Desde siempre, el pochoclo nos acompaña en la industria del entretenimiento; sin embargo, su producción en la Argentina le escapa a los reflectores. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) abordó las particularidades del maíz pisingallo, su cultivo, sus destinos y los horizontes de expansión. Entre otros resultados, señaló que menos de 10 empresas concentran las casi 50 mil hectáreas que se producen en la Argentina. Además, el 95% de los granos se exporta y el mercado interno tiene gran potencial de crecimiento.
“El maíz pisingallo se destina principalmente a producir pochoclo. Su cultivo es similar al del maíz tradicional. Comparte paquetes de tecnología, como fertilizantes y herbicidas, pero sin variedades transgénicas. Además, ocupa áreas de producción en el sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, y algo en Entre Ríos y Salta”, explicó Alejandro Sánchez Cabezudo a partir de su trabajo para graduarse de ingeniero agrónomo en la FAUBA y de su experiencia en empresas productoras y comercializadoras del cereal.
“Hoy en día, la superficie implantada es estable y oscila entre las 40 y 55 mil hectáreas al año, que las manejan 5 o 6 empresas exportadoras. Estas compran la semilla, se la brindan a los productores y controlan los volúmenes de producción y, por lo tanto, el precio”.
Alejandro destacó que el 95% de la producción se exporta a India, Emiratos Árabes Unidos, Colombia, Perú, Marruecos, Ecuador y Egipto, entre otros países. La Argentina ocupa el primer puesto en exportación, y después vienen Estados Unidos y Brasil. “Son los tres países que más producen maíz pisingallo, con la particularidad de que Brasil y Estados consumen más del 90% de su propia producción”.
Entre las principales conclusiones de su trabajo, Sánchez Cabezudo resaltó que existen otros países que consumen grandes volúmenes de maíz pisingallo a los que la Argentina también podría exportar. Por ejemplo, varios estados del continente asiático.
A su vez, indicó que se podría promover mucho más el mercado interno y contó que en países como España, por ejemplo, se investigan saborizantes para el pochoclo. “Desde roquefort hasta cheddar y otros sabores más allá que las opciones convencionales ‘dulce o salado’. Para ambos casos, habría que aumentar la cantidad de hectáreas sembradas”, afirmó Sánchez Cabezudo, quien fue dirigido por Gustavo Mozeris, docente de Sistemas Agroalimentarios.
Por otra parte, el flamante agrónomo señaló que el maíz pisingallo, en comparación con el tradicional, es más susceptible a daños por insectos, y como es una planta más pequeña y tarda un poco más en cerrar el surco, también al enmalezamiento. “Por eso requiere un monitoreo continuo. Además, es clave seguir el cultivo para lograr los estándares de calidad del grano que piden las empresas. Si se daña, es probable que no explote”.