Las entrevistas y declaraciones de Espert de los últimos días dan para un tratado sobre la torpeza en política, los errores de comunicación en medio de una crisis, los efectos de una mentira revelada y la fuerza inversamente proporcional que puede desatar en quien pregona decencia y transparencia el descubrimiento de una conducta que contraría claramente ese discurso. Pero en la nota que ayer dio en Radio Mitre hubo, más allá de la catarata de confesiones sobre los vínculos y los cobros a Machado, tres aspectos sumamente llamativos. Primero, Espert culpó a Grabois, que puede caer simpático o no pero que no podría haber denunciado nada si el diputado libertario no se hubiera subido a los aviones de un narco 35 veces, si no hubiera usado una Grand Cherokee blindada de Machado para hacer campaña ni hubiera recibido 200 mil dólares por un trabajo de consultoría que en realidad nunca hizo.
El segundo aspecto curioso es que Espert apela al argumento de la candidez. “Pequé de ingenuo”, argumentó el diputado, que ha construido una imagen de duro y de vivo, pero que fue incapaz de preguntarse de dónde salían tan generosamente aviones y dólares.
El tercer aspecto llamativo, ya desde lo actitudinal, es que lloró. Espert, que hizo de lo inhumano, de la insensibilidad y la pedantería su estilo de hacer política apeló a la humanidad del llanto cuando la realidad lo apremió. El mismo que se reía de los planteos “sensibleros” ante el ajuste, que despreciaba hasta el asco cualquier declaración que no se ajustara a su visión económica y social, ahora mostró que también puede ser un alma cargada de emotividad.
Milei se negó en las últimas horas a soltarle la mano a su aliado y lo sostuvo como candidato -incluso ante el estupor del gabinete-, pero el diputado padecerá una semana difícil en el Congreso. El miércoles deberá enfrentar la ofensiva de gran parte de la oposición, que coquetea con la idea de expulsarlo.
La carencia de una estrategia de construcción política sólida, la falta de acuerdos con cierta permanencia y la utilización de tentaciones personales ante cada ley en discusión, se expresan más cabalmente en momentos como el actual: la arquitectura de acuerdos y alianzas suele ser útil para los buenos tiempos pero es indispensables para los malos. El gobierno ni siquiera la pensó.
En época electoral y después de destratarlos, la mayoría de los gobernadores no están demasiado preocupados por el rescate político del gobierno. Y nadie -o pocos- quieren quedar pegados a un capítulo como el de Espert, que además no ha cosechado precisamente simpatías. Los diputados justicialistas por Córdoba, por ejemplo, ya definieron que pedirán, de mínima, que el diputado sea eyectado de la presidencia de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, una de las más importantes, y si avanza la alternativa de la expulsión de la Cámara, también la apoyarán. La amistad con Machado puede terminar siendo cara.
Pero más allá de la situación personal de Espert está el plano político-electoral, el daño que puede causarle el diputado a un gobierno que viene de un golpe tras otro, que encadenó sin respiro el desastroso resultado en Buenos Aires, el dólar indomable que se negó a ir al piso de la banda, las denuncias contra la hermana Karina y su 3 por ciento, la bronca y los frustrados vetos a las universidades y la discapacidad y el enojo de los productores por las fugaces retenciones cero. ¿Cuál será el efecto profundo de tantos capítulos atravesados por el escándalo, la falta de cálculo o la improvisión? Es una incógnita que se develará el 26 de octubre. Lo cierto es que desestabiliza la campaña, que al gobierno lo saca de eje y lo afecta tanto en el plano proselitista como en el simbólico y discursivo: las apelaciones de Milei y sus candidatos a la transparencia, a la lucha contra la corrupción, a la limpieza de la política hoy despiertan más sonrisas irónicas que credibilidad. El gobierno sufre un doble quiebre en su reputación: en sus postulados ético-morales y, además, en su declamada pericia en la técnica económica que, a juzgar por el salvataje de última instancia de Estados Unidos, demostró no ser tal.
La onda expansiva de tantos escándalos no se circunscribe a Buenos Aires. Afecta además a otras jurisdicciones, que en los papeles son más afines a los libertarios. Córdoba es un ejemplo. Los candidatos de Milei ya cargan con la mochila de ser perfectos desconocidos y ahora hasta se ven imposibilitados de desplegar la campaña plenamente porque la agenda está superpoblada de dolores de cabeza.
¿Cómo le está yendo a La Libertad Avanza en Córdoba? El impacto del escenario nacional es innegable pero hay versiones de todo tipo. Desde las encuestas que le dan a Gonzalo Roca (aclaración: es la cabeza de lista del mileísmo) 10 puntos de ventaja y ponen a Juan Schiaretti peleando voto a voto el segundo lugar con Natalia De la Sota, a las que dicen exactamente lo contrario: que el exgobernador lleva una ventaja de dos dígitos sobre los violetas.
En el peronismo provincial aseguran que una alta fuente del gobierno nacional admitió que en Córdoba la están pasando mal.
De todos modos, en el oficialismo provincial barajan para sí escenarios más realistas y hablan de que La Libertad Avanza está recuperando su núcleo duro de 30 puntos y que Schiaretti llegaría a la elección con una ventaja de entre 3 y 4 puntos. En ese esquema, Natalia De la Sota y Ramón Mestre, con la histórica lista 3, estarían en el orden de los 10 puntos.
En Río Cuarto también se hacen mediciones constantes. Las encuestas vinculadas a la Municipalidad hablan de una ventaja de entre 6 y 8 puntos en la ciudad, que puede estirarse a 10 con una proyección de indecisos optimista. Sin embargo, otro sondeo que circula por estas horas, y que no proviene del oficialismo, pone al mileísmo en primer lugar y a Schiaretti y De la Sota peleando por el segundo.
Los dirigentes del cordobesismo se encuentran con algunas limitaciones en las mediciones y en las recorridas por los barrios: los jóvenes son un hueso mileísta duro de roer y, por eso, habrá una estrategia específica para ellos. Además, si bien Schiaretti y Llamosas tienen índices elevados de imagen positiva en un bastión histórico como barrio Alberdi, el apellido De la Sota y las posturas de Natalia están causando efecto. La hija del exgobernador marca entre 9 y 10 puntos en las mediciones del oficialismo pero se estira algo más en Alberdi. En el comando de campaña oficialista esperan perforar ese piso en las últimas dos semanas, cuando el aparato se despliegue a pleno. Además, está previsto que Schiaretti cierre la campaña allí el 17.
En las recorridas por los barrios, a los que al peronismo riocuartense le encanta llamar “el territorio”, se están encontrando con un comportamiento que no habían visto antes: sobre todo en los sectores populares se expresa cada vez más el malhumor contra Milei. “Está empezando a pagar los efectos del ajuste y del estancamiento de la economía. En Río Cuarto el parate es notorio”, relataron en el PJ. Una de las claves de la elección estará en quién consigue capitalizar más hábilmente esos signos de frustración.