Las Yungas son sinónimo de riqueza ambiental, de exuberancia verde, de cantos multiplicándose, de aullidos y rugidos. Pero en la zona de Orán, al norte de la provincia de Salta, cerca del límite con Bolivia, y de la unión de los ríos Blanco y Bermejo, la abundancia de colores y sonidos se volvió un gris silencioso. Son las cenizas que quedaron de las enormes llamas que destruyeron parte de esa gran biodiversidad del norte argentino. El fuego fue el final de un proceso de fuerte sequía que comenzó hace dos años y que aún perdura. El impacto es ambiental, pero también productivo y consecuentemente social.
Fernando Ortiz es productor de Colonia Santa Rosa, en el departamento Orán, un lugar que aún pelea contra las llamas con lo poco que tiene a mano. Casi nada. La noche del miércoles lo sorprendió hasta altas horas de la madrugada tratando de contener las llamas y alejarlas de los cultivos, las viviendas y hasta una escuelita rural ubicada alrededor de su finca. En ese paradisíaco paisaje dominado por la selva de Yungas, el fuego está provocando un desastre ecológico que poca repercusión tuvo en el resto del país y que por lo tanto no encontró hasta aquí respuestas a la altura de las necesidades.
“El miércoles se nos hicieron las tres de la mañana y la verdad es que ante eso no hay demasiado por hacer”, comienza explicando el productor, con resignación, en diálogo con Tranquera Abierta.
“Esto viene prendido fuego hace 5 o 6 meses en los cuales avanzó en un lugar, después en otro, y así. Esto viene desde Orán, fue en El Tabacal hace 4 o 5 días y el viento en el monte avanza muy rápido y lo trajo. Además, con dos años de sequía histórica y heladas fuera de época también se genera una carga adicional de combustible. Y para colmo mucha gente tiene la costumbre de prender fuego la basura y eso es un riesgo permanente. Sumemos los pescadores, cazadores que no tienen cuidado, o una colilla a la orilla de la ruta; todo eso es un potencial inicio del fuego. Es un drama para la naturaleza generado por el hombre; pero es como un tsunami; es inmanejable”, relató el productor de frutas y hortalizas.
¿Cómo es eso de que “todos prenden fuego la basura”?
Acá todos le echan la culpa a los políticos, pero en esto no hay mucho por hacer. Y eso que yo con los políticos no quiero saber nada. Hay que concientizar y trabajar fuerte en las escuelas pensando a futuro. Pero acá, por ejemplo. no hay recolección de residuos. La misma Municipalidad arroja residuos a la orilla de la ruta 34 y los prende fuego. Es luchar contra la corriente.
¿Qué es lo que se está quemando?
Lo que se está quemando es toda la biósfera de Las Yungas, toda selva tropical. Y viene ocurriendo desde hace unos años.
¿Qué superficie estiman perdida por las llamas?
Mucho, no se cuánto. Pero es mucho. Viene desde marzo y llegó a Colonia Santa Rosa anoche. Yo vivo acá y tengo mi producción en este lugar.
¿Qué producción hacen en la finca?
Hago frutas tropicales: bananas, maracuyá, mango; y en invierno hago hortalizas, tomate, berenjenas, pepino, zapallito.
¿Y en la finca ingresó el fuego?
Sí claro. Hay una escuela que se donó hace más de 30 años y llegó hasta ahí.
¿Y hay gente viviendo en los alrededores?
Sí claro, cerca de ese lugar hay viviendas. En la misma finca incluso. Pero quemó una parte de la escuela, parte de los bananales, unos cañaverales que hay para contención de la erosión del río. Fue muy grave. Y la gente lo que reclama es ayuda del Gobierno.
¿Y hay ayuda?
No, no hay nada. No tienen con qué tampoco. La verdad que producir en esta zona es muy difícil. Hay que tener una templanza muy grande porque es una atrás de otra.
¿Por qué?
Hoy tenemos un acampe piquetero acá en la ruta, en medio de esta situación. En la pandemia, los productores nos juntamos para hacer una colecta y tener unos generadores de oxígeno. En Colonia Santa Rosa somos 17 mil habitantes y había un tubo de oxígeno. Ya te morías incluso antes de la pandemia si necesitabas ese recurso con otras personas al mismo tiempo.
¿A cuántos kilómetros están de Salta Capital?
A 230 kilómetros. Y cerca tenemos a la tercera ciudad de la provincia como es San Ramón de la Nueva Orán, a 45 kilómetros.
Ese tipo de producción que hacen en la finca son de mano de obra intensiva, hay mucho trabajador ahí...
Sí, claro. Y tenemos ahí otro problema porque no conseguimos gente dispuesta a trabajar. En mi caso tengo un plantel estable de 30 personas. Pero siempre está el inconveniente de dar de alta a los empleados porque se resisten porque no quieren perder los planes sociales que cobran. Pero además, tenemos el hecho de que de los 30, el lunes vinieron a trabajar solamente 8. Y así es todos los lunes. El miércoles o jueves es cuando más vienen, que son 26 o 27. Pero acá tengo casos de personal con 11 hijos que por las asignaciones y los planes superan los 200 mil pesos, y eso es un incentivo en contra del trabajo. El Estado en eso está generando un perjuicio muy grande, una competencia al empleo. Y sumemos el problema educativo que tenemos, con tasas de analfabetismo muy elevadas. Le voy a contar una anécdota. Hace un tiempo en un gimnasio sugerí que colocaran un reloj de pared y el encargado me dijo que tenía uno, pero que era de aguja y casi nadie sabía leer la hora así.
¿Qué perspectivas hay con el fuego?
La verdad es que se quemó todo lo que se tenía que quemar. El daño ya está hecho y roguemos que llegue pronto el agua, la lluvia, y se reforeste de nuevo, porque fue un daño ecológico gigante.
¿El daño es ecológico más que productivo?
Sí, sí. Es ecológico más que productivo. De todos modos vamos a sufrir las consecuencias porque se debilitan las barrancas de los ríos y por la pérdida de biodiversidad y forestación. Pero en mi caso y el de la mayoría de los productores no tuvieron un impacto productivo grande. El daño productivo importante lo está ocasionando la sequía, ahí está el principal factor de deterioro actualmente.
¿Cómo está impactando la sequía en la producción?
Mal, muy mal, porque venimos de dos o tres años con falta de agua. Mi producción más fuerte es la del verano con la banana. Por ejemplo, el año pasado tuvimos una reducción del 60 o 70 por ciento en la producción. Y este año estimo que será similar. A esta altura del año tendríamos que tener unos 600 o 700 milímetros y ahora no llegamos a los 200 en este 2022. Hace 4 o 5 años había tormentas de 200 milímetros acá, en una tarde.
Un contraste...
Y sí, porque además también eso afecta mal porque rompe, hace zanjas en los caminos, deja un desastre. Pero de todos modos a eso estamos más acostumbrados que a esta sequía.
Por lo cual el mercado de bananas va a estar complicado, en oferta y precios el año próximo...
Y diría que desde este año mismo. Pero hay que pensar que Argentina produce sólo el 10% del consumo de banana, el resto se importa de Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay. Pero ahora no hay dólares para eso y al mismo tiempo tampoco el Estado ayuda a producir más cantidad, cosa que remarcamos todo el tiempo.
¿Se podría aumentar la producción?
Claro! Tenemos que generar más trabajo porque hay un montón de hectáreas para plantar si nos dieran una mano. No pretendemos que nos regalen nada, sí que nos sentemos a ver cómo fomentamos el cultivo. Y que pongan un poco de trabas a la importación de banana de Bolivia que llega a precios irrisorios porque esconde otro negocio detrás.
¿Cómo es eso?
Hubo muchos casos de embarques de bananas que fueron sorprendidos por ser pantalla del narcotráfico. Con la asociación de productores de acá hicimos un estudio de costos y al valor que se vendía la banana boliviana en los centros de consumo de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza o Rosario, no les daba para pagar ni la materia prima. Y eso acá lo sabe todo el mundo. Y entran 90 o 100 camiones por semana y hasta 150 en temporada alta.
¿Y detectaron camiones de banana con droga en algún control alguna vez?
Pero cantidad, cantidad! Es una realidad a la que nadie le da pelota. Hay un escaner que no anda y que además lo tiene Aduana y no Gendarmería. Incluso los radares de la frontera, que funcionaban una hora a la mañana y una hora a la tarde en horario fijo hasta 2015 o 2016 luego pasaron a 12 horas rotativas. Y ahora volvimos nuevamente para atrás.