Mientras esperamos que el mundo vuelva a ser el de antes, cuando la deuda, el aborto, la Superliga y la inseguridad no eran las evanescentes y anacrónicas problemáticas a las que han quedado reducidas hoy, cuando las páginas de deportes se referían a los resultados de los partidos y no a cómo se mantienen en forma durante la cuarentena Wanda Nara y Antonela Rocuzzo, cuando las de espectáculos recomendaban los estrenos de la semana y no las diez mejores películas sobre epidemias para convencernos de que en realidad deberíamos sentirnos aliviados y agradecidos -esas en que los virus convierten a los contagiados en zombies hambrientos de cerebros son acaso las más eficaces en ese sentido-, es natural que dentro de la profusa y enriquecedora información que busca las maneras más creativas y variadas de enfocar la misma cosa encontremos algunas contradicciones. Así, les agradecemos públicamente, con lágrimas de emoción, a los camioneros, héroes anónimos que arriesgan la salud y la vida para que podamos estar en casa cómodos y abastecidos, mientras les bloqueamos el paso, les negamos un vaso de agua y los obligamos a hacer sus necesidades en los yuyos para hacerles pagar bien caro su condición de focos infecciosos ambulantes. Para finalmente, cuando como resultado la mercadería se pone más cara y escasa, pasar a quejarnos de la falta de solidaridad que hace que los precios aumenten. En fin, noticias tan alentadoras como los comportamientos sociales que describen, y nos hacen mirar con tanto optimismo el futuro, con crisis sanitaria o sin ella.
Nobleza obliga, hay que admitir que no se trata únicamente de nosotros. Vemos la impactante noticia de que Estados Unidos ya es el país con más contagiados, luego de un impresionante sprint en el que pasó de un saque a Italia y China, y ahí nomás, al lado, la no menos notable de que en virtud del liderazgo que ha asumido en la lucha contra la epidemia, el presidente Donald Trump alcanzó el máximo pico de popularidad obtenido desde su asunción. Lo de que nuestros primos del norte ahora miran a todos desde el retrovisor, después de haber arrancado de atrás, no nos sorprende en absoluto, tratándose de una sociedad tan competitiva, pero lo de la devoción por Donald nos sorprende todavía menos, ya sabemos que también son los primeros en reconocer los méritos de una conducción política lúcida y eficiente: ¿o acaso Doblevé no había alcanzado una popularidad del 90 por ciento después del ataque a las torres gemelas, antes incluso de haber empezado a bombardear países que no tenían nada que ver con el asunto? Como entonces, el fenómeno realimenta las teorías conspirativas con una ligera modificación: el Covid-19 sería un arma biológica proveniente de laboratorios norteamericanos, inventado no para desprestigiar a China sino para asegurarle la reelección a Donald, con el ingenioso recurso de diseminar por su propio país un virus mortal.
Hay que decir, no obstante, que el proyectil norteamericano más potente dirigido contra la epidemia no ha sido gatillado por Donald, sino por el Departamento de Salud de Nueva York, que en línea con su liderazgo dentro del liderazgo -es el distrito con más contagiados y muertos de Estados Unidos- lanzó un instructivo con información que, pese a ser clave para hacer frente a la epidemia, no siempre es valorada como es debido: "Tu mejor compañero sexual sos vos mismo. Masturbarte no te va a contagiar coronavirus, especialmente si te lavás las manos y limpiás tus juguetes sexuales con agua y con jabón durante al menos veinte segundos". Esto es distanciamiento social en serio. Algo digno de imitar y también de mejorar: “Y si además usás preservativo no te van a salir pelos en las manos”.
Pero volviendo a las teorías conspirativas de la semana, no podemos pasar por alto la de Nicolás Maduro. Ya había tirado lo de que el coronavirus podría ser un “arma de guerra”, contra “la China y los pueblos del mundo”, pero ahora ha presentado pruebas científicas incontrovertibles al citar a un médico venezolano que descubrió que el Covid-19 es “un parásito intracelular que procede de una cepa de larvas del VIH-Sida, cruzadas con larvas de helmintos de Fasciola hepática, segmentos del ADN humano de crecimiento embrionario y cultivadas en un laboratorio en líquido amniótico de mujeres embarazadas”. Tomá pa’ vos. Pero como si este hallazgo no fuera suficiente -cómo será de sólido que el imperialismo hizo borrar el estudio de las redes sociales e hizo desaparecer el título de médico del autor-, también proporciona la cura para el coronavirus: un brebaje preparado con “malhojillo, jengibre, saúco, pimienta negra, limones amarillos y miel”. Mirá si será alentadora esta información: no solo demuestra que no importan las maniobras de ocultamiento de los medios hegemónicos, la verdad siempre sale a la luz; sino que exhibe que los demoníacos esbirros del imperialismo son en el fondo unos chambones, tanto como para elaborar una “letal arma bioterrorista” que al final no se aguanta ni un tecito casero hecho con yuyos, especias y un toque cítrico con endulzante natural. Qué clara que la tiene Maduro, con razón Trump le pone precio a su cabeza para silenciarlo, con tantas posibilidades de éxito como las que tendría si se propusiera quedarse callado él mismo.
Sin embargo, en materia de lucidez para denunciar conspiraciones, en nuestra querida patria no nos quedamos cortos. Veníamos flojos con la grieta, hay que decir la verdad, como si de golpe les hubiera agarrado un brote epidémico de responsabilidad institucional, pero parece que también contra este virus, uno de circulación tan rara que a veces da la impresión de que estuviera totalmente erradicado, hay algunos y algunas que gozan de inmunidad absoluta. Es el caso de nuestra gladiadora de la lucha contra la corrupción Laurita Alonso, que no por haber dejado la gestión pública ha dejado de vigilar que todos marchen derechitos, como cuando les hacía marcar el paso a los funcionarios del macrismo, por eso en aquel gobierno hubo tanta transparencia. Y al conocerse de la oferta de Cuba para enviar médicos a colaborar en el tratamiento de la epidemia nos batió: “Si nos faltaba algo... eran los médicos/espías/comisarios cubanos”.
A nosotros, la verdad, nos desconcertó un poco lo de la oferta porque hasta donde sabíamos los médicos cubanos son expertos en curar a víctimas del lawfare a las que se le hinchan las piernas, por ejemplo, pero no les conocíamos habilidades especiales en combatir epidemias que allá no llegan porque son pestes propias del imperialismo globalizado. Pero bueno, a lo mejor vienen con la pócima con la que Maduro se mantiene inmune, total si es por el cierre de fronteras ya sabemos que con los vuelos desde Cuba podemos hacer una excepción. Sin embargo, la advertencia de Laurita nos llena de alarma: ¿a qué quieren venir realmente estos émulos latinos de la KGB? ¿Serán los mismos que Bolsonaro tuvo que echar de Brasil apenas asumió, porque estaban lavándoles la cabeza a los incautos? ¿Será porque les han lavado la cabeza que gobernadores e intendentes brasileños ahora disponen cuarentenas mientras Bolsonaro, el único inmune al virus comunista, insta a la gente a salir a la calle y que se mueran los que se tengan que morir? ¿No será que lavado de cabeza hemos bajado la guardia frente a los que quieren reemplazar la celeste y blanca por un sucio trapo rojo? ¿Tendrán planeado estos torvos espías infiltrarse en nuestros hospitales para robarse los secretos del maravilloso funcionamiento de nuestro sistema de salud? Si como ya avisó Mauricio el populismo es mucho peor que el coronavirus, qué queda para el comunismo: menos mal que en esta hora aciaga tenemos mentes lúcidas como la de Laurita, y la de Bolsonaro, que salen a espabilarnos.
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