Rostros y Rastros Conicet | agua potable | Natalia Gottig

Investigadoras trabajan para ampliar el acceso al agua potable

Desde Conicet desarrollaron un inóculo bacteriano para acelerar y optimizar el proceso por el cual el agua subterránea queda libre de metales, como el hierro y el manganeso, y se convierte en apta para el consumo

Fuera de los conglomerados, muchas comunidades se encuentran alejadas de los centros de distribución de agua potable y usualmente se abastecen de aguas subterráneas para consumo. Estas aguas suelen contener metales, como el hierro y el manganeso, que están presentes naturalmente en la tierra y se van incorporando en las napas de agua subterráneas. Su remoción es importante no solo para la salud sino también para la conservación de los sistemas de distribución que se corroen por la presencia de los óxidos y dan al agua un sabor metálico.

Natalia Gottig es Licenciada en Biotecnología, egresada de la Universidad Nacional de Rosario, tiene además un Doctorado en Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente trabaja en el IBR (Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario) como investigadora del Conicet. En diálogo con Rostros & Rastros dijo que en localidades alejadas de las que tienen agua de red, se usa agua subterránea para provisión de agua para quienes viven ahí. Lo que se hace desde las comunas es hacer varias perforaciones que confluyen a un único reservorio y desde allí se hace un proceso de potabilización para que vaya a cada casa. El tema es que cuando hacen este tipo de perforaciones detectan que en las aguas hay presencia de hierro y manganeso. Por eso desde el Centro de Ingeniería Sanitaria que depende de la UNR se diseñó un sistema biológico para filtrar esos metales que consiste en un proceso de aireación de estas aguas para oxigenarlas y pasarlas por filtros de arena para que las bacterias presentes en el agua vayan oxidando esos metales y transformándolos en una forma insolubles, que sería como polvo y que queden retenidos en los filtros para sacarlos de las aguas”.

¿Qué es lo que ustedes desarrollaron?

Cuando se ponían en marcha esas plantas de tratamiento, el hierro se remueve rápidamente pero no pasaba lo mismo con el manganeso, hasta que maduraban los filtros pasaban seis meses, o un año. Nosotras lo que hicimos fue buscar bacterias ambientales que tengan esa capacidad de oxidar el manganeso y de pegarse a los filtros de arena y lograr un inoculo bacteriano que aplicado a esos filtros de arena asimilen el proceso y lo optimicen. Lo que hicimos fue una optimización del proceso que ya existía.

Eso se puede hacer en las mismas plantas potabilizadoras…

Ahora se está probando en una planta piloto para ver si funciona bien, porque hasta acá todas las pruebas fueron a nivel laboratorio y con esos resultados en planta piloto, esperamos que ese inoculo sirva para cuando se armen nuevas plantas de tratamiento que se puedan aplicar en ese momento, o si no en las plantas que ya existen en el momento en el que hagan algún lavado de filtros y se detecte que el rendimiento de bajar el manganeso no es eficiente.

Trabajaron también con la industria del biodiesel...

Sí, una vez que tuvimos el inóculo bacteriano apuntamos a esa industria para hacerlo a gran escala y poder aplicarlo en los filtros y economizar ese proceso. El crecimiento de las bacterias, si se hace con medios habituales, es muy caro entonces para disminuir ese costo usamos residuos de la industria del biodiesel, que son orgánicos y no tóxicos, para hacer crecer esas bacterias, y además aprovechamos esos residuos.

También hablan de un biofilm, ¿qué es?

Como estuvimos seleccionando bacterias que tengan la capacidad de pegarse a la arena, esas bacterias forman una estructura que se las conoce como biofilm, es decir, ante una superficie la bacteria se pega porque lo ve como un nicho adecuado para crecer, y allí constituye esa estructura. Paralelamente estudiamos qué relación hay entre la creación del biofilm y la capacidad de oxidar el manganeso que tienen esas bacterias.

Ya hay localidades que tienen instaladas estas plantas…

Sí, ahí nosotros también fuimos a buscar nuestras bacterias para optimizar el proceso, un proceso que ya existía, esto sería una optimización del mismo, más rápido y más accesible económicamente. El tema de aplicar el inóculo bacteriano y los filtros es porque estos procesos ya son biológicos, las aguas ya vienen con bacterias, en los filtros ya quedan pegadas. Nosotros lo que hicimos fue agregar bacterias que sean más eficientes. Después el agua que sale de los filtros sale libre de hierro y libre de manganeso y pasa a una etapa de potabilización final que es el proceso que se la hace a cualquier agua para que se transforme en agua potable, libre de todo.

Este trabajo de investigación fue iniciado por Lucila Ciancio, Ainelén Piazza, Natalia Gottig y Jorgelina Ottado, entre otras personas que forman parte del equipo de investigación.

En marzo se conmemoró el Día Mundial del Agua, una jornada instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1992, la fecha apunta a concientizar sobre la importancia de la sustentabilidad de este recurso fundamental para la vida y para los seres humanos, además de un derecho inalienable.

Si bien un tercio del agua dulce disponible del planeta se encuentra en Latinoamérica, recientes reportes de la UNESCO señalan que 166 millones de personas aún no tienen acceso a sistemas seguros de abastecimiento de agua en esta parte del continente.

Argentina se ubica dentro de los países de la región con mayor cobertura de los servicios de agua potable, más del 80% de la población tiene acceso a la red, aunque aún persiste un porcentaje que debe abastecerse de este recurso mediante formas alternativas.

Por Fernanda Bireni