La gran revolución que esperamos los argentinos es la de la política y empieza con la transparen- cia. De eso se trata la ley de “Ficha Limpia” que impulsamos con fuerza desde nuestro bloque para tratarla en los próximos días.
Un filtro necesario llamado "Ficha Limpia"
Por Diego Mestre *- Diputado nacional
La ley que proponemos no aseguraría por sí misma que los hombres y mujeres que asuman cargos públicos sean íntegros (no hay forma de saberlo con certeza y de antemano). La ley, en cambio, impediría que los condenados por corrupción, entre otros delitos, puedan ser precandidatos o ejercer cargos partidarios.
Se trata de un gran filtro que dejaría afuera de la competencia a quienes han generado pruebas suficientes en su contra y fueron sentenciados por un juez.
El artículo 16 de nuestra Constitución establece que el único requisito para ocupar un cargo pú- blico es la idoneidad. La idoneidad debe ser vista más allá del cúmulo de antecedentes y capacidades profesionales. Se trata, sobre todo, de integridad. Parte de no tener un prontuario con antecedentes penales. Actualmente, no hay nada que impida que personas condenadas por delitos de corrupción puedan presentarse como candidatos. Estamos obligados a corregir ese defecto gravísimo. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha determinado que esa idoneidad va más allá de lo técnico y se extiende al terreno de lo ético.
La iniciativa que he presentado (hay otras en el mismo sentido) contempla, principalmente, condenas por las numerosas variantes de la corrupción: cohecho y tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, negociaciones incompatibles con la función pública, enriquecimiento ilícito, encubrimiento y fraude. Además, “todos los delitos que sean incorporados al Código Penal o en leyes especiales, en cumplimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción”. El ejemplo de Brasil es paradigmático: se aprobó la norma y acabó impidiendo que 2045 candidatos condenados sean candidatos (Lula incluido). La ley también se aplica en Uruguay, Chile, México, Honduras, Perú, España, entre otros países.
Si la ley de ficha limpia hubiera estado en vigencia en 2017, por ejemplo, habría impedido que Carlos Menem, un delincuente condenado en segunda instancia a cuatro años de prisión por el pago de sobresueldos durante diez años de gobierno, sea senador y se encuentre blindado por fueros.
En agosto de 2019, la iniciativa estuvo lista para ser tratada en el recinto, con un dictamen de mayoría consensuado. El Frente para la Victoria, a último momento, no dio quórum. Argumentaron que era una ley oportunista, un show con intenciones electorales y otras excusas arteras. Lo recuerdo con claridad porque me desempeñaba como presidente de la Comisión de Justicia, una de las que intervenían en el dictamen.
En estos días vamos a reanudar el debate de la ley en diputados. Tengo toda la esperanza de avanzar hasta que entreguemos esta norma al pueblo, en un momento en que la Argentina necesita sanar heridas institucionales muy profundas y la administración pública necesita recuperar credibilidad.
Hace tiempo, 160.000 firmas fueron recolectadas en una campaña de internet (Change.org). El pueblo pidió una ley que limite el “derecho al sufragio pasivo”. Hoy, el número de firmas escaló a 366 mil y sigue en ascenso. La cantidad de argentinos involucrados en la petición es elocuente. La sociedad civil a través de sus canales, utilizando la tecnología, está actuando, participando, exigiendo, llevando un mensaje que más bien se parece a un grito. ¿Quiénes sino los representantes debemos luchar por satisfacer esa necesidad destinada a fortalecer la democracia?
La Ficha Limpia eleva los estándares de quienes decidan participar en la función pública. El pue- blo nos exige que estemos a la altura de sus anhelos democráticos. Y es más que claro: resulta inadmisible que personas con bajos estándares éticos y morales lo repre- senten y tomen decisiones que afecten su vida. Sólo quienes avalan la turbiedad y la falta de integridad podrían ponerle palos en la rueda a una iniciativa como esta.
* Presidente de la Comisión
de Defensa del Consumidor, del Usuario y la Competencia.