XFG es una recombinación genética de dos variantes de Ómicron, y esa fusión es lo que inspiró el apodo “Frankenstein”, en clara alusión al monstruo ensamblado con partes diversas. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud la clasificó solamente como una “variante bajo monitoreo” (VUM), lo que indica una vigilancia activa sin que represente una amenaza sanitaria mayor.
Más allá del nombre y del revuelo mediático que despierta, lo que importa ahora es saber qué tipo de cuadro clínico provoca. Según distintos especialistas, los síntomas que provoca esta variante no se alejan demasiado de los de anteriores subvariantes de Ómicron, aunque tiene una particularidad: suele afectar con especial rapidez la laringe. Esto se traduce en casos donde la ronquera o incluso la pérdida total de la voz aparecen como señales distintivas. Así, junto a esos episodios que preocupan por su rapidez, se presentan síntomas típicos del COVID19: fiebre, dolor de garganta, tos seca, fatiga, congestión nasal, dolores musculares y malestar general. Pero no hay indicios de que XFG provoque cuadros más graves, internaciones masivas o que tenga mayor letalidad que otras variantes ya conocidas.
En la Argentina, la circulación viral sigue en niveles bajos. De hecho, en la semana epidemiológica 30 apenas se reportaron ocho casos positivos en las muestras estudiadas por PCR; tres de ellos, justamente, correspondieron a la variante XFG. En ese contexto, el hallazgo de la cepa “Frankenstein” subraya la relevancia de la vigilancia genómica nacional, que permite detectar variantes en forma temprana y actuar con anticipación.
La gran noticia, que lamentablemente no suena tan espectacular como el nombre, es que las vacunas siguen siendo la mejor defensa. La protección vigente ante todas las variantes no ha disminuido aunque hayan surgido nuevas mutaciones.
El médico especialista en infectología, Hugo Pizzi, aseguró que se debe tener en cuenta que el virus del Covid quiere seguir existiendo y recalcó que “las personas que no tienen vacuna pueden tener un compromiso mayor si se contagian” y comentó: “Empieza con dolor de músculos, fiebre y después en la garganta con una disfonía muy marcada que, en algunos casos, hay pérdida de voz que luego se recupera”.
En ese sentido, el Ministerio de Salud de la Nación y los infectólogos recomiendan mantener actualizados los esquemas de vacunación, ajustándolos al nivel de riesgo de cada persona. Para mayores de 50 años, embarazadas o inmunocomprometidos se sugiere un refuerzo cada seis meses; para personas con enfermedades crónicas o trabajadores de salud, cada año; y para quienes están en buen estado de salud, una dosis anual suele ser suficiente.
Más allá de las vacunas, las medidas básicas de prevención no pierden vigencia: higiene de manos, ventilar los espacios cerrados, evitar saludar con besos cuando hay síntomas respiratorios, barbijo en espacios abarrotados o de riesgo, e incluso aislamiento si hay algún síntoma. No son medidas de ciencia ficción, sino simples hábitos que salvan vidas.
En definitiva, el nombre “Frankenstein” genera titulares impactantes, pero la realidad no es tan terrible: estamos frente a una variante que no evidencia mayor gravedad y frente a la cual ya tenemos protección efectiva. Pero no debemos subestimarla. El virus sigue transformándose, y nuestra respuesta, vacunación, vigilancia y cuidado, debe mantenerse firme. Lo que da miedo no debe paralizarnos, debe despertarnos a mantenernos precavidos.