El investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) Federico Ariel fue reconocido días atrás en la primera edición del premio bienal que fue establecido por la Unesco en 2021 en asociación con la Fundación Al-Fozan de Arabia Saudita, en un acto celebrado en la sede parisina de la organización internacional.
El premio fomenta la Promoción de Jóvenes Científicos/as en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (Stem, por su sigla en inglés) y en la ocasión el investigador paranaense fue distinguido entre 2.500 profesionales de todo el mundo junto con Abdon Atangana (Camerún), Qiaomei Fu (China), Hesham Omram (Egipto) y Jelena Vladic (Serbia). Los premiados fueron seleccionados por un panel de jurados integrado por la doctora Edna Matta-Camacho, bióloga (Colombia) que fundó el programa educativo Stem Tolina; el profesor Didier Queloz (Suiza), quien compartió el Premio Nobel de Física con Michel Mayor en 2019 por el descubrimiento del primer exoplaneta; y la doctora Fadji Zaouna Maina (Níger), científica de la Nasa.
“La ciencia y la tecnología son un proyecto colectivo y nada de esto lo podría hacer solo, sino en equipo. Por eso valoro tanto los equipos de trabajo del Instituto y de la empresa y lo comparto con mis equipos de trabajo y con colaboradores y colaboradoras del mundo. Siento alegría por un reconocimiento que siempre es bienvenido y nos ayuda a dar visibilidad a lo que hacemos”, dijo Ariel.
Federico Ariel, quien se desempeña en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL, Conicet-UNL) y es integrante del Directorio de Y-TEC, empresa de gestión conjunta entre el Conicet e YPF, desarrolló una investigación pionera que profundiza la comprensión del papel del ácido ribonucleico (ARN) largo no codificante en las plantas. Estas tecnologías basadas en ARN en reemplazo de pesticidas sintéticos dañinos permitirán garantizar un entorno más seguro para los humanos y la naturaleza, según se explicó. “A partir de la pandemia y el desarrollo de las vacunas, el ARN se transformó en la molécula central de la biotecnología del siglo XXI y nosotros la estamos aplicando para el desarrollo de tecnologías para el agro para reemplazar pesticidas sintéticos por información que la planta necesita para defenderse. En ese sentido, el año pasado a partir de los resultados positivos que tuvimos en el programa de ‘Ciencia y Tecnología contra el Hambre’ -financiado por el MINCyT- lanzamos una startup que se llama APOLO Biotech, una empresa de base tecnológica reconocida por el Conicet en la cual desarrollamos tecnologías basadas en ARN más respetuosas con el ambiente y con la salud humana. Entonces, el reconocimiento no es solo a los resultados científicos sino también al compromiso y a la capacidad de transformarlo en tecnologías para el bien de la humanidad”, precisa el investigador.
Reconocimiento
Desde Francia, y a horas de participar de la ceremonia de premiación, el científico entrerriano habló con Puntal para dar cuenta del reconocimiento y los pormenores de la investigación que lleva a cabo.
“Hoy por hoy se están poniendo un montón de vacunas de ARN, se están probando incluso contra HIV. Nosotros veníamos trabajando con ARN pero para entender de qué manera las plantas usan estas moléculas para su desarrollo y hace un tiempo nos habíamos dado cuenta de que podíamos usar las moléculas de ARN para ofrecer información a la planta. Es decir, nos preguntábamos cómo podemos comunicarnos si les dábamos ARN a las plantas”, señaló Federico Ariel. Y agregó: “Y a diferencia de las vacunas, las cuáles nos las tenemos que inyectar, las plantas son capaces de absorber ARN y procesarlo, entonces uno puede hacer un spray de ARN en agua y darle la información a la planta. El punto es qué información le queremos dar a la planta”.
El científico explicó que a partir de la investigación llegaron a la conclusión de que con todos los conocimientos adquiridos podían hacer tecnología, al preguntarse: “¿Qué pasa si le mostramos a la planta un pedacito del genoma de un patógeno? Y eso fue efectivamente lo que probamos y funcionó: las plantas son capaces de reconocerlos y generar moléculas de defensa contra esos patógenos y bloquear la infección”, expuso Ariel.
Y añadió: “Por eso la analogía con las vacunas es superválida, porque es algo así como las vacunas a diferencia de que no solamente no las inyectamos sino que además las plantas no generan anticuerpos, como nosotros que sí tenemos anticuerpos contra las proteínas virales, pero generan otro tipo de moléculas de defensa que son superespecíficas. Y entonces ahí nos dimos cuenta de que podíamos reemplazar pesticidas sintéticos, que son peligrosos para el ambiente y para la salud humana, por moléculas de ARN, que es información, que es básicamente lo mismo que estar o no estar vacunado”.
-¿Qué aportes realiza su investigación a la agricultura?
-Para explicar esto pongo un ejemplo: si una persona recibió la vacuna antitetánica y sufre un corte, puede haber una bacteria de tétano pero no se enferma porque tiene las defensas. Pero si no estás vacunado contrae tétano, que es superpeligroso y la solución será tomar antibióticos. Los antibióticos van a matar la bacteria mala pero también van a matar a todas las bacterias buenas que el organismo necesita. Y eso es lo que pasa en la agricultura pero a un nivel mucho más grave. Cuando usamos un fungicida para matar un hongo malo se está contaminando el ambiente y se está acabando también con todos los hongos buenos, que son necesarios para la agricultura. Y no solo eso, se ataca el agua, el aire, la tierra y además son peligrosos para la salud humana. Por eso es importante poder darle información a la planta y de esta manera evitar utilizar agroquímicos.
-¿En qué medida puede beneficiar a la actividad agrícola de Río Cuarto y zona?
-Uno de mis becarios posdoctorales es un joven colombiano que hizo su doctorado en Río Cuarto sobre el cultivo del maní y junto con él obtuvimos un financiamiento internacional muy importante con el que desarrollamos soluciones basadas en un ARN para contrarrestar un gran problema de ese tipo de cultivos en Río Cuarto y zona, que es el carbón del maní. El carbón del maní es un hongo que genera pérdidas por 300 millones de dólares al año y dicho cultivo además es considerado una economía regional, por lo cual no tiene retenciones. Por lo que para Córdoba y parte de Santa Fe es superimportante el maní y el carbón del maní, un gran problema, porque cuando aparece no admite ser exportado y ello redunda en pérdidas millonarias. A la vez, vemos que los productos químicos disponibles para matar ese hongo son muy ineficientes y además, muy tóxicos, entonces estamos desarrollando tecnología basada en ARN para buscar controlar el carbón del maní.
-Y a nivel ambiental, ¿qué beneficios brinda?
- El uso moderado agroquímicos no es tan peligroso, pero la verdad es que en Argentina y en el mundo, en general, hay un gran abuso en el uso de agroquímicos sintéticos. Y esto tiene un impacto muy directo en la salud de los productores, de las poblaciones rurales y también urbanas, si se trata de cordones periurbanos donde se produce alimento, y de los consumidores. Poder reemplazar los agroquímicos sintéticos por ARN, que es cosa de todos los días y no tiene ningún impacto negativo, ofrece un beneficio enorme tanto para el ambiente como para la salud humana. Por eso, cuando diseñamos un producto basado en ARN, lo que hacemos es comparar genomas. Son tan específicos que se puede hacer que sirva para una cosa y no para la otra, es decir, que no ataque al otro. Este es un tipo de tecnología muy apropiada para poder solucionar problemas pero de manera respetuosa del ambiente y de la salud humana, así que eso es una ganancia para toda la sociedad, más allá de los productores.
“A partir de la pandemia y el desarrollo de las vacunas, el ARN se transformó en la molécula central de la biotecnología”.
Con relación al premio, Federico Ariel expresa: “Sentí mucha emoción, claramente en el momento de recibir un premio hago un balance y en general llego a la misma conclusión: la ciencia y la tecnología son un proyecto colectivo y nada de esto lo podría hacer solo, sino en equipo. Por eso valoro tanto los equipos de trabajo del Instituto y de la empresa y lo comparto con mis equipos de trabajo y con colaboradores y colaboradoras del mundo. Siento alegría por un reconocimiento que siempre es bienvenido y nos ayuda a dar visibilidad a lo que hacemos”.