Salud | Silvana González De Pauli | psicóloga | Escuela de Familia

"A la hora de enseñar, no siempre somos pacientes del momento receptivo de los niños"

La psicóloga Silvana González De Pauli complementa su trabajo entre lo terapéutico y un abordaje preventivo desde la Escuela de Familia. Indica que son fundamentales el momento evolutivo de los niños, el rol de los padres y el equilibrio entre permisos y límites

Silvana González De Pauli es psicóloga (MP11820) estudió en la Universidad Siglo 21 en la ciudad de Río Cuarto. Transcurrió un tiempo sin ejercer y comenzó a capacitarse en Escuelas de Familia “por curiosidad”, asegura. Una formación que realizo junto con su esposo y a partir de entonces se inició como asesora de familia, y luego como psicóloga.

Las Escuelas de Familia “tienen un perfil preventivo, no es terapéutico. Nosotros lo iniciamos como una formación para nuestra familia y después fue muy compatible con mi profesión, estudiamos en un instituto español para luego replicarlo acá”, contó Silvana González De Pauli cuando recibió a Salud & Ciencia en su consultorio.

¿Qué son las Escuelas de Familia?

Ofrecen herramientas a los padres que les permiten obtener aprendizajes más específicos, por ejemplo, tienen presente todo lo que son los periodos sensitivos, los procesos evolutivos de los hijos, cómo tenerlos presentes y reconocerlos para saber qué es pertinente de enseñar o educar en determinados momentos. A veces nos empeñamos en educar cosas en los chicos cuando, madurativamente, aun no son receptivos de ese aprendizaje, o les va a costar más a los chicos y nos va a costar más los padres. Entonces hay cuestiones de conocimientos generales que hacen más eficiente la transmisión de determinados conocimientos.

Las familias destinatarias de este aprendizaje, son familias con hijos…

Son familias con hijos de entre 0 y 12 años, esa es una de las etapas más fuertes de trabajo porque, literalmente, los chicos son una esponja en ese periodo. Hay muchos aprendizajes y ellos disfrutan de aprender determinadas cosas cuando estamos atentos a ese momento evolutivo. No es lo mismo enseñarle a un niño a ser ordenado cuando tiene 3-5 años que hacerlo a los 12-14 porque el periodo sensitivo del orden es entre los 3 y los 5 años y ellos lo aprenden con gusto, es como un juego.

¿Por qué lo hacemos mal? ¿Queremos enseñarle todo ‘ya’ al niño?

Muchas veces tiene que ver con eso, a veces no somos pacientes al momento en que ellos están más receptivos. La Escuela de Familia se basa en la premisa de la educación positiva, es decir, buscar el momento oportuno tanto para el niño como para el adulto para favorecer determinado aprendizaje. Es decir, si yo le quiero enseñar por ejemplo a andar en bicicleta a un niño de 3 a 5 años va a ser muchísimo más sencillo que enseñarle a andar en bicicleta a un niño de entre 8 y 12 años, porque hay un momento motriz de su cuerpo en el que desarrollan el equilibrio muchísimo más fuerte, más rápido y más eficiente en ese momento etario. A veces al no saber eso, nosotros los adultos o esperamos demasiado o nos dejamos llevar por inseguridades, preconceptos propios cuando en realidad los niños necesitan otra cosa. La Escuela de Familia tiene un abanico para trabajar temas específicos según la edad, hay momentos para trabajar rutina, orden, otros para el concepto de autoridad y obediencia, hay otros momentos para reforzar más la motivación o cuestiones que tienen que ver por ejemplo con técnicas de estudio.

Silvana González De Pauli | Psicóloga

El momento evolutivo es fundamental…

Sí y además las características de la familia porque no hay ninguna igual, esto no es una cuestión matemática, es en función de la realidad de esa familia. Las Escuelas de Familia son un complemento muy valioso para mí en mi ejercicio clínico de la profesión, se enriquecen mutuamente.

¿Cómo logras unir ambas disciplinas?

Me ha pasado de recibir un paciente desde lo psicológico y acompañarlo desde Escuelas de Familia y viceversa. A veces se plantean situaciones de Escuela de Familia que desencadenan en cuestiones que tienen más que ver con lo clínico. Siempre yo les aviso cuál será el encuadre de trabajo porque son muy distintos. Una cosa es lo preventivo (Escuelas de Familia), es el llegar antes, es considerar algunos periodos sensitivos y cuestiones así, y otra cosa es un trabajo terapéutico (Psicología). No se puede mezclar, sí se complementan y a veces en una sesión clínica, terapéutica, surge alguna situación que se puede abordar con algún recurso de Escuelas de Familia, me sirve como complemento.

¿Cuál sería la ‘falla’ generalizada que estás viendo en este tiempo o que se repite en la crianza de los hijos?

Lo que me hace mucho ruido es esto de que los padres busquen convencer a los hijos de determinado límite, de determinada organización, de determinado criterio de cosas. Hay más inseguridad en los padres que en los chicos. Cuando lo padres dicen –el nene no quiere- o –al nene no le gusta-. Un niño no tiene los recursos para hacer una valoración y una evaluación de determinadas cuestiones, si le va hacer bien, o le va hacer mal, si es pertinente la edad, si no, eso lo hace el adulto. Pero por alguna razón el adulto está como ‘apichonado’ en este rol y eso a veces atenta contra el propio hijo; un hijo que en realidad está buscando un límite, que en realidad está buscando seguridades, que en realidad está buscando una estructura clara, porque eso después se refleja en el psiquismo directamente. El rol materno-paterno es un rol que define muchas cuestiones, por eso está bueno poder conocerlo. Cuando se empieza a trabajar los niños reflejan actitudes o resultados que a los padres siempre los sorprenden, porque acá se contemplan factores cognitivos, neurológicos, evolutivos y psicológicos.

¿Cómo está hoy la tecnología en la familia?

En la familia el tema de la tecnología es un tema bastante interesante, bastante invasivo. Los chicos hacen un uso indiscriminado de recursos tecnológicos, tienen un acceso y un dominio magistrales al lado nuestro, que vamos siempre. Vemos algo en consonancia con lo que venía diciendo, esto de -no le puedo sacar el dispositivo porque no quiere-, -no se lo saco porque se enoja-. Comienza a suceder que el niño se pasa mucho tiempo en su cuarto solo, no socializa, no puede comunicarse con fluidez. Creemos que el rol del padre no es ir en contra de esa herramienta (tecnológica), ni tratar de superar la herramienta, sino trabajar aspectos de la formación integral de los chicos; esto es responsabilidad, trabajar el ejercicio de la libertad en ellos, tratar de lograr una especie de equilibrio entre la utilización de la tecnología y la formación de criterios en nuestros hijos, porque ese rol no lo puede ocupar nunca la tecnología. Los puede entretener, los puede tener sentados un rato mientras yo hago lo que tengo que hacer, pero jamás va a ser formativa en el sentido profundo de la palabra. No pretender ir en contra de la tecnología, pero tampoco creer que el adulto no tiene nada para hacer al respecto, eso sería caer en una pasividad nociva.

Por Fernanda Bireni