La estadounidense Harriet Fisher fue una mujer adelantada para su época. A principios del siglo pasado, decidió emprender una travesía única: dar la vuelta al mundo en auto. Al lograrlo, se convirtió en la primera mujer en recorrer distintos países a bordo de un vehículo de cuatro ruedas. Aunque parezca increíble, su notable historia está muy vinculada a la ciudad, ya que estuvo casada con el riocuartense Silvano Alfredo Andrew, hermano de Edgar, el único argentino que perdió la vida en el Titanic.
La profesora de inglés Analía Gozzarino indagó sobre la vida de Harriet y tradujo información que no estaba disponible en castellano. En diálogo con Puntal, la docente destacó la audacia y perseverancia de la mujer.
-Hay una historia que involucra a un riocuartense y a una de las tragedias marítimas más importantes del mundo, pero es muy poco conocida, ¿quién fue Harriet Fisher y cómo se vincula con la ciudad?
-Cuando nos referimos a una de las tragedias marítimas más grandes de todos los tiempos, todos pensamos, sin duda, en el hundimiento del Titanic. Ya hemos difundido y honrado la historia del único argentino que perdió su vida en el naufragio, el joven oriundo de San Ambrosio, Edgar Andrew, que murió a los 17 años en el primer y último viaje que el vapor hizo con destino a Nueva York. Sin embargo, hay una arista de esta historia aún poco difundida en nuestro país y tiene como protagonista a una mujer de características únicas. Se trata de Harriet White Fisher, de Trenton, New Jersey, Estados Unidos, quien en 1909 completó la primera vuelta al planeta a bordo de un automóvil. Nacida en Pensilvania, Harriet llegó a Trenton en 1899 luego de su casamiento con Clark Fisher, dueño de la fábrica metalúrgica ‘Fisher and Norris Anvil Works’. Tres años más tarde, su esposo falleció como consecuencia de las heridas que sufriera durante el descarrilamiento del tren en el que ambos viajaban. Harriet no tuvo opción. En 1902 debió hacerse cargo de la empresa y ocupar el rol que Clark dejó vacante, en un momento de la historia en el cual no era común que la mujer participara de la vida económica, menos aún en un cargo de jerarquía dentro de la industria del metal. Fue así que Harriet se vistió con el uniforme azul que usaban sus empleados y se zambulló dentro de la fábrica, aprendiendo cada detalle de su funcionamiento. En poco tiempo, Harriet se transformó en una líder indiscutida y logró cuadruplicar las ganancias de la compañía. Un contrato que logró con el Gobierno Federal de los Estados Unidos para proveer los yunques necesarios en la construcción del Canal de Panamá (iniciada en 1904) selló el futuro prometedor de la fábrica. Los diarios de la época la catalogaron como la “reina de la metalurgia”. Luego de su accidente en tren, la adinerada viuda prefirió incursionar en el mundo de los automóviles y fue así que compró un vehículo llamado ‘Locomobile’, tope de línea, de 40 caballos de fuerza fabricado por la “Locomobile Company of America”, una compañía pionera fundada en 1899, antes del advenimiento de Ford y la producción masiva en serie. Hacia mediados de julio de 1909, Harriet se embarcó en un viaje alrededor del mundo que duraría 13 meses y en el cual su Locomobile transitaría unos 13.000 kilómetros. La acompañaron en su aventura su ama de llaves María Borge; su secretario personal y chofer Harold Brooks; su mayordomo Albert Bacheller y su perro, Honk-Honk. El rodado estaba equipado con un tanque extra de combustible en la parte trasera que le daba una autonomía de unos 600 kilómetros entre cargas. Además de provisiones, los viajeros llevaban cuatro neumáticos extras y una gran carpa que Harriet había mandado a confeccionar especialmente para el viaje. La peripecia se realizó en caminos de tierra, excepto en los casos en los que fue necesario cruzar un océano o un lago, momentos en los que el Locomobile debió ser transportado en barco o balsa. En situaciones extremas, Harriet ordenó y pagó la construcción de puentes provisorios y el trazado de senderos o caminos. Esto se explica porque a principios del siglo XX, la mayoría de los países a través de los cuales Harriet viajó no estaban aún preparados para la circulación de automóviles. Durante el periplo, que duró poco más de un año, Harriet y sus acompañantes cruzaron países de Europa y de África, luego India, China, Japón y finalmente retornaron a los Estados Unidos. Luego de finalizada la hazaña, Harriet publicó un libro titulado “A woman’s world tour in a motor” (Tour de una mujer alrededor del mundo), que es actualmente considerado de gran importancia cultural y, por ende, su acceso y su distribución es libre y gratuita a través de la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Pasó el tiempo y, en un vapor que viajaba de Cuba a Estados Unidos, Harriet conoció a Silvano Alfredo Andrew, oriundo de Río Cuarto, oficial de la Armada Argentina y maquinista naval. El 27 de abril de 1912 Harriet y el riocuartense se casaron. Una invitación a ese casamiento se convirtió en la razón por la cual Edgar Andrew, hermano menor de Silvano Alfredo, abordó el Titanic el 10 de abril de 1912 y perdió su vida días más tarde. Sin hijos, Harriet murió a los 72 años en 1939.
-Más allá del libro que ella misma escribió sobre su viaje, ¿hay material disponible respecto a la hazaña lograda?
-Podríamos decir que sí hay material disponible, pero el acceso al mismo es limitado porque el grueso de la información sobre Harriet, sus logros como empresaria y su hazaña alrededor del mundo, está escrito en inglés. Diarios de la talla del New York Times, por ejemplo, le dedicaron sus páginas al viaje de la empresaria, pero dicha información no fue replicada en detalle al español. Incluso, su libro sólo está disponible en inglés, lo que dificulta su acceso y su difusión en nuestro país. Por suerte para nosotros, Enrique Dick, sobrino nieto de los hermanos Andrew, ha recopilado algunos datos sobre Harriet en sus libros “Velas y vapor” y “Una valija del Titanic”.
-¿Qué queda actualmente de la empresa que Harriet supo potenciar luego de la muerte de su primer esposo?
-En el libro “La historia de la fábrica metalúrgica Fisher y Norris”, Joshua Kavett nos cuenta que Harriet y Silvano Alfredo planeaban dejar la fábrica en manos de Edgar para liberar a Harriet de sus obligaciones y tener más tiempo para viajar. Sin embargo, el destino trágico de Edgar dejó estos planes truncos. Con la ayuda de su esposo, Harriet siguió al mando de la empresa hasta su muerte en 1939. Silvano Alfredo se casó nuevamente, esta vez con Alletha Hallet y tuvo a su único hijo, Samuel Alfred Andrew, pero murió poco tiempo después, en 1942. Fue entonces que Alletha heredó el negocio y lo sostuvo hasta marzo de 1962, cuando fue vendido a la firma Crossley, que continuó con la producción de yunques y morsas hasta 1979. Desde el año 2000, en el lugar funciona un museo llamado “Fisher and Norris Factory Museum”.
-¿Por qué cree que su historia, siendo tan particular, no se difundió acabadamente?
-Personalmente, creo que la historia de Harriet tuvo un gran impacto durante la década de 1910 y en la zona de New Jersey, donde ella vivía. Hubo algunos intentos de recuperar y revalorizar su historia en 2013, cuando Rebecca Urban, nieta del chofer Harold Brooks, organizó una muestra fotográfica en el museo de Trenton. También en 2014, la escritora Lisa Begin-Kruysman, reversionó el libro que oportunamente había escrito Harriet y las críticas fueron muy buenas. Sin embargo, con el paso de los años, esta historia ha ido cayendo en el olvido. Para el libro de Records Guinness, la primera mujer en dar la vuelta al mundo en automóvil fue Aloha Wonderwell, quien entre 1922 y 1927 recorrió el planeta conduciendo ella misma su Ford. T. Harriet, por su parte, ideó y financió su travesía por lugares a los que ningún hombre (ni mujer) había llegado en auto antes, pero delegó -como bien sabía hacerlo- gran parte de la tarea de conducir a su chofer.
-¿Qué fue lo que la atrajo de esta historia y por qué decidió investigar más sobre esta mujer y su vínculo con Río Cuarto?
-Supe de esta historia a través del Museo Virtual Edgar Andrew y quise saber un poco más. Me sorprendió la perseverancia y la fortaleza que Harriet demostraba cada vez que se enfrentaba a un obstáculo. Por ejemplo, en India, los oficiales británicos le advirtieron a Harriet que no lograría ir más allá de Bombay y que, si valoraba su vida, debía regresar. Pero la empresaria, con la obstinación que siempre la había caracterizado, contrató guías locales con rifles para que vigilaran su carpa y cruzó India en cuatro meses. En Japón, el Locomobile casi cae a un zanjón profundo y eso detuvo el viaje. Harriet acampó durante una noche para pensar cómo cruzar y, al día siguiente, buscó y contrató unos campesinos para que construyeran un pequeño puente con tablones de madera.
-Pese a que Edgar Andrew es más conocido que su hermano Silvano por haber muerto en el naufragio del Titanic, este último tuvo un rol importante representando a la Argentina, ¿lo considera así?
-Absolutamente. Silvano Alfredo Andrew era oficial de la Armada Argentina y maquinista naval. Como aprendiz de la Marina de Guerra Argentina había ido a Inglaterra a perfeccionarse en el funcionamiento de maquinarias a vapor. Había adquirido experiencia, primero, en mercantes ingleses y, de regreso a su país, había estado a bordo de naves como la Corbeta Uruguay, el Transporte Pampa y la Fragata Sarmiento. En 1909, participó de la inauguración del Monumento a San Martín en Boulogne Sur Mer, en Francia, primer homenaje al prócer argentino en toda Europa, hoy legendario por haber sobrevivido a dos guerras mundiales. A mediados de 1910, Andrew fue designado junto a otros miembros de la Armada para prestar servicios en la Escuadra Norteamericana y adquirir experiencia en el conocimiento y manejo del acorazado Moreno (gemelo del Rivadavia) que se estaba construyendo en New Jersey en el Astillero de New York Building Co. de Camden. Su hermano Edgar cariñosamente se refería a Silvano Alfredo como “el ingeniero” y fue, sin duda, un riocuartense muy destacado en su época.
Nicolás Cheetham. Redacción Puntal