoldeados que fue la piedra basal de lo que hoy es una fábrica modelo en el Parque Industrial de Río Tercero con 4 mil metros cuadrados de instalaciones. La oferta de producción se fue ampliando y más tarde llegaría la oportunidad de vender silos de una fábrica de Buenos Aires; hasta que la iniciativa de los emprendedores apareció y surgió la pregunta: ¿por qué no los hacemos nosotros? Y ahí empezó otro camino. Luciana Mengo, parte de la segunda generación que completan Rosela y Matías, cuenta a I+I Córdoba la historia de la firma que tiene presencia en buena parte del centro norte argentino y que ayuda a los productores a atesorar sus granos.
Silos Mengo: la fábrica que ayuda a los productores a cuidar sus granos
La fábrica familiar de Río Tercero acaba de cumplir 50 años y hoy es administrada por la segunda generación en las nuevas instalaciones del Parque Industrial. Mantienen el mismo número de teléfono que tenían desde la época de Entel, pero la tecnología revolucionó la organización y el trabajo interno. Cómo el acopio fue acompañando el crecimiento de las cosechas
¿Cuál es el punto de partida de Silos Mengo?
En ese momento empiezan a vender silos para una fábrica de Buenos Aires que eran muy buenos, de los mejores que había. En esa época tener silos propios no era tan común porque cada productor manejaba muchas menos hectáreas y con un volumen inferior de cosecha. Además los granos eran una moneda de cambio para la supervivencia del año; en muchos casos todo iba a parar a la cooperativa y de ahí se vestían, sacaban alimentos, compraban combustible, volvían a sembrar. Por eso no había acopio propio. Y claramente no existía la genética y los rindes actuales. Todo evolucionó hacia una producción más eficiente y voluminosa. Y en esos años las únicas plantas grandes que se podían vender eran para aceiteras, acopiadores o grandes exportadores; era lo que se llamaba batería de silos. Sino lo que había era el silo chacra, de unas 200 toneladas que no incluía más implementos. Más tarde mi padre se familiariza con el tema de los mecanizados para facilitar la manipulación del cereal en los silos y vende también para una fábrica. Pero en un momento pensó que podía hacer todo eso y como buen emprendedor empezó a estudiar cuál era la punta del ovillo. Contrató un dibujante, sacó fotos, visitaron plantas y así fueron tomando nota y abrió su propio camino. Hoy pensar en aquellos dibujantes sobre un tablero es increíble porque todo se volcó a la tecnología con visión 3D, movimiento de piezas y demás. Pero allí comenzó todo.
Vio una oportunidad…
En ese momento descubrió que detrás del mundo de post cosecha había un montón por hacer y un país por desarrollar. Hablamos de un país de hace más de 40 años. Es allí que advierte que Argentina, por las dimensiones que tiene, presentaba una situación de muy escasa capacidad de acopio. Cuando al productor le sobraban algunos granos los guardaba en un galpón pero de manera muy precaria y en muy bajo volumen; algo que se usaba para alimentar animales.
Y entonces la fábrica de premoldeados se transformó…
Empezó a convivir la parte de materiales premoldeados con la metalúrgica. Iniciaron con el diseño, herramientas, desarrollando productos y viendo si funcionaban o no. Papá mientras tanto vendía el silo que fabricaban en Buenos Aires y él le agregaba la mecanización. Pero en ese momento no había gente para la obra civil, para los montajes. No era un producto tan conocido como hoy, que de todos modos todavía hacemos un trabajo de predicamento todo el tiempo, evangelizando a la gente respecto a la postcosecha. Porque en todos los congresos y capacitaciones se abordan desde la semilla y la preparación del suelo hasta la cosecha, y después nada. Y ahí hay un limbo del que nadie habla que es el almacenamiento, el silo, el acondicionamiento, la rotación, el secado, el control de plagas. Hay mucho que no estamos incluyendo en la capacitación, desde los alumnos que estudian carreras relacionadas a los administradores de campos. Y lo que ocurre todo el tiempo es que cuando volvemos a los seis meses de haber instalado una planta de silos el cliente se lamenta de no haberla instalado antes. Y eso lleva a montar otro silo, a incorporar la noria, luego una hidráulica, una balanza y finalmente no quiere depender de nadie. Y eso es mayor eficiencia, porque un camionero que pasa por un campo con esas instalaciones cargan 80 toneladas por hora, entran y salen.
¿Sólo están destinados a granos?
No. También nos compran plantas de silo aquellos que venden agroquímicos, semillas o insumos. En esas plantas también brindan servicios de secado, por ejemplo. Es como comprar un auto y usarlo de forma particular o como taxi. Una planta es igual, es para almacenar lo propio o para dar un servicio a productores.
Todo ese proceso de nacimiento de la empresa y hasta hoy, ¿siempre fue en Río Tercero?
Siempre estuvimos en Río Tercero y siempre tuvimos el mismo número de teléfono, desde la época de Entel.
El número de teléfono no cambió, pero la fábrica claramente no es la misma…
No, claro! Cambió muchísimo. Y el escenario económico del país también fue importante en esa transformación. Hubo una reapertura a lo agrícola muy grande después de la crisis de 2001, con una devaluación, una cosecha récord, y ahí salimos todas las fábricas a dar el volantazo, porque veníamos de las malas, y por suerte ese dinero volvió a las fábricas, se reinvirtió para reactualizar todo lo pendiente de las épocas malas: en tecnología, en conocimiento, en software, en ingeniería, en abrir mercados en el extranjero. Todos estos años fueron de inversión puertas adentro. Las fábricas han corrido todos los portones. Nosotros estábamos en un predio en el que fuimos creciendo de manera desordenada; íbamos abriendo o cerrando galpones a medida que lo necesitábamos. Y desde 2014 comenzamos con la fábrica en el parque industrial con una nave nueva de 4 mil metros cubiertos, más oficinas, más cabinas de pintura. Hoy nos están faltando 4 mil metros más, porque nuestros productos son muy voluminosos y nosotros no somos terminal. No fabricamos algo que lo estacionamos para que alguien venga y se lo lleve. Fabricamos agropartes, un gran rompecabezas. Y todas esas partes se cargan en un camión que va a la obra con las piezas numeradas para empezar a armar. Cada parte que va ocupa un espacio físico muy grande.
El silo se ve por primera vez cuando está listo, instalado…
Exacto. Si alguien se roba un camión con el silo desarmado, no se robaron chapas, se roban agropartes. Son chapas roladas, que tienen un cálculo, que de acuerdo a la altura del silo tienen un espesor, una dureza, una resistencia, los parantes, la bulonería. Todo está planificado porque no le puede entrar agua, debe resistir el viento. Hay toda una ingeniería muy grande que va arriba de un camión desarmada.
¿Y una vez en el lugar, cuando el camión llega a destino?
Es interesante eso. Porque contrario a lo que se puede imaginar primero se arma el techo y el primer aro o virola de arriba y de ahí se va levantando con aparejos y se van agregando otros aros por debajo. Es al revés de como cualquiera se lo pueda imaginar. En general se piensa que se construye de abajo para arriba, pero es al revés.
¿Hasta qué volumen de acopio tiene un silo?
Normalmente se habla de capacidad de acopio en la planta. Una planta básica sería de 1.000 toneladas distribuidas en cuatro silos de 250 toneladas cada uno, con una noria central, una tolva para distribuir en 4 silos, con distintos niveles de humedad o para distintos granos. Eso puede ser ampliado, para lo cual se hace la noria más alta. Todos son ampliables. También hay casos en que el cliente viene con la necesidad de acopiar 15 mil toneladas y ahí trabajamos sobre lo que más conviene, qué tamaño cada silo en función de múltiples variables. Hay que considerar si la aireación que le da al silo es de base plana o cónica. Son todos elementos que hay que valorar. Sumemos las características del suelo del lugar, las napas, si va con pilotes o sin pilotes; cuánto hormigón.
¿Cuánto tiempo lleva armar una planta de esas características?
Armar una planta de silos es una obra que dura 8 meses o un año aproximadamente. Una vez que se resolvió la venta con el cliente empieza un sinfín de cálculos y procesos productivos hacia adentro de la fábrica y también administrativos. Y para afuera, lo que es el relevamiento del terreno, delimitar el lugar de la obra; es necesario instalar una cuadrilla para las excavaciones, la obra civil. Después llegará el primer camión con un silo o dos dependiendo el tamaño. Nosotros hacemos todo, porque hay otras empresas que venden sus silos pero no los arman. Hay que contratar a empresas que se encargan de eso.
¿Y el mantenimiento?
Ahí viene la segunda evangelización. Porque hay que acostumbrarse a que necesita un mantenimiento, cosa que muchas veces no se tiene en cuenta. Por ahí los productores están más acostumbrados a atender mucho a su cosechadora, a hacerle mimos todo el año, pero no está esa costumbre con las plantas de silos. En eso estamos trabajando, para que se revise una vez que pasaron por ahí tantas toneladas y que cuando venga la campaña no empiecen los apuros.
¿Dónde hay hoy silos Mengo?
Del centro al norte en 7 u 8 provincias: Salta, Tucumán, Santiago del Estero, San Luis, Mendoza, Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe. Aunque también hemos cotizado acopios para la arena que se utiliza en el fracking en Vaca Muerta. Se sabe que el sistema consiste en romper la roca con agua y una arena especial que necesita ser acopiada porque se trae de otro lugar. Son toneladas y toneladas de arena.
¿Y los silos podrían servir para almacenar esa arena especial?
Claro, pero con otra mecanización porque es otro cálculo diferente, otro peso, otro volumen.
¿Y exportar?
Hoy estamos con interés y dando algunos pasos en ese sentido, pero tenemos al mercado interno que nos está consumiendo toda la capacidad de producción. Hoy la fábrica está con una demora de entre 3 y 5 meses en las entregas por una cuestión de que primero hubo alta demanda y luego falta de materia prima. Las dos cosas conjugadas provocaron un cuello de botella por el cual se demoró la entrega. Y cuando se habla de problemas de importación no es que no entra un motor; no entra un repuesto de una máquina cortadora de la chapa que queda inutilizada.
¿Cómo es la organización de la familia en la conducción?
El corralón desapareció y quedó la fábrica de silos, ahora con la segunda generación que somos tres hermanos. Cada uno con su especialización: Rosela, Matías y yo, pero tomando decisiones compartidas todo el tiempo y asumiendo riesgos permanentemente, como toda pyme.
¿Cuántos empleados hay en Silos Mengo?
Directos en planta son 80 entre ingeniería, administración y producción. Indirectamente, que trabajan permanentemente con nosotros, que son contratistas, hay al menos 8 con dos cuadrillas cada uno y 8 personas por cuadrilla. Son muchos. Sumemos todo lo que hay alrededor porque compramos en la ferretería de Río Tercero, los neumáticos los compramos acá, vamos todos al supermercado, a la farmacia. Las pymes del interior, del rubro que sea, somos las que generamos el movimiento en todas las localidades y pueblos.