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La CGT elige hoy su nueva cúpula y hay riesgo de una ruptura

Sin un líder que contenga a todos los sectores, la alternativa con más consenso hasta ahora es conformar otro triunvirato

Con el desafío urgente de negociar con la gestión de Javier Milei la letra chica de la reforma laboral, la CGT renovará hoy sus autoridades, en medio de fuertes versiones sobre una posible ruptura. Sin un líder capaz de reunir a todas las tribus bajo un mismo techo, la alternativa que más consenso cosecha hasta ahora entre los gremios es conformar un nuevo triunvirato, un atajo al que ya se recurrió en otras tres oportunidades: 2004, 2016 y 2021.

Pica en punta una propuesta para que el nuevo triunvirato sea integrado por Jorge Sola (59 años, del Sindicato del Seguro), Cristián Jerónimo (41, del Sindicato del Vidrio) y Octavio Argüello (63, Sindicato de Camioneros). Los tres son de raíz moyanista, aunque Sola y Jerónimo reportan desde hace tiempo a “los gordos” (grandes gremios de servicios) y a los autodenominados “independientes” (Uocra, Upcn y Aysa), respectivamente.

Antes de las elecciones legislativas, en las que el Gobierno ganó con amplitud, se barajaba la posibilidad de incluir a una mujer en la cúpula en lugar de Argüello. Maia Volcovinsky, de Judiciales, era número puesto y hasta había reunido el apoyo entre más de 100 dirigentes mujeres. Sin embargo, el aceleramiento de la discusión por una reforma laboral habría terminado de convencer al grupo mayoritario de que sería necesario un perfil más combativo.

El nuevo triunvirato deberá ser validado hoy en el Congreso de Congresales de la CGT, donde los gremios con mayor cantidad de afiliados cuentan con el poder para imponer a las autoridades. De concretarse las nominaciones de Sola, Jerónimo y Argüello, la central obrera peronista podría romperse y dividirse, el escenario tal vez más favorable para Milei en su intento de modificar la legislación laboral. La iniciativa oficialista pretende flexibilizar los convenios colectivos, instrumentar cambios en las indemnizaciones y en la jornada laboral, y que las paritarias se negocien por empresa y por productividad.

Barrionuevo daría el portazo

Disconformes con los nombres y también con el esquema de gobierno (pretendía un único secretario general), amenazan con irse Luis Barrionuevo y su tropa de seguidores, entre los que están los colectiveros de la UTA y los ferroviarios de La Fraternidad. Pero también podría pegar el portazo el sector sindical más cercano al kirchnerismo, cuyo referente es Abel Furlán, jefe de la Unión Obrera Metalúrgica.

Los motivos de la posible ruptura de Barrionuevo y Furlán son diferentes. El gastronómico presionó para ubicar en el triunvirato de mando a un hombre propio con el argumento de que Carlos Acuña, uno de los salientes, fue designado por su espacio, en 2016, cuando se reunificó la CGT. Barrionuevo pidió en la cúpula a Gustavo Vila, el número dos de la Unión Carga y Descarga, el gremio que talla en los depósitos de Mercado Libre y que moldeó su convenio colectivo a las demandas de Marcos Galperin.

El metalúrgico, en tanto, fue uno de los dos [el otro fue Sola] que levantó la mano para hacerse cargo en soledad de la secretaría general. Pero sus acciones caen por su proximidad política con Máximo Kirchner. Cristina y Máximo Kirchner dividen hoy aguas en el corazón de la CGT. En la interna peronista, la mayoría de los gremios ya eligió jugar para Axel Kicillof.

”Unidad o tiros”

¿Es posible evitar la fractura y sellar una lista de unidad? “Habrá unidad o tiros”, exagera un dirigente con terminales en todas las tribus y que recorre a diario pasillos sindicales. Si no hay unidad, lo más probable es que la CGT quede dividida, como ocurrió ya en años anteriores. El antecedente más reciente fue en 2011, cuando Moyano rompió su alianza con Cristina Kirchner y hubo durante cinco años tres centrales: la moyanista, con base en Azopardo; la oficialista, con el metalúrgico Antonio Caló al frente, y la Azul y Blanca, de Barrionuevo.

“Se va a definir el mismo 5 de noviembre”, intenta llevar calma un experimentado sindicalista. Apela, como hacen muchos de sus colegas, a una anécdota de 1996, cuando Lorenzo Miguel tomó del brazo a un joven Rodolfo Daer y lo ungió como secretario general en el pasillo del vestuario del Club Ferro Carril Oeste. La jugada de Miguel desactivó la amenaza de ruptura del MTA, el sector de Moyano, que no aceptaba el liderazgo del bancario Juan José Zanola. “Fui al Congreso con la aspiración de ser vocal o revisor de cuentas y terminé como secretario general”, recuerda hoy Daer, por entonces “un tapado” que llevaba ya una década al frente del gremio de la alimentación.