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“No es casual que el abuso sexual contra niños tenga tan poca jerarquía en la agenda del Estado”

Sebastián Cuattromo, de la asociación civil Adultxs por los derechos de la infancia, recorre la provincia para concientizar sobre la gravedad de un tema que perdura.

- El abuso sexual infantil constituye la mayor pandemia de la historia: afecta a uno de cada cinco niñxs y está presente en toda la sociedad.

- Por cada mil abusos, sólo el 10% llega al poder judicial. De ellos, sólo uno termina en condena. Es decir, cada mil abusos, 999 quedan impunes.

- En el 80% de los casos, el abusador es una persona que el niñx conoce y en quien confía, y se encuentra dentro de su ámbito familiar.

Las estadísticas mencionadas forman parte de la presentación pública de la asociación civil Adultxs por los derechos de la infancia.

Con sede en Flores, ciudad de Buenos Aires, la entidad reconoce su origen en 2012, año en que el   excura Fernando Picciochi resultara condenado a 12 años de prisión por abuso sexual, reiterado, a alumnos del colegio Marianista de Caballito. Aquella condena fue posible porque uno de los menores abusados se animó a contar lo que había sucedido mientras cursaba séptimo grado, diez años despuésde los hechos. Tres años más insumió a la Justicia condenar a Picciochi.

Tras el golpe que precede al veredicto, Cuattromo ratificó una decisión incontrovertible: tomaría su experiencia como ejemplo para infundir ánimo a otras víctimas de un delito que se expande al frío del silencio.

“Hice pública mi historia con el anhelo de que tanto dolor y lucha no quedara para mí, sino que pudiera servirle a los demás. Que pudiera trascender colectivamente.

Estaba convencido de que no era una cuestión privada. De inmediato empecé a recibir una avalancha de testimonios, de personas de todas partes, que compartían sus propias historias de victimización en la infancia y la adolescencia”, recuerda.

Silvia Piceda fue una de las primeras personas que se aproximaron. Como él, había sido víctima de abuso en su infancia. Pero entonces se acercó con otra inquietud.

Y terminó de germinar la idea. “Luchaba para defender a su hija frente a un progenitor abusador, expareja de ella. Y ante la injusticia que predomina en la Justicia respecto de niñas y niños víctimas de este delito, que se da particularmente en el ámbito intrafamiliar, ante los adultos. Ella también daba a su lucha un sentido colectivo”, evoca Cuattromo. Siete años después, ambos son las caras de la organización y recorren el país con un objetivo: “Compartir nuestros testimonios de dolor, lucha y esperanza, para generar sensibilización y compromiso a favor de los derechos de la infancia. Somos personas adultas que fuimos víctimas de abuso sexual en la infancia y adolescencia y luchamos por defender y acompañar a niños que en el presente son víctimas”.

“Ofrecemos un espacio de encuentro solidario de pares, para que toda persona adulta que haya sufrido esta injusticia, o que se encuentre acompañando a un niñovíctima, pueda compartir su experiencia, en un ámbito anónimo y de escucha empática. Queremos generar redes de contención y apoyo”, añade.

Esta experiencia ya ha sido replicada en distintas comunidades del país. La última semana, Sebastián y Silvia estuvieron en Córdoba: dos días en la capital, dos en ciudades del valle de Punilla. Volverán, afirman, ante otras convocatorias.



Adultocentrismo



Según los testimonios recorridos, en este y otros viajes, la situación en Córdoba no difiere de la media nacional: los abusos contra los niños perduran porque los derechos de la infancia son más proclamados que tutelados.

“Somos muy críticos de la comunidad adulta de la que formamos parte. Lejos de lo que muchas veces se sostiene, estamos lejos de que la infancia y sus derechos sean prioridad. Más bien es al revés: no hay nadie más débil que un niño y sus derechos. Es un tema secundario en la agenda política e institucional. En ese marco, no es casual que el abuso sexual contra los niños tenga tan poca jerarquía e importancia en el debate que tenemos como sociedad y en la agenda pública del Estado como garante de sus derechos”, enfatiza Cuattromo.

A su entender, los abusos sexuales no sólo se vinculan a las desigualdades inherentes al capitalismo o a la preponderancia del patriarcado. Junto a ello, postula la relevancia del adultocentrismo: un modo hegemónico y asimétrico de relación en la que las personas adultas ostentan el poder y definen una visión del mundo que se impone a niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas mayores.

“Estamos convencidos, por nuestras propias experiencias de victimización y dolor en la infancia, por las experiencias de niños y niñas que cotidianamente llegan a nuestra red, que somos una sociedad de adultos en la que prácticamente invisibilizamos la existencia misma de la infancia. Ni qué hablar de la infancia como sujeto de derecho. Todos los paradigmas de derechos de infancia siguen siendo irrelevantes en el conjunto de la sociedad”, afirma.

- Ese etnocentrismo de los adultos no parece ser puesto en discusión, al menos en las corrientes dominantes.

- Como sociedad adultocéntrica en general tenemos una actitud corporativa frente al delito de abuso sexual. Muchas veces preferimos cerrar filas entre adultos y seguir encubriéndonos entre nosotros, dejando en la desprotección a niños, niñas y adolescentes víctimas de este delito. Esto tiene correlato en todos los planos. Se considera que el delito de abuso sexual contra la infancia es el más impune de la tierra.

- Las víctimas no son escuchadas, por lo tanto no hablan.

- Hay barreras culturales muy grandes. Nuestra presencia pública permanente, con testimonios y relatos, tiene que ver con que todavía es muy fuerte la carga de negación, de silencio ante el abuso sexual. Porque como sociedad adulta nos resulta muy incómodo asumir que el abuso sexual contra la infancia sucede principalmente en el ámbito intrafamiliar. Esto nos interpela en nuestros ámbitos familiares, nuestros círculos de pertenencia. Por eso, todavía nos cuesta tanto como comunidad adulta asumir este tema, discutirlo. Eso lleva a que los que paguen los platos rotos sean los más débiles, que son los niños.

- ¿Por eso la insistencia con la necesidad de actores colectivos?

- Creemos que la suerte de los niños de cada comunidad no depende de la familia, del hogar que le tocó en suerte, sino que es una responsabilidad del conjunto de la comunidad, ante la cual ningún adulto de buena voluntad podría sentirse indiferente. 



Luis Zegarra. Redacción Puntal