¿Dónde te ves en cuatro años?, le preguntaron durante una entrevista de trabajo para una bodega. “No me veo acá”, contestó en ese momento Augusto Toia. Si de algo estaba seguro el joven cabrerense era de eso: viajar por el mundo es lo que quería hacer y lo cumplió.
Desde una ciudad de Australia, con doce horas de diferencia, accede a esta entrevista con Puntal, con una copa en la mano, mientras la cronista desayuna un café. Acostumbrado a hablar en inglés, vuelve a la tonada cordobesa para contar su experiencia de vida en estos últimos años.
Augusto tiene 33 y confiesa que siempre le gustó la Química y se le viene a la cabeza un nítido recuerdo, de chiquito, de jugar a mezclar agua con flores. Quizás era un presagio de la elección que iba a tomar un par de años después.
Cuenta que, poco tiempo antes de terminar el secundario, durante unas vacaciones en Uruguay con su familia, conoció a un enólogo o sommelier y se quedó admirado de la pasión con la que describía el vino que tenía en su copa. Esa imagen le despertó la inquietud sobre esta profesión y así fue que empezó a averiguar dónde se estudiaba y a convencer a su mamá y a su papá de seguir ese camino.
“No era una carrera ‘normal’ y encima en Mendoza”, dice Augusto. Gracias a su determinación y a contramano de los destinos que elegían sus compañeros para estudiar en la universidad (Córdoba o Río Cuarto), él se fue a vivir a Mendoza. Allí, en la Facultad Don Bosco de Enología y Ciencias de la Alimentación de la Universidad Católica de Cuyo hizo dos carreras: la Licenciatura en Enología y en Tecnología de los Alimentos.
Apasionado por la producción de vinos, hace dos años está viviendo en Australia, uno de los mejores productores vitivinícolas de calidad del mundo. Particularmente, trabaja en una ciudad llamada Mudgee, en el centro oeste de Nueva Gales del Sur, a 260 km de Sidney. “Es la zona más antigua de producción de vinos, donde está la bodega más antigua del país”, explica el joven enólogo.
En efecto, esa fue la excusa por la que llegó a ese lugar, cuyo paisaje no es tan distinto al de General Cabrera, al menos, desde lo agropecuario. “Es una zona muy agropecuaria, hay vacas, maní, maíz. Anteriormente, era el mayor productor de frutos y verduras. Fue cambiando el rumbo”, dice.
En Mudgee hay alrededor de setenta bodegas y Augusto trabaja como primer enólogo en una llamada Di Lusso Estate. La producción de vinos está orientada a varietales italianos como Sangiovese o Barbera. Además, la bodega tiene un restaurant “reconocido por la calidad de las pizzas a la piedra, estilo italiano”, según comenta y, para no tentarse de comer tanta pizza, suele llevarse una ensalada (bromea).
Su rutina diaria en la bodega incluye “una caminata por los viñedos, en la mañana, para ir haciendo control, degustación y ensayos en los vinos, que consiste en probar el mismo vino, en diferentes copas, con diferentes propiedades, a los fines de encontrar el mejor aroma y sabor”, explica.
Encerrado en pandemia
Augusto llegó a Australia mediante el programa Work and Holiday y tenía previsto regresar en febrero del 2021. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 cambió sus planes. “En marzo Australia cerró la frontera y nos dieron la posibilidad de extender la visa para quedarnos. Fue complicado, la cosecha no era buena, pudimos trabajar poco, pero suficiente para hacernos una reserva para después de la cosecha”, explica.
Lo que siguió después fue rebuscárselas para trabajar: desde una fábrica de pastas, como repartidor en una empresa de muebles y alfombras, en una panadería.
El cabrerense rescata que en ese período pudo conocer a gente de todas partes del mundo: Africa, China, Corea y que logró un “gran intercambio cultural” a la vez que pudo ingresar también en la industria alimenticia de otros productos, lo cual también lo favoreció.
“La enología me apasiona, pero me gusta y prefiero ir abriendo camino hacia otras industrias de alimentos”, dice.
Luego, la situación se comenzó a normalizar y surgió la oportunidad de ponerse al frente de la bodega en la que se encuentra actualmente trabajando. “Fue otro aprendizaje porque no había trabajado con variedades italianas”, asegura.
De Mendoza al mundo
Su primera expedición hacia otro país fue en 2017. Hasta ese momento, Augusto venía trabajando hacía cuatro años en el Gobierno de Mendoza, en el Instituto Nacional de Vitivinicultura. “Me dio mucho conocimiento en la parte de laboratorio y administración porque recibíamos muestras de vinos, nacionales e importados, y teníamos que controlar los datos que enviaba la bodega sobre el vino fueran exactos y, luego, aprobar el producto para que lo puedan vender”, cuenta.
A la par de este trabajo, pudo hacer su tesis y recibirse. Y más tarde, trabajó cuatro meses en la bodega Salentein, donde agradece al enólogo principal, Federico Grosiman, quien le compartió su conocimiento de lo que implica el trabajo en una bodega, desde los sistemas de computación y laboratorio, hasta la cosecha. Con toda esa experiencia en la espalda, se lanzó al mundo.
En agosto llegó a California a trabajar en una bodega que hacía Chardonnay, Pinot Noir y Zinfandel. “Trabajé en una bodega chica, pero con varios enólogos que eran los dueños y cada uno con un estilo diferente. Eso me hizo aprender mucho. Fue jugar un montón y te permite ir hacia el lado que te gusta. Me hace bien y me gusta moverme entre diferentes estilos y ténicas”, señala.
Al año siguiente, en febrero de 2018, se cruzó de continente, y esta vez llegó a Nueva Zelanda. Ahí trabajó en la bodega Villa María (una señal, para no sentirse tan lejos de su provincia natal), que producía 25 millones de litros de Sauvignon Blanc.
En general, siempre se quedaba cuatro meses (el tiempo que implica la cosecha de uva) y volvía a Argentina. Pero, desde que llegó a Australia y lo atravesó la pandemia no pudo regresar a Argentina.
A pesar de estar lejos de casa, Augusto formó un buen grupo de amigos y se siente acompañado por ellos. “Mudgee ha sido elegida el mejor lugar turístico de Australia. Debido a esto, hay mucha gente que está viniendo a vivir y eso me ha ayudado a conocer personas que llegan a trabajar en bodegas, así que pude armar un lindo grupo de amigos con un holandés, una finlandesa, una inglesa y dos australianos”, cuenta. Además, “el pueblo tiene muchos bares y restaurantes, hay una linda vida social”.