Antonio Aracre es economista y un nombre conocido dentro del mundo agropecuario por su extensa carrera dentro de Syngenta a lo largo de 30 años, pero desde la salida de la pandemia comenzó a aparecer en otro ámbito, cercano a funcionarios del Gobierno nacional. Lo hizo en un par de oportunidades con el exministro de Economía, Martín Guzmán, y luego con el propio presidente Alberto Fernández, tanto en actos como en visitas a la Casa Rosada. Finalmente, el año pasado decidió renunciar a su cargo como CEO de la multinacional en Argentina y comenzó a especularse con su arribo a algún despacho oficial, cosa que ocurrió desde el 1° de febrero, como asesor principal del Presidente. Su gestión fue fugaz, porque en abril, luego de un conflicto con el ministro Sergio Massa, el mismo Presidente le pidió la renuncia y se fue. Aracre tenía una visión distinta de lo que debía hacerse en muchos temas sensibles de la economía, en especial con la inflación y los salarios.
En diálogo con Tranquera Abierta analizó la situación de la sequía y su impacto en la economía nacional, lo que se viene para el segundo semestre y qué balance hace de su breve paso por el sector público.
¿Cómo ve el impacto de la sequía en la economía?
Para el que labura dentro del sector, sobre todo para el productor, especialmente más para el que produce que para el dueño de la tierra que tiene bastante garantizada su renta, es un año muy difícil. Pero por otro lado es un sector que todos los años tiene revancha y posiblemente podamos estar ante una buena siembra, o al menos habría que hacer todo lo posible para tratar de asegurar una buena siembra, tanto de fina como de gruesa, para tener una productividad interesante en el 2024 que ayude a recuperar las vacas flacas del 2023. Eso para el sector.
¿Y para el país?
Para Argentina es un año terrible y olvidable, que ayuda a poner un poco en perspectiva y en valor la importancia y la dinámica de un sector que tradicionalmente se lo utilizó más como caja y vaca lechera que con una visión de integración, industrialización, de proveedor de divisas y cuidado. Todos somos hoy un poco más conscientes, por fuerza del rigor, de lo que significa el sector agropecuario en la Argentina; y me refiero a la sociedad en general pero a los políticos en particular.
Señalaba al principio que hay que hacer todo lo posible por apuntalar la siembra, tanto fina como gruesa, ¿quién y cómo?
Creo que el Gobierno tiene una responsabilidad estratégica en entender que no importa a quién le toque gobernar el año que viene, hay que lograr una buena cosecha que le permita al productor recuperarse de un año financiero malo como el 2023 y al país un flujo de reservas óptimo, que es fundamental. En ese sentido hay que agudizar la imaginación para ver cómo se puede compensar todo lo posible la situación que debieron afrontar este año. Yo incluso propuse algunas cosas, porque el Estado está en una situación constante de sábana corta por la cual si tiramos de un lado siempre nos descubrimos de otro. Es fácil decir “eliminemos las retenciones este año”, con lo cual se produce un agujero fiscal más grande aún que generará más inflación y más crisis. Por eso hay que tener cuidado con las propuestas para este momento. Pero se podría neutralizar el efecto de la retención al productor dándole por ese monto un bono equivalente en dólares y negociar con las compañías de insumos para que acepten esos bonos en las compras de este año. Para las compañías tendría un efecto financiero por el cual no tendrían el dinero hoy pero sí en tres año o cinco de acuerdo al plazo que tenga el bono. Además no hay riesgo de cobro porque es el Estado el que lo da; sería un activo en dólares que no les generaría exposición a devaluación. Porque si algo tuvieron las compañías de insumos en los últimos años fue una muy buena rentabilidad y de “cash”, por lo cual no les generaría un problema y me parece que los ayudaría mucho a los productores y los incentivaría para que inviertan en tecnología y así se abra un círculo virtuoso para tener el año que viene una buena cosecha.
Eso podría aceitar el dañado circuito financiero actual para afrontar de inmediato la fina...
Exactamente. Ojalá se haga algo. Me parece que mostraría de parte de la clase dirigente una visión estratégica de país con independencia de la especulación política de corto plazo, como podría ser el pensar si los resultados los va a disfrutar uno u otro.
Estamos en temporada alta de liquidación de dólares del campo, sin embargo hay mucha tensión cambiaria y el Banco Central no logra hacer pie, ¿qué nos espera entonces para el resto del año, que además suma el calendario electoral?
Este es un año muy difícil porque tenemos la combinación de varias cosas. Por un lado una sequía que va a quitar un montón de dólares que no van a estar, y que no van a estar hagamos lo que hagamos. Vamos a tener una caída de al menos 40% de producción de soja que es el principal proveedor de divisas de la Argentina, lo que quita, según algunos cálculos, 15 mil o 20 mil millones de dólares de ingresos este año. Algunos incluso calculan un poco más. Pensemos que hablamos de un país que exporta 80 mil millones de dólares, por lo cual es una cantidad muy significativa. Pero a eso le podemos agregar un efecto financiero que potencia esa escasez: como ya se venía dando una falta de reservas en la segunda mitad del año pasado, se implementaron el Dólar Soja 1 y 2 que consumieron una buena parte del stock granario que generalmente se liquidaba en el primer trimestre del año cuando todavía no había cosecha. Eso se consumió en la segunda mitad del 2022 y son cerca de 8 o 9 mil millones de dólares entre ambos programas. Con lo cual el efecto ahora se hace más grande. Agreguemos que a medida que transcurre el tiempo y nos acercamos al segundo semestre y la primavera, si un productor no tiene la necesidad imperiosa de vender y presume que algún gobierno próximo puede tener una política cambiaria distinta, eliminar el cepo, converger tipos de cambio o una devaluación, seguramente apretará el freno para ver qué pasa. Por lo cual, hay una serie de situaciones que confluyen para que la situación este año sea muy difícil.
¿Entonces?
Bueno, o bien ingresa una buena cantidad de dólares con un préstamo acordado con el FMI, que efectivamente tenga posibilidad de uso; porque la otra opción es que nos obligue a contabilizarlo para que se vea una mejora óptica en la cantidad de reservas pero sin posibilidad de utilizarlos de libre disponibilidad porque quiere que en junio, septiembre y diciembre paguemos las cuotas pertinentes. Si es así no genera ninguna ventaja más que óptica. Ahora, si nos deja usar ese desembolso nuevo y después vemos qué hacemos, ahí ya tendríamos entre un 30 o 40 por ciento de mitigación del problema. Si eso no pasa porque el FMI no quiere tomar el riesgo de enviarle a la Argentina otros 10 millones de dólares para socorrerla una vez más, y si el Gobierno sigue convencido de que una devaluación moderada del tipo de cambio oficial con un plan de estabilización no es lo que quiere hacer, se terminará ajustando por las importaciones y el costo en ese caso será una recesión mayor. Porque un país al que le falta tanta cantidad de dólares inevitablemente va a atravesar una recesión, el tema es de qué tamaño de parate estamos hablando; de eso depende la complicación del escenario.
Que puede derivar en complicaciones en el empleo...
Lo que pasa es que uno cuando tiene una fábrica y no hay insumos para producir, no hay muchas más alternativas que suspender algún empleado, haciendo lo posible para no despedir pensando en una recuperación de las importaciones el año próximo.
Hablando del mercado laboral, hace poco publicó un gráfico en Twitter mostrando cómo va la carrera de salarios contra canasta y la verdad que impresiona la caída en el poder de compra...
Es preocupante. Además no hablamos de los últimos tres meses o del período de Alberto Fernández, sino que tomamos los últimos 6 años y lo que se ve es un deterioro constante de los salarios contra los alimentos de la canasta. De punta a punta la caída es mayor al 30%. Es decir que pueden comprar 30% menos de alimentos; en un país con ventajas competitivas frente a otras naciones. Porque aquí se pueden producir alimentos de manera eficiente y sustentable, entonces lo que hay es un problema en la intervención de la política para hacer que el proceso distributivo de los alimentos entre lo que se exporta y lo que se consume localmente tenga una lógica racional. Eso se puede hacer de distintas maneras: algunos más intervencionistas piensan que las retenciones pueden ayudar a equilibrar; los controles de precios; pero yo pienso que no se trabajó en políticas activas para mejorar los salarios. Uno de los grandes problemas de Argentina hoy y por el cual el mercado inmobiliario está parado, y se venden pocos autos, es porque los salarios están por el piso. Seguimos teniendo un salario mínimo vital y móvil de $80 mil y continuamos sin discutir una suma fija para los salarios menores a $150 mil, Mientras eso no ocurre, el resto de los precios de la economía avanza: dólar financiero, tarifas, alimentos de manera semanal. Lo único que se demora tres meses, que las paritarias son muy cautas, muy largas y con muchas negociaciones, son los salarios.
Una discusión incómoda para un Gobierno peronista con muchos trabajadores pobres...
Incomodísima te diría, incomodísima. Y creo que es el corazón del problema que tiene el Gobierno hoy entre sus distintas facciones. Los que piensan que tocar los salarios es tocar el botón de un desbande inflacionario y los que creen que si efectivamente no se modifica en algo el amperímetro de la cuestión distributiva están en el horno no sólo electoral sino desde el punto de vista de la realidad social.
El Gobierno acaba de anunciar la corrección del mínimo imponible de Ganancias, pero su observación es para el universo de trabajadores que hay por debajo de esa línea...
Claro! Es muy interesante eso. Porque se dice que hay que cuidar el agujero fiscal, no hay plata; mientras por otro lado resignamos recaudación fiscal cuando a los salarios altos no les cobramos impuestos. Y no tenemos un mango para subir el salario mínimo vital y móvil de 80 mil pesos que es vergonzoso. ¿Entonces, cómo es?
¿Y cómo se resuelve eso?
Bueno, ¿quién define el Salario Mínimo Vital y Móvil? Se sientan en una mesa los sindicatos, la UIA, el Ministerio de Trabajo y ahí es donde hay que forzar las discusiones; igual que en las paritarias. Pero si desde el Gobierno se apunta a ser muy cautelosos con las paritarias, con los aumentos, el resultado es que se sigue alimentando la curva regresiva en materia de poder adquisitivo del salario. Y cuando se dice que sólo están ahí los registrados, hay que tener en cuenta que eso después perfora a todo lo demás. Es importante que el salario deje de perder. Pero no logro entender esa lógica; yo intenté, por supuesto, pero los resultados están a la vista y mi intervención no fue efectiva, por eso estoy en mi casa. Pero lo peor no es la discusión en sí, sino que no logro entender el por qué. Si fuera ideológico lo vería con más claridad en un gobierno de derecha; pero no en uno peronista.
¿Llegó a alguna conclusión, a alguna hipótesis sobre eso?
No, no. Mi única conclusión son los análisis de la realidad. Si el Gobierno, este o el que venga, no interviene ahí para cambiar la curva distributiva, no se va a modificar solo, o lo hará a muy largo plazo.
Del otro lado de ese problema, ¿qué pasa con la inflación?
La inflación tiene un ritmo en la Argentina que ya se retroalimenta sola. Cuando supera el 5 o 6 por ciento mensual no hay manera de no entrar en un loop inercial de incrementalidad. La única manera de romper eso es con un plan de estabilización de shock que ancle alguna variable, como el tipo de cambio. Por eso en vez de devaluar todos los meses al 7 u 8 por ciento, se puede devaluar anticipadamente tres o cuatro meses todos juntos y dejarlo anclado al dólar; actualizar los salarios para romper la curva de caída y generar un congelamiento de 6 meses. Por más que parezca antipático y estemos todos convencidos de que no funciona, la verdad es que no hay otro remedio que poner un parate y anclar algunos factores de costos. Ahora, por qué no se hizo hasta este momento o ahora, no lo sé; algunos dicen que falta muy poco tiempo para el fin del mandato, pero 8 meses para el que padece esta situación es demasiado tiempo. Y finalmente entramos en un episodio del perro que se muerde la cola; navegando esta crisis intentando que no se profundice, pero sin que se solucione.
¿Cómo le resultó la experiencia del sector público?
La experiencia fue muy frustrante, claramente porque no esperaba irme a los dos meses y medio. No voy a caretearla diciendo que fue fantástica. Me frustré intentando cambiar cosas que no pude. Pero yo nunca me arrepiento de las decisiones que tomo, siento que valía la pena intentarlo, que tenía que hacerlo, sentía la necesidad emocional de hacerlo por mis hijos, por el país, la juventud y por mí; no funcionó, pero no me arrepiento de intentarlo.
¿Le gustaría tener revancha?
Ahora estoy como muy golpeado. Diría que no, pero las palabras nunca y siempre, las trato de evitar.