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"Presidente, no deje caer al Garrahan": el mensaje de José y Tomás que expone la angustia de miles de familias

El niño cordobés con huesos de cristal y su papá le piden a Javier Milei que no recorte el financiamiento del Hospital Garrahan, donde el menor ha sido operado más de 15 veces. La familia destaca que el hospital pediátrico salva vidas diariamente y es fundamental para la atención de miles de niños en todo el país

“Señor Presidente, el Garrahan nos salvó la vida. Por eso le pedimos que no le quite lo que le da a miles de chicos: esperanza”. La frase la dice José, papá de Tomás, el adolescente cordobés de 15 años que pasó casi la mitad de su vida entrando y saliendo del Hospital Garrahan. No es un mensaje político, aclara. Es el testimonio de una familia que, como tantas, encontró en ese hospital público nacional un refugio en medio del dolor y la enfermedad.

Tomás tenía apenas cuatro años cuando le diagnosticaron osteogénesis imperfecta, una enfermedad poco frecuente también conocida como “huesos de cristal”. Desde entonces sufrió incontables fracturas, cirugías y largas internaciones. “Si el Garrahan no hubiera estado ahí, yo no sé si mi hijo estaría vivo”, dice José con la voz entrecortada.

El mensaje que ambos decidieron enviar a través de Puntal a Javier Milei es un ruego y una advertencia. Ruego, porque saben que detrás de las estadísticas de recortes presupuestarios hay personas concretas, chicos que esperan un trasplante, un tratamiento o una prótesis. Advertencia, porque temen que con menos recursos el hospital no pueda sostener la excelencia que lo convirtió en referencia mundial en pediatría.

Durante años, la habitación del sexto piso del hospital se volvió la segunda casa de Tomi. “Allí aprendí a ser fuerte”, cuenta a Puntal, que hoy cursa el secundario y sueña con estudiar ingeniería. En el hospital hizo amigos, conoció médicos que lo acompañaron incluso en los días más oscuros y descubrió que la vida podía continuar, aunque estuviera enyesado o con férulas en sus extremidades.

José recuerda el primer ingreso como si hubiera ocurrido ayer: “Llegamos con miedo, sin plata, con más dudas que certezas. Nos recibieron con un abrazo. Nos dieron un lugar para dormir, nos dieron comida, y sobre todo nos dieron una oportunidad. Esa humanidad no se compra ni se reemplaza”.

El Garrahan no solo ofrece tratamientos de alta complejidad. También sostiene a las familias que llegan desde todo el país, muchas veces sin recursos, para atravesar internaciones que se prolongan durante meses. Esa red de contención es, para José, “lo que convierte al hospital en un milagro cotidiano”.

El contexto de este mensaje es claro: el Gobierno nacional decidió aplicar un ajuste severo en todas las áreas, y la salud no quedó afuera. Los gremios y los directivos del Garrahan vienen advirtiendo que el presupuesto no alcanza para cubrir los gastos básicos, y que las listas de espera empiezan a crecer.

“Presidente, usted puede tener diferencias con los gobernadores, con los políticos, con quien quiera. Pero no puede castigar a los chicos. El Garrahan no es un gasto, es una inversión en vida”, insiste José.

Tomás, con timidez, agrega lo suyo: “Yo quiero que otros chicos tengan la misma oportunidad que tuve yo. No es justo que por plata se cierren puertas”.

Lo que atraviesan José y Tomás no es una excepción. El Garrahan recibe cada año a más de 500 mil pacientes de todas las provincias. Niñas, niños y adolescentes con enfermedades raras, oncológicas, cardiopatías congénitas, trasplantes y patologías complejas encuentran allí la última palabra médica.

Por eso, la voz de esta familia cordobesa pone en palabras lo que sienten miles: la preocupación de que el hospital pierda su capacidad de respuesta en un momento en que la crisis social empuja a más personas a depender del sistema público.

José lo resume con crudeza: “Si el Garrahan se cae, se caen miles de historias como la nuestra. Y no hay vuelta atrás”.

José y Tomás lo saben. Por eso decidieron transmitir, hablar y exponerse. Porque entienden que lo que está en juego no es un presupuesto en abstracto, sino la continuidad de un hospital que hace más de tres décadas es sinónimo de esperanza.

El mensaje que compartieron con Puntal termina con una frase que sintetiza el espíritu de su lucha: “No pedimos privilegios, pedimos justicia. Que cada chico, sin importar de dónde venga, pueda tener la oportunidad de vivir. Eso es lo que el Garrahan nos enseñó”.

Pero además del pedido colectivo, José y Tomás enfrentan una batalla personal: necesitan reunir fondos para que el adolescente pueda viajar a Estados Unidos, donde existe una terapia experimental que podría mejorar su calidad de vida y frenar el avance de la enfermedad. La familia ya inició una cruzada solidaria para cubrir los costos, que resultan imposibles de afrontar por sí solos.

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El mensaje de José y Tomás no es solo para Javier Milei. Es para toda la sociedad. Es un recordatorio de que detrás de cada decisión política hay vidas en juego, y que los hospitales públicos no son números en un Excel, sino puentes hacia el futuro. Y también es una invitación a ayudar de manera efectiva a través del alias TOMI.NUBE, porque mientras se espera una respuesta oficial, la solidaridad sigue siendo la principal herramienta para que Tomi pueda soñar con un futuro mejor.