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Hidrovía: Un debate que puede condicionar 60 años a la producción

Los puntos polémicos de la licitación en marcha que está sospechada de ser “un traje a medida” para la actual concesionaria. ¿Por qué es importante para los productores?

Primero, poco antes de Navidad, fue Guillermo Dietrich, el exministro de Transporte de la Nación durante la gestión de Mauricio Macri, el que sacudió el tablero y puso sobre la mesa un debate que parece pasar muy lejos del interés general e incluso de la atención de los productores, aunque para estos se estén jugando millones de dólares a futuro: el de la hidrovía Paraguay-Parana. Aquella voz fue interpretada como una disputa subterránea entre el exPresidente y el actual mandatario Javier Milei, con supuestos intereses cruzados.

A Macri se lo relaciona con la empresa holandesa Royal Boskalis Westminster NV, un gigante global de servicios marítimos y fluviales, con cuyo CEO estuvo reunido en un viaje por los Países Bajos durante su gestión en 2017. En aquel gobierno se intentó llevar adelante el proceso licitatorio de la hidrovía, pero su derrota electoral de 2019 dejó trunco el proyecto. Ahora, el que lo empuja es Milei, quien recibe críticas del macrismo por considerar que el pliego de licitación es un traje a medida para la actual concesionaria, quien podría quedarse con el negocio por 30 años, renovable por otros 30. Es decir, hasta 2085. Ese también es un punto de ataque del macrismo: el plazo de operaciones que se garantiza la empresa sin que existan inversiones iniciales de magnitud necesarias que puedan justificarlo.

Quien opera actualmente la hidrovía es la belga (ninguna novedad que los gigantes del sector sean holandeses y belgas) Jan de Nul, que realiza el trabajo desde 1995, cuando Carlos Menem cumplía la bisagra entre el primer mandato y el segundo. Una licitación que también fue por 30 años, aunque sin opción para extenderlo.

Lo cierto es que a un mes de los dardos de Dietrich, el que asomó ahora para cargar contra el proceso licitatorio fue Ignacio Garciarena, otro exfuncionario del macrismo, que condujo la dirección de Agricultura. Sin demasiado rodeo, afirmó que la licitación, tal como está, “puede condicionar el negocio futuro de la producción agrícola de los próximos 60 años”. Y agregó: “No exagero, dada las condiciones que hoy se están discutiendo, y que tienen fecha de vencimiento el próximo 12 de febrero, lo que ese día se defina podría generar un sobrecosto enorme a la producción, ya que la licitación está planteada para 30 años, con una extensión posible a 30 años más”.

El 12 de febrero es el plazo último para conocer las ofertas de quienes quieran participar en la compulsa que promete un negocio de unos 12 mil millones de dólares para los primeros 30 años.

Para Garciarena, “la cuestión de estos plazos tan largos previstos en la actual licitación es infundada, ya que no hay necesidad de grandes inversiones iniciales que lo justifiquen. Además los cambios tecnológicos que seguramente vendrán, tampoco podrán ser tenidos en cuenta con plazos tan dilatados”, remarcó el exdirector de Agricultura.

Y después se refirió al punto que más afectaría a los productores, que siguen este debate de lejos: “De arranque, la licitación prevé un incremento de entre 2,5 y 3 dólares por tonelada, equivalente a una transferencia de recursos de 7.500 millones de dólares del sector productivo hacia la adjudicataria. Tengamos en cuenta que empresas navieras y exportadores trasladarán sus costos al productor. Obvio”, dijo el exfuncionario.

Luego apuntó contra un elemento sensible para la actual gestión: la transparencia del proceso. “Tal como está diseñado el pliego licitatorio deja como único oferente (las condiciones parecieron hechas a imagen y semejanza del concesionario actual) justamente a quien opera hoy la hidrovía”, aseguró Garciarena.

En cuanto a los aspectos técnicos, el exdirector de Agricultura destacó que “mientras el dragado de canales en Montevideo y Santos alcanza profundidades de 43 y 49 pies respectivamente, el tramo correspondiente a Buenos Aires solo llega a 34 pies, con una proyección limitada a 39 pies”. Y agregó: “Esta diferencia estructural reduce la capacidad operativa de los buques que ingresan, limitando su carga al 25% de su capacidad y encareciendo proporcionalmente los costos logísticos”.

Y finalmente, sobre ese punto, indicó: “Esta profundidad de 39 pies ya es acotada para los actuales buques, ni hablar si tenemos en cuenta que el tamaño de los barcos sigue creciendo en post de prestaciones más competitivas, haciendo que este dragado esté condenado a ser insuficiente desde el primer momento”.

Y concluyó: “La ineficiencia estructural de nuestra hidrovía y sus puertos agrava la desventaja competitiva frente a países como Uruguay y Brasil. Exportar un contenedor desde Buenos Aires cuesta tres veces más que desde Montevideo o Santos”.