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A la deriva

Hernán Vaca Narvaja. Especial para Puntal

El juicio oral y público contra Marcelo Macarrón cerró ayer su cuarta semana de audiencias.

A más de quince años del crimen, el resultado sigue siendo pobrísimo y el Poder Judicial de la provincia está lejos de superar el aplazo.

¿O alguien sabe hoy, después de un mes de audiencias, qué ocurrió aquella trágica madrugada del 25 de noviembre de 2006? ¿Alguno de los testigos que desfilaron por Tribunales estas cuatro semanas aportó algún dato concreto que permita identificar al cobarde asesino de Nora Dalmasso?

Al igual que hace quince años, se habló más de los supuestos amantes de la víctima que del/los homicida/s. La familia Macarrón ahora acusa a Miguel Rohrer con la misma convicción que antes su vocero –el inefable Daniel Lacase- acusaba a Rafael Magnasco. Y alguien recordó como al pasar que el único amante de Nora -acreditado en la causa- era Guillermo Albarracín. Si el periodismo vuelve a “ensuciar” la imagen de la víctima será porque reproduce lo que dice su propia familia en el estrado. A no rasgarse las vestiduras.

Operativo desgaste

Al igual que hace quince años, el Poder Judicial se muestra impotente (por ser generoso). De lo hecho –huelga hacer un análisis de la pésima instrucción-, pero también de lo que está haciendo: el tribunal permite que un abogado desgaste a los testigos con agotadores interrogatorios, interminables prólogos y opiniones ajenas al hecho que se investiga.

El duelo verbal del miércoles entre Marcelo Brito y Julio Rivero hablando de sí mismos en tercera persona fue el corolario de una lucha de egos que constituye un grotesco judicial pocas veces visto.

Ayer se le conoció la voz a la jueza Natacha Irina García –su colega Echenique pide cada tanto a los testigos que se acerquen al micrófono-, pero no para exigir pertinencia y brevedad al verborrágico Brito –ayer Alberto Bertea declaró durante ¡cuatro horas!-, sino para reprender a este periodista porque le hizo una pregunta a otro miembro del público (sobraban los dedos de una mano para contar al resto de la concurrencia).

El tribunal debería encauzar el debate y evitar que la sala de audiencias replique el “proceso mediático” del que tanto se queja e invoca Brito al mismo tiempo. Porque a este ritmo el juicio se prolonga innecesariamente en el tiempo. Pero sobre todo porque, a un mes de iniciado el debate, de quien menos se habló es de Nora Dalmasso, la única víctima en esta triste historia.