Innovación Embajada | Córdoba | gastronómico

Frich: la embajada oficial de la hamburguesa americana en Córdoba

Nació en plena pandemia, apostó por el detalle extremo y logró algo impensado: recrear el sabor y la experiencia del fast food más clásico al otro lado del continente. Ahora abre su segundo local y sigue creciendo, sin perder el foco ni la identidad

Con un pan importado desde Estados Unidos, una canastita original traída del mismo país y una obsesión por los detalles que roza lo extremo, Frich construyó una hamburguesería con identidad propia en el corazón de Nueva Córdoba. Pero detrás de su estética cuidada y sus hamburguesas de estilo americano, hay una historia de pandemia, riesgos y trabajo sin descanso.

Federico Givogri, uno de los fundadores de la marca, explicó que todo empezó con una necesidad personal. “Era como una necesidad de transmitir algo. De lo que pasaba yo por ese momento”, recuerda. En simultáneo nacieron el concepto, la receta y la experiencia que hoy define a Frich: una apuesta por ofrecer una hamburguesa 100% yankee, adaptada al paladar cordobés, pero sin resignar autenticidad.

Desde el inicio, el objetivo fue claro: reproducir fielmente la experiencia gastronómica de Estados Unidos. Y eso implicó decisiones poco convencionales. “Tenemos el pan Martins de Estados Unidos. Los aderezos. Ahora estamos viendo detrás de la panceta”, cuenta Givogri. Incluso los detalles más mínimos se pensaron en función del concepto. “La canastita que nosotros servimos de hamburguesa es desde Estados Unidos. Y decís, che, ¿hasta Estados Unidos vas a ir a comprar eso? Sí, es una canastita”, dice entre risas, aunque con firmeza.

El camino no fue sencillo. La apertura coincidió con la pandemia y el contexto jugó en contra. “El público cordobés era bastante más arraigado a las comidas tradicionales. Y traer un producto americano, por ahí, capaz… mi hermano más que nada decía: tenemos que ver si le va a gustar a la gente”, explica. A eso se sumó la inevitable comparación con el lomito cordobés, una competencia cultural que muchas veces ponía en jaque el precio y la propuesta del producto. “Decís, che, pero para eso me como un lomito, ¿viste?”.

La estrategia de marketing inicial fue arriesgada y costosa. Probaron con promociones agresivas en aplicaciones de delivery, pero el margen no alcanzó. “Al ser una marca nueva, que no te conoce nadie, quisimos hacer eso. Estuvo bueno porque nos conoció mucha gente. Pero el margen nos daba bastante en negativo”, recuerda Givogri. A pesar del golpe económico, esa campaña les sirvió para que el público probara el producto, algo que consideraron clave. “Siempre decimos que el buen marketing es que la gente pruebe la hamburguesa. Estamos tan confiados con el producto que logramos, y que está tan fiel al producto real, que si la gente busca eso, lo va a encontrar”.

Cinco años después, Frich se consolidó como una marca reconocible, con clientela fiel y un producto que se defiende por sí solo. Y ahora va por más. Están a punto de inaugurar un segundo local en Valle Escondido. “Va a ser en el complejo acá ese. Imaginate que nosotros abrimos el primer local en pandemia. Siempre va a haber oportunidad donde la mayoría ve crisis”, sostiene. Según explicó, no se trató de una decisión impulsiva ni de una expansión forzada. “Hoy estamos en un contexto propio de la marca en donde nos pide crecer. No lo hacemos por una cuestión de que crezcamos por crecer, sino por una cuestión estratégica. Y hoy nos pide crecer”.

El nuevo local será, en palabras del propio fundador, “tan importante como abrir el primero”. La idea es mantener el servicio, la calidad y la experiencia tal como se gestó en la primera sede. Sin franquicias, sin saltos al vacío. “Vamos muy despacio con locales propios”, asegura.

Aunque sueñan con crecer a largo plazo, prefieren ir paso a paso. “Si me preguntabas hace un tiempo, te iba a decir algún que otro local afuera… sería un sueño. Pero no me quiero apurar”, confiesa Givogri. “No queremos quemar la marca. Queremos ir de a poco consolidando y después ir viendo”.

Frich no se armó con un Excel, sino con pasión. Una pasión que, según Givogri, consume todo. “Mi vida gira en modo local. Me levanto pensando en Frich, me voy a acostar pensando en Frich, sueño con Frich”, dice. Y detrás de ese nivel de dedicación hay mucho más que una receta. “Crear una marca de cero no es solo crear el concepto y el producto. Es armar procesos, manuales, lidiar con gente, con personal, estar atrás del producto todo el día, no descansar un solo momento”.

La obsesión por el detalle forma parte de su ADN, y con ella, también una autoexigencia que no descansa. “Queremos que toda la gente salga feliz del local. Cuando tenemos una crítica o un mal comentario, nos queda re mal. Hace cinco años estamos con Frich y por ahí te tendrías que remalar un poco más para que fluya… pero no. Un comentario malo nos pega”, admite.

Como dijo él mismo, se trata de “falta de salud mental”, entre risas, pero también con una verdad latente: Frich no es solo una hamburguesa. Es una experiencia cuidadosamente construida, obsesiva hasta en las canastitas, pero profundamente cordobesa en su espíritu. Y mientras siga existiendo esa necesidad de transmitir, esa fidelidad al concepto, esa convicción de que una hamburguesa puede ser una marca… Frich va a seguir creciendo.