Si el fiscal Julio Rivero tenía alguna duda de que cargaría sobre sus espaldas con todo el peso de la acusación contra Marcelo Macarrón por el crimen de Nora Dalmasso, la audiencia de ayer cristalizó esa percepción: en una declaración que rozó el falso testimonio, Juan Dalmasso relativizó todos sus cuestionamientos previos hacia el viudo –reflejados en múltiples declaraciones en tribunales- y confesó que participó junto a los hijos del imputado y su hermana Susana de un zoom familiar en el que se decidió excluir a “Nené” Grassi del juicio, pese a que semanas antes había ratificado ante dos funcionarias judiciales su voluntad inquebrantable de participar como querellante en el proceso contra su (ex) yerno.
“Nada ha cambiado (desde el crimen de Nora Dalmasso). Si pasara un hecho similar estaríamos en la misma situación”, dijo el hermano de la víctima, que utilizó buena parte de su larga exposición para cuestionar la actuación de los fiscales, la policía y los medios de comunicación los últimos 15 años. “En el medio había dos familias destruidas viendo cómo la culpable de su muerte era Nora; ella había tenido la culpa de ser asesinada”, se quejó amargamente.
En llamativa sintonía con la declaración de sus sobrinos Facundo y Valentina Macarrón la semana pasada, Juan Dalmasso orientó sus sospechas contra el empresario Miguel Rohrer y el abogado Daniel Lacase. Del primero dijo que al enterarse de que se había reunido con Diego Estévez, su madre le revocó el poder para representarla en la querella; a Lacase lo acusó de utilizar el crimen para embestir contra su rival político Alberto Bertea.
Inducido por las preguntas de Brito, el testigo hizo una cerrada defensa de la familia Macarrón y destacó la buena relación que el viudo tenía con su esposa. Aunque no pudo establecer si el cumpleaños número 50 de su cuñado se hizo de día o de noche, sí pudo recordar que vio a su hermana sentada sobre la falda de Macarrón, prueba de la idílica relación que los unía los días previos al homicidio.
-¿A quién no se investigó en esta causa?-, le preguntó Rivero.
- A Lacase-, contestó Juan Dalmasso tajante, dejando en claro hacia dónde orienta sus sospechas.
El fiscal le preguntó por qué su madre renunció a la querella. “Lo hablamos en familia: Susana (en Buenos Aires), Valentina (en Mendoza), Facundo (en Europa) y yo. Y decidimos que lo mejor era sacar a “Nené” del proceso”, contestó ante el asombro del fiscal, los periodistas y el escaso público en la sala de audiencias. Y contó que certificaron su voluntad de renunciar a la querella ante escribano público, algo de lo que probablemente “Nené” nunca se enteró.
-¿La decisión fue unánime?, insistió el fiscal.
- Sí. Pensamos que era la única forma de protegerla a ella del proceso.
- ¿Su madre sabe que empezó el juicio?
- No creo-, contestó Juan Dalmasso. Y dijo que él tampoco sigue la información sobre el juicio: “En esto soy categórico: no sé nada de este juicio”, aseguró. También negó haber conversado la estrategia jurídica de la querella con la asesora letrada que asistía a su madre. “Yo no era el querellante”, se atajó, fastidioso.
Para explicar esta insólita situación fue citado hoy como testigo el escribano Roberto Foglino, contratado por la familia (del imputado) para fedatar la voluntad de “Nené” de renunciar a lo único que parecía mantenerla con vida: la irrenunciable esperanza de saber quién o quiénes asesinaron a su hija.
Rivero volvió a poner en apuros a Juan Dalmasso cuando le preguntó quién llevó a tribunales el escrito consensuado por él, su hermana y… ¡los hijos del imputado! Pero la selectiva memoria del testigo hizo agua. Rivero –que ayer actuó por primera vez con la energía que demanda su rol de acusador- impidió que el testigo se refugiara en el “No me acuerdo”, convertido casi en una muletilla en lo que va del juicio.
- ¿Cómo llegó ese escrito a Tribunales?-, insistió el fiscal.
- No lo sé.
- ¿Lo trajo usted?
- No lo recuerdo. Puede que lo haya traído yo en situación de dejarlo en la mesa y haberlo retirado-, fue la extraña respuesta de Juan Dalmasso.
La audiencia concluyó con la declaración de Silvia Magallanes, a quien las partes y el tribunal trataron con llamativa condescendencia: la exnovia de Lacase no paró de incurrir en contradicciones con sus contradictorias declaraciones anteriores. Dijo que no vivía con Lacase –Juan Dalmasso había afirmado lo contrario minutos antes-, que no entró a la casa de Villa Golf la tarde que hallaron el cuerpo de Nora –está acreditado que sí lo hizo- y que nunca le mencionó a Malenka Gavazza –esposa de Jorge Grassi, primo de Nora- que Nora tenía amantes (en sus declaraciones hay menciones a Miguel Rohrer, Rafael Magnasco y Guillermo Albarracín).
La audiencia de ayer dejó en claro que la familia de Nora –biológica y política- se abroqueló en defensa del viudo. Rivero no se equivocó cuando advirtió a los jurados populares: “Me dejaron solo”. Pero esa soledad no fue la última voluntad de la madre de Nora Dalmasso –a quien el fiscal definió como “una leona”-, sino resultado de la confabulación de sus hijos y nietes para excluirla del proceso que la mantuvo viva y esperanzada los últimos quince años.
Hernán Vaca Narvaja. Especial para Puntal

