El despliegue, que abarcó 46 locales comerciales dentro del predio, respondió a una investigación judicial por robo y comercialización de teléfonos celulares. Según fuentes oficiales, la causa apunta a una presunta organización que operaba en recitales, bailes y eventos masivos, donde los ladrones sustraían aparatos para luego revenderlos o reacondicionarlos en la galería.
El procedimiento fue encabezado por el ministro de Seguridad, Juan Pablo Quinteros, junto al subjefe de Policía, Crio. Gral. Federico Cisnero, el director de Investigaciones Criminales, Crio. Gral. Alberto Bietti, y el titular del Ente de Fiscalización y Control municipal, Ezequiel Hormaeche. También participaron más de 150 efectivos de la Dirección General de Seguridad Capital, Lucha contra el Cibercrimen e Investigaciones Criminales, con apoyo de personal del área antifraudes de Epec.
De acuerdo con la información oficial, el operativo fue ordenado por el fiscal José Bringas y culminó con 10 personas detenidas y el secuestro de más de 200 teléfonos celulares, además de componentes electrónicos y otros objetos presuntamente vinculados al comercio ilegal.
Más allá del frente judicial, los inspectores municipales detectaron una serie de irregularidades edilicias y de seguridad que determinaron la clausura total del predio. El informe técnico señaló cableado eléctrico expuesto, luces de emergencia fuera de funcionamiento, hidrantes incompletos, instalaciones precarias y falta total de habilitación comercial, tanto del edificio como de cada local. Desde la Municipalidad compararon la situación con la de la Galería Norte, clausurada meses atrás en similares circunstancias.
El cierre de la Galería Espacial parece marcar el fin de una era en el microcentro cordobés. Nacida en los años ’80, este lugar fue durante décadas un punto de encuentro alternativo: allí se vendían libros usados, vinilos, antigüedades, cámaras analógicas, videojuegos, artesanías y, en los últimos años, también celulares y accesorios electrónicos de procedencia dudosa.
Quien haya cruzado alguna vez su umbral, en avenida Olmos 51, a pocos metros del Paseo Sobremonte, recordará el cambio abrupto de atmósfera.
Afuera, la ciudad vibraba con bocinazos y vidrieras luminosas; adentro, una penumbra tibia y el zumbido de los tubos fluorescentes acompañaban el paso lento por los pasillos. Las paredes, decoradas con mosaicos antiguos y carteles desteñidos, respiraban el aire de una Córdoba de otros tiempos. La Galería Espacial era, en muchos sentidos, una síntesis de la ciudad: mezcla de bohemia, ingenio y economía informal.
El tiempo parecía detenido entre sus muros, con la luz filtrándose sobre vitrinas repletas de objetos que ya no se fabrican. El nombre, Espacial, adquiría así un doble sentido: no sólo evocaba un viaje más allá del presente, sino también un espacio fuera del tiempo, donde lo nuevo y lo viejo se tocaban sin jerarquías.
Con su clausura, Córdoba pierde otro de esos reductos que daban identidad a su centro histórico. Las galerías, que alguna vez fueron sinónimo de modernidad y comercio pujante, se han ido convirtiendo en refugios de oficios olvidados o en territorios grises donde conviven lo legal y lo informal.
El operativo de ayer dejó imágenes elocuentes: persianas bajas con fajas cruzadas, policías custodiando los accesos y comerciantes observando desde la vereda con resignación.
Hoy, la Galería Espacial quedó en silencio. Las luces están apagadas, las persianas selladas y el eco de los pasos se detuvo. Afuera, la ciudad sigue su curso, indiferente y ruidosa. El cierre deja una sensación ambigua: por un lado, la necesidad evidente de frenar redes de robo y comercialización ilegal; por el otro, la desaparición de un ámbito que formaba parte del paisaje sentimental de Córdoba.