En las situaciones de muerte intervendrán, en distintas intensidades, alguno de los siguientes componentes: cambio, dolor, pérdida y transformación. Familiarizarnos con estas emociones y situaciones, permitiría no solo transitar la muerte física de un ser querido, o la idea de la muerte propia, sino también transitar los cambios contantes a los que seremos convocados en cada día de nuestra vida.
Familiarizarse con emociones alrededor de la muerte
Si hay algo con lo que cada humano nace, es con la certeza de que un día, no sabe cuál, morirá. No solo yo moriré, sino todas aquellas personas que conocemos. La vida incluye a la muerte, no solo la propia sino la de otros
La idea de muerte aplica a cualquier tipo de pérdida, ya sea en relaciones, edades, status etc. Muchas de estas pérdidas son cotidianas. Familiarizarnos con estas emociones nos proporciona la posibilidad de organizar valores por prioridades y no por automatismos que no hacen más que transitar el tiempo sin nutrirnos del proceso. Aceptar que podemos morirnos en cualquier momento, nosotros o nuestros seres queridos, seguramente cambiará nuestra escala de rencores, horas de trabajo y risas con las personas que queremos.
Desde perspectivas religiosas y culturales, en la muerte encontraremos un paso a una dimensión superior (esto quiere decir más sutil y luminosa). En general el sentir de los deudos está vinculado al propio dolor. La sensación general es que la persona que se ha ido de este mundo, está en paz, está mejor. El dolor intenso se manifiesta en los vivos, y no en los muertos.
Por cuanto, lo que nos duele es lo que nos pasa a nosotros y no al muerto. No lloramos por él. Lloramos por nosotros. El muerto está en paz, ¿y los vivos? Mi persona amada murió y sé que está bien, en otra dimensión, con sus maestros y sus familiares o no está en ningún lado porque creo que después de la vida no hay nada. En cualquier caso, se fue.
Aun en las diferentes opciones filosóficas, si me espera Dios, mi abuela o la nada misma, es otro tema. En principio, el muerto no la está pasando mal. El dolor queda en los vivos.
Resignificar esto es parte del camino de liberación y aceptación inherente a la vida.
Es seguro, nos vamos a morir. Es de las pocas certezas que tiene la humanidad.
Religiones, reencarnaciones, y posturas filosóficas diferentes, pretenden justificar una obviedad, que de este plano nos iremos, y aun pensando en que el tiempo es relativo y que puede haber una versión multidimensional de la realidad, lo cierto es que para conectar con esa información hay que entrenar o investigar mucho más que lo que hacemos en lo cotidiano.
Algo tan garantizado como que moriremos, está poco integrado en nuestras cotidianeidades.
Gestionar la idea de la muerte propia y la muerte de otros deberían estar integradas en un estado mental cotidiano.
Comenzar a pensar cómo nos gustaría que nuestros seres queridos nos recuerden, seguramente, reorganizara nuestra agenda. Sabiendo que antes o después en algún momento esta información será muy útil.
Por otro lado, dejar que el muerto se vaya en paz es un acto de amor. En otros términos, si tanto te he querido espero que estés mucho mejor. Cambiar de dimensión e ir al cielo con ángeles o cualquier otro destino, requiere que dejemos en paz al muerto y a nosotros mismos.
Si extrañamos a nuestros difuntos amados, sus abrazos, los encuentros, las rutinas asumamos también que es una de las mayores oportunidades de reconocer nuestras carencias. En otros términos: si cuento con que el muerto se encuentra bien y yo sigo mal, lo que estamos llorando es lo que nosotros no tenemos. No por el otro sino por lo que teníamos nosotros con la otra persona. El punto de vacío está en nosotros y no en el otro.
Atravesar duelos es un proceso complejo y muchas veces doloroso, pero de ninguna manera debería permitir quedarnos instalados en ese estado que, aunque, tiene aspectos biológicos, deberíamos poner en marcha intensiones de aprendizaje, madurez y crecimiento que permitan actualizar y transformar dinámicamente nuestras vidas.
Terminar y empezar es constante. Contemos con ello como parte de un proceso que continuará.
Por: Gabriela Cantore | Psicóloga | MP 9371