Opinión | Javier Milei |

Milei, del estallido a la expansión

El libertario ya no es una explosión de excepcionalidad; es un proyecto de poder que hace dos semanas terminó de poner al sistema político en fase de crisis profunda. Los gobernadores creen que viene una segunda etapa: van por ellos y los intendentes

Tal vez sea sólo un ejercicio teórico, pero dos semanas después de la sorprendente elección de medio término puede ser válido plantear una pregunta:¿qué triunfo fue más importante para Javier Milei? ¿El de 2023 o el de 2025? ¿Cuál de los dos es estructuralmente más significativo?

Por supuesto que se trata de un proceso y de una línea de continuidad, y que no puede entenderse uno sin el otro, pero quizás la elección del 26 de octubre represente una etapa de asentamiento -¿y expansión?- de un proyecto de poder que nació como una vorágine pero que podría estar madurando en términos de alcance y desarrollo.

¿Por qué puede ser más relevante la elección del 26 de octubre, en los papeles meramente legislativa, que el balotaje de 2023? Porque aquella vez puede haber sido la consecuencia de la voluntad popular de expresarse desde el enojo, pero ahora el resultado contiene algo más: el repudio hacia lo que fue se encuentra todavía presente pero ahora se agrega también un componente de apoyo.

En 2023, es posible que una porción del electorado haya elegido a Milei sin creer demasiado que fuera a hacer lo que prometía; ahora, aunque numéricamente sea inferior, el respaldo del 41 por ciento de la gente se produjo con el proyecto libertario en marcha. Hace dos años se votó desde la emocionalidad; ahora se convalidaron acciones y decisiones ya tomadas y ejecutadas. Y para llegar al caudal de votos que alcanzó, La Libertad Avanza debió tener el acompañamiento de una porción de la población que, en teoría, padece las consecuencias del ajuste de Milei. Lo votaron trabajadores, universitarios, jubilados, médicos del sector público, familiares de personas con discapacidad. Y lo hicieron, supuestamente, en contra de sus propios intereses. Y ahí entra un elemento que se había insinuado en otras elecciones -en 2019, por ejemplo- pero que terminó de plasmarse cabalmente en 2025:los factores decisores del voto ya no son exclusivamente el poder adquisitivo o la calidad de vida; hubo otra lógica que prevaleció para millones de argentinos.

Algunos dirigentes políticos se enojan con quienes votaron de esa manera; otros tratan de entender. Pero cualquiera sea el marco interpretativo, hay un elemento que parece innegable: Milei ya no es fruto de la casualidad, ni una expresión de enojo. Es un proyecto de poder que está entrando en otra fase.

Hay un sector de la política y de la sociedad que optó por tratar burlonamente lo que el libertario es y representa. Hay cuentas en las redes sociales que todavía, después de 2023 y de 2025, lo ridiculizan (ayudados por sus propias acciones, es verdad). Puede ser un ejercicio catártico y hasta divertido pero, por ahora, políticamente inconducente. Quienes apoyaron a Milei en dos oportunidades, cuando era un proyecto y cuando es una realidad, lo hicieron a pesar de Milei y sus desvaríos, sus tics, sus declaraciones descabelladas, sus insultos impropios para un Presidente. Seguir tratándolo como un personaje bufonesco es volver a menospreciarlo;es caer en un error por tercera vez.

¿Cuánto va a durar Milei? Es una incógnita. Parecería tener todos los ingredientes para consumirse velozmente, pero también los tenía en la elección de octubre y ganó en 15 de los 24 distritos del país. Parece ser un fenómeno que, hasta ahora, escapa a las leyes establecidas. Puede permanecer o no, puede que la elección legislativa haya sido su punto cúlmine, como le pasó a Mauricio Macri y como dicen algunos que ocurrirá, pero la irrupción y la consolidación del libertario ya ha generado efectos de profundo calado en la política argentina. Por lo pronto, ha sido el vehículo para que el electorado pudiera poner en una crisis terminal al sistema de partidos. ¿Qué queda hoy aparte de Milei? ¿Qué antagonista, ya sea en términos partidarios o personales, de alcance nacional tiene al frente? Poco, por no decir nada.

El peronismo kirchnerista pasó de ser un sistema de poder nacional a la expresión vulnerable de un proyecto bonaerense; pero en la última elección siguió en retroceso: abandonó su alcance provincial para limitarse a ser una miríada de poderes comunales. Los intendentes se adjudicaron la propiedad de los votos: sin ellos en la cancha, el peronismo perdió. Y Kicillof se quedó con el consuelo de haber caído por poco, mientras Máximo hacía morisquetas en el palco y Cristina bailaba sola en su balcón. Es posible que no esté demasiado equivocado Juan Cabandié: si el peronismo, o como pase a llamarse, no revisa sus métodos, su discurso, sus concepciones económicas y políticas, si no ofrece otros semblantes, tal vez en algunos años entre en una fase similar a la del radicalismo y termine peleando, allá en el fondo, una banca con Myriam Bregman. La historia ya no pesa, o tal vez sí pero en sentido contrario. Puede ser un lastre.

El imperativo para esa fuerza, que supo representar a sectores que hoy parecen estar mirando para otro lado, es definir si sigue pretendiendo que la ciudadanía se adapte a su cosmovisión o si hace un esfuerzo por interpretar a una sociedad que, claramente, cambió. Un ejemplo: a un porcentaje nada desdeñable de argentinos no le pareció una aberración, como lo planteó el kirchnerismo, el salvataje de Trump, ni la injerencia de Bessent, ni el papel de subalterno sumiso que adoptó Milei. El concepto de soberanía no parece ya gravitar especialmente en la política ni a la hora de definir un voto.

Pero los efectos no se limitan al kirchnerismo. Macri también es una sombra que en un solo día se quedó sin diputados y sin milanesas y que se apaga cada vez más como opción de poder político.

La soledad en política, cuando es producto de los votos y no de la fuerza, suele invariablemente terminar creando las condiciones para una alternativa. Todo poder genera un contrapoder, dice la máxima. Pero no es inmediato. O puede no serlo. Como ocurre hoy. El único experimento que parece tener la exclusividad de la efectividad actualmente es el libertario. Un grupo de gobernadores intentó irrumpir con una propuesta anclada en la moderación y en el planteo de un modelo basado en la producción y las economías regionales. Pero la producción y las economías regionales se fueron, en gran medida, con Milei, que arrasó en Córdoba, en Santa Fe, en Entre Ríos.

¿Qué queda hoy de Provincias Unidas?¿El 26 de octubre fue debut y despedida, como suele decirse en el deporte? Desde la derrota, y después de haber obtenido el 7,4 por ciento a nivel país, los gobernadores, entre ellos Martín Llaryora, siguieron comunicándose. Ahora les preocupa sobre todo la estrategia legislativa, donde un Milei más fuerte encarará una avanzada en varios frentes, con las reformas laboral, tributaria y penal como principales ejes. El objetivo de Provincias Unidas es generar un bloque numéricamente considerable, con al menos 30 diputados. La modalidad será, como hasta ahora, la conformación de un interbloque.

Los mandatarios entienden que si se dispersan en el Congreso, La Libertad Avanza terminará negociando individualmente con los legisladores y los gobiernos provinciales se quedarán con las manos vacías.

Esa pretensión de fortalecerse apunta a que los gobernadores obtengan obras, fondos o avales como un ejercicio de autodefensa de sus propios territorios. Los miembros de Provincias Unidas entienden que lo que consigan para sus provincias los ayudará en la siguiente fase del ajedrez electoral. Milei, consolidado a nivel nacional, ahora va por más: por tener gobernadores e intendentes propios.

A Llaryora, por ejemplo, que creía que de la elección legislativa no le surgiría ninguna amenaza, le nació Gabriel Bornoroni, diputado y cercano a Karina Milei, como posible oponente en 2027. Lo mismo puede ir pasando en las principales ciudades. En Córdoba, por ejemplo. O en la capital alterna, que el oficialismo gobierna hace 10 años. Sólo hay que imaginar escenarios. ¿Qué pasaría si las elecciones para intendente de Río Cuarto fueran hoy? ¿El oficialismo, con un gobierno como el de Guillermo De Rivas, ganaría sin sobresaltos?¿O acaso una lista libertaria, encabezada por la excéntrica Laura Soldano, que dispone de recursos y cuenta con el sello de La Libertad Avanza, no podría convertirse en un riesgo que ya sería de necios subestimar?