Teniendo en cuenta mi especialidad, terapeuta especializada en crisis por enfermedades orgánicas, la profesión desde siempre me fue llevando a ampliar mi gama de formas de atención. Pacientes y familias de pacientes, atravesadas por realidades complicadas, imponen una apertura mental que permita que el encuadre terapéutico se de en donde sea; en el consultorio, en la casa, en el hospital, en una plaza o en cualquier espacio adonde se pueda hablar, escuchar y concretar de alguna manera el ENCUENTRO.
Las familias que cuidan muchas veces se encuentran con la imposibilidad de dejar al paciente solo. Los pacientes que realizan cierto tipo de tratamientos también se ven frente a la imposibilidad de traslado. De una u otra forma o por uno y otro motivo, en el acontecer de mi especialidad, el teléfono se convirtió en un consultorio ambulante.
Todo esto ocurría ya desde antes que irrumpiera en el Universo el famoso CORONAVIRUS.
Comenzada la pandemia, pude hablar con mis pacientes sobre ésta modalidad NO PRESENCIAL, que, insisto, por las características de mi especialidad, yo ya usaba hace muchos años. Hablé en particular con cada uno. Expliqué que dada mi experiencia en el tema, los objetivos terapéuticos se lograban igual. Que solo era cuestión de probar y de acordar el encuadre: cómo sería (WhatsApp, Skype, Zoom, llamada…), en qué lugar se instalaría cada uno (yo en mi consultorio siempre y el paciente elegiría un lugar de la casa o exterior en donde pudiese sentirse cómodo), cumplimiento de los horarios y extensión de la sesión. Amablemente los invité, a los que aún no lo habían probado, a aceptar el cambio como parte del desafío que nos imponía la época. Algunos, los más, aceptaron. Hubo otros que prefirieron “esperar la normalidad” e interrumpir por unos días. Días que después se convirtieron en meses… y de ésta manera fueron gradualmente aceptando el cambio.
A un año del inicio de la pandemia, puedo decir que salvo un paciente, todos han continuado su tratamiento. Y no sólo eso. La modalidad y la eficacia de sus resultados me hicieron borrar límites geográficos: pacientes del interior del país, y también de otros países, tuvieron y tienen el mismo acceso a la atención, sin diferencia alguna.
Y no sé a qué se llama VOLVER A LA NORMALIDAD. Yo creo que ha habido un cambio. Que amplía posibilidades y abre nuevos horizontes. Que borra límites. Que acerca y posibilita la ayuda. Que se adecúa a la realidad. Que no modifica el cumplimiento de objetivos. Que pone al alcance de las personas el encuadre terapéutico a pesar de los problemas de tiempo, traslado o movilidad. Que nos ayuda a ambos, terapeutas y pacientes, a ser más plásticos y más adaptados a los tiempos que corren.
De eso se trata la inteligencia…. No?
Por Silvina Ambrosini | Lic. en Trabajo Social MN 2425 | Psicooncóloga