Los jefes de Estado, ministros y negociadores, junto con activistas climáticos, alcaldes, representantes de la sociedad civil y directores ejecutivos, se reúnen del 6 al 18 de noviembre en la ciudad costera egipcia de Sharm el-Sheikh para el encuentro anual más importante sobre cambio climático.
La 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) se basará en los resultados de la COP26 para adoptar medidas en ciertas cuestiones esenciales para hacer frente a la emergencia climática, que incluyen desde la reducción urgente de las emisiones de gases de efecto invernadero, el fortalecimiento de la resiliencia y la adaptación a las consecuencias inevitables del cambio climático, hasta el cumplimiento de los compromisos de financiación de la acción climática en los países en vías de desarrollo.
Ante la creciente crisis energética, las concentraciones récord de gases de efecto invernadero y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, la COP27 busca conseguir que se renueve la solidaridad entre los países para cumplir el histórico Acuerdo de París, que se adoptó en beneficio de las personas y del planeta.
Financiamiento
La periodista especializada en clima, Tais Gadea Lara, analiza por qué en corazón de esta conferencia está centrado en el financiamiento.
“Los temas centrales que se ponen sobre la mesa en esta próxima conferencia están vinculados, directa o indirectamente, con el financiamiento. Egipto, como país que preside la COP27, lo subraya como EL tema sobre el cual debe haber avances concretos. Los países del Sur Global lo llevan como prioridad en sus agendas de trabajo”, señala la profesional y analiza qué pasó sobre este tema en las ediciones anteriores de la COP.
Lara recuerda la decisión final de la COP15 que se realizó en 2009 en Copenhague que tendría que haber derivado en un acuerdo y terminó en fracaso: “En el contexto de una labor significativa de mitigación y de una aplicación transparente, los países desarrollados se comprometen al objetivo de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares anuales para el año 2020 con el fin de atender a las necesidades de los países en desarrollo”. Además agrega que esto tenía como argumento detrás el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. “Ese según el cual todos los países son responsables de actuar ante el cambio climático, pero hay diferencias históricas respecto de cuánto han contribuido algunos países y son estos (los más emisores, los desarrollados) los que deben ayudar —por ejemplo con financiamiento— a los otros países (los menos emisores, los en desarrollo) para que puedan implementar sus políticas de acción climática, para que no se queden atrás”, escribió.
En la COP21 histórica del Acuerdo de París de 2015 las partes redoblaron el compromiso de continuar la meta de movilizar 100.000 millones de dólares anuales hasta 2025. Los famosos (e incumplidos) 100.000 millones de dólares.
“La pandemia fue en 2020 una excusa perfecta al tiempo que demostraba que no parecía haber un problema de escasez de recursos sino de elección de su distribución en función del grado de emergencia con el que se consideraba cada problema”, remarca Lara y cierra diciendo que “la promesa de los 100.000 millones anuales es el elefante en la habitación de la COP. No porque ninguna de las partes quiera discutir sobre él, sino porque algunas — las que deben aportar el dinero— no tienen la más mínima intención de que el tema tenga avances concretos. ¿Podrá la COP27 romper con esto?”.
Energías renovables
Agustín Torroba es Magister en Energías, especialista Internacional en Biocombustibles, Programa de Innovación y Bioeconomía del IICA, trae al debate el impacto climático de fenómenos extremos como mega sequías y las precipitaciones excesivas. El dato científico: “Tras más de un siglo y medio de desarrollo económico basado en las energías fósiles, la temperatura del planeta ha subido 1,1 º C, multiplicando las sequías, las tormentas y las inundaciones”.
Torroba expone que “las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera están empujando al planeta a un territorio desconocido, ya que en la última década se han incrementado la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos”.
El análisis del profesional toma datos del Observatorio de la US National Oceanic and Atmospheric Administration, instalado en 1956, que muestra que “los incrementos en los niveles acumulados de CO2 equivalentes han sido tan considerables que en agosto de 2022 el planeta estaba a apenas 33 ppm (partes por millón) para llegar a la barrera de los 450 ppm, a partir de la cual se incrementa considerablemente la probabilidad de un aumento de la temperatura global por encima de los 2 grados Celsius”. Durante la primera reunión de la COP-1, en 1995, las emisiones acumuladas eran 360 ppm, o sea 57 ppm menos que los actuales 417.
Cita también el Global Monitoring Laboratory (2022) según el cual “al ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), cruzaríamos la barrera de 450 ppm en 15 años. La reciente alerta del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, agosto 2022) señala que los países retrasaron tanto la reducción de sus emisiones de combustibles fósiles que ya no puede evitar que el calentamiento global se intensifique en los próximos 30 años, aunque todavía hay una ventana para evitar un futuro más preocupante”.
Torroba destaca que “disminuir estas emisiones antes del 2050 es clave para evitar que la temperatura suba más de 1,5 °C. Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados no se deben desarrollar nuevos yacimientos de fósiles ni construir nuevas centrales eléctricas de carbón. Además, se requiere una transformación integral de la producción, transporte y utilización de la energía, apuntando a medidas de eficiencia energética con el objetivo de reducir el consumo energético un 7,5% para el 2050 en comparación con el 2020”.
“Lograr emisiones netas neutras de gases de efecto invernadero en el sector energético al 2050 requiere nuevas tecnologías que aún no están en el mercado. Una de las medidas más relevantes será modificar drásticamente la matriz de consumo mundial de energía, reduciendo la participación de los combustibles fósiles del actual 79% a un 23% al 2050 e incrementando las energías renovables del 26% al 66% en el mismo período. A pesar de que las medidas anunciadas por la Agencia Internacional de Energía no son un escenario unívoco de acción, estas marcan la magnitud de los desafíos para los años venideros. Con lo cual la próxima COP en Egipto debe servir para profundizar los esfuerzos globales en la lucha contra el cambio climático, con un foco muy importante en el rol del sector energético y en las soluciones que el sector agropecuario puede aportar”, asegura.
Por Fernanda Bireni