Catalina Gutiérrez, de 21 años, era estudiante de Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba y mantenía una relación de amistad con el agresor, que también era su compañero de carrera. El femicidio ocurrió en el departamento de Soto, luego de una discusión que él transformó en una agresión fatal.
Durante la sexta audiencia, el acusado intentó justificar su accionar aludiendo a un supuesto "estado de desconexión emocional" y sostuvo que "se le apagó la tele", quizás intentando minimizar su responsabilidad. Además, en su testimonio reconoció que tras el asesinato intentó encubrir el hecho, trasladando el cuerpo de Catalina en su automóvil hasta un descampado en el barrio Ampliación Kennedy, donde lo abandonó.
Soto también confesó haber fingido desconocer lo ocurrido en las horas posteriores al crimen. Incluso, según su propio testimonio, abrazó a la madre de Catalina en la comisaría, mientras se mantenía en silencio sobre el femicidio que había cometido.
En esta jornada, por pedido del Tribunal, Soto inició su declaración diciendo: “Lo primero que quiero pedir es perdón de todo corazón. A la familia de Catalina y a Catalina antes que todo. Soy el responsable de que ella no esté acá. No hay día en el que no piense en ella”. También agregó: “No hay forma de que pueda ponerme en los pies de las tres personas (por Marcelo, Eleonora y Lucía), no puedo pedirles nada. Aunque algún día los abrace”. Visiblemente quebrado, aseguró que el arrepentimiento estuvo presente “desde el momento cero”.
Asimismo, pidió perdón a su madre y su abuela, quienes lo criaron desde pequeño. “No sé qué les hice. El nieto y el hijo del que estaban orgullosas, que estaba en cuarto año de la facultad, hablando de amor, de golpe es un homicida”, sostuvo, y agregó: “¿En qué momento les regalé esto a ellas? El dolor que le generé a la familia de Catalina también me lo generé a mí”.
A lo largo de su testimonio, insistió en que extraña “su vida normal” porque era “perfecta”. “Estar con mis amigos, mi familia, estar bien y no en una cárcel como un homicida”, expresó, al tiempo que remarcó: “Yo soy un homicida, lo dije desde el momento cero. Lo hice, pero sí me voy a defender de las acusaciones de que soy un femicida, de que tengo celos y de que lo planeé”.
En su relato, Soto brindó detalles escalofriantes sobre el momento exacto del crimen. Contó que, tras la discusión, se abalanzó sobre Catalina y aplicó la maniobra de estrangulamiento con su brazo derecho, presionando con toda su fuerza hasta que ella dejó de moverse. Aseguró que la joven luchó por su vida, pero que él no detuvo la agresión hasta asegurarse de que no respiraba más. Tras el ataque, permaneció varios minutos junto al cuerpo, antes de decidir cómo deshacerse de él.
Soto también relató que, tras darse cuenta de que Catalina estaba muerta, se sintió desorientado y contempló la posibilidad de suicidarse. “Se me pasó por la cabeza matarme, agarrar el auto y chocar. Vi arriba de la heladera el alcohol y dije ‘me prendo fuego acá en el departamento’. No sabía qué hacer, iba y venía, me senté y no entendía qué hacer”, expresó.
Luego, sostuvo que decidió sacar a Catalina de su departamento y llevarla “a la casa”. “Ahí agarré la cinta, se la puse para llevarla y se zafa. La subo al auto y en ningún momento se fue de mi cabeza el ‘qué está pasando’. No entendía nada. De golpe iba al bowling y de golpe estaba con Cati atrás”, añadió.
Condujo hasta la zona sur de Córdoba, donde finalmente abandonó el cuerpo en barrio Ampliación Kennedy. “Freno en un lugar, no quería manejar más, me quería matar. Agarro el alcohol, tiro en el piso y me tiro a mí. Prendo un fósforo y se empieza a prender despacito. Ahí es cuando no me dieron los huevos, el fuego avanzaba paulatinamente y arranqué a caminar”, recordó.
Después de abandonar el cuerpo de Catalina, Soto regresó a su departamento y fingió desconocer lo ocurrido. “Perdón por no haber tenido los huevos en el momento de decir que maté a una persona”, se disculpó. También confesó que cuando la madre de Catalina lo llamó, fingió sorpresa y preocupación. “Me llamó Ele y empecé a hacerme el boludo. No tenía los huevos para contarle a ellos. Llegué a mi departamento, me cambié y me pasó a buscar Zaza”.
Además, durante la audiencia, se revelaron los mensajes que Soto envió después del crimen para construir una coartada. Envió textos a la propia Catalina, ya fallecida, intentando simular que la esperaba en otro lugar. A las 21.58 le escribió: “¿Qué onda gila?”. Luego, a las 22.06, añadió: “No hacemos un pingo” y a las 22.18 insistió: “Che, ¿qué onda Cata? Era para avisarte que ya estoy en casa. No sé qué onda vos. Les dije a los chicos que se cancelaba. No venías más, ya ni me muestro enojado”.
Finalmente, las cámaras de seguridad captaron a Soto sacando el cuerpo de Catalina de su departamento y arrastrándolo hasta el auto, para luego abandonarlo en el descampado. Estas imágenes, junto con los mensajes revelados en el juicio, exponen la frialdad con la que el acusado intentó ocultar su crimen.
La declaración del agresor estuvo cargada de detalles por lo que, lógicamente, Eleonora, la madre, Marcelo, el padre y Lucía, la hermana de “Cata”, presentes durante toda la audiencia, evitaban mirarlo. Seguramente, en su interior reconstruían el calvario que atravesó la joven en sus últimos momentos de vida.
El proceso judicial continúa este miércoles con los alegatos de ambas partes, acercándose la sentencia en este caso que conmovió al país.