Distendido, tomando mates, el diputado radical que dentro de pocos días se quedará sin banca dijo que el gran desafío es que los tres actores opositores se mantengan unidos. Pero admitió que esa unidad puede volar por los aires por dos razones. La primera es que haya un acuerdo de superestructura entre la Casa Rosada y el gobierno de Córdoba para que cada uno aporte a las dos reelecciones, la de Milei y la de Llaryora. El segundo peligro, detalló De Loredo, es la personalidad de Juez.
“Con el cariño y el respeto que le tengo, voy a pretender de él que tenga el mismo gesto que tuve yo, cuando lo acompañé y lo dejamos pasar”, planteó De Loredo. Y expuso cuál debería ser, para él, el rol del senador nacional: convertirse en el gran actor de la política cordobesa al permitir que sea otro el candidato que destierre al peronismo del poder. Juez debe haberse reído, como mínimo, cuando escuchó esa frase jubilatoria.
Como en un loop, la oposición parece estar repitiendo capítulos de la misma historia que ya se vivió antes, cuando ganaba con tanta comodidad las legislativas que varios se sentían habilitados a pelear por la gobernación. Fracturados o unidos sólo en apariencia, terminaban perdiendo contra las distintas versiones de Unión por Córdoba cuando se ponía en juego el poder provincial. ¿Está empezando a recorrer el mismo camino, a alzarse con un triunfo abultado y sorprendente para terminar después colapsando en sus propias imposibilidades?
De Loredo ya dijo que va a ser, que no hay chances de que baje su candidatura a gobernador. Debería armarse, a partir de esa postura, una estructura que evite la dispersión y, a la vez, trabaje por el triunfo del radical. Allí deberían estar no solo Juez sino fundamentalmente Gabriel Bornoroni, que cuenta con dos activos: ser un hombre de confianza de Karina Milei y haber ganado por 14 puntos el 26 de octubre con una estrategia que parecía suicida o risible pero terminó siendo exitosa. ¿Con qué argumentos van a convencer al diputado y estacionero para que, mansamente, resigne una posible candidatura bendecida por Milei y la ceda en favor de sus “socios?
El triunfo, como siempre, tiene una contracara: en el caso de la oposición cordobesa exacerbó prematuramente, cuando aún faltan dos años, la disputa interna, la carrera por los posicionamientos.
Luis Juez también dijo, ni bien se abrieron las urnas el 26 de octubre, que está anotado para ser gobernador. Cerca del senador ya no le creen a De Loredo sus manifestaciones de cariño ni de respeto. “No nos olvidamos de que se bajó cuando podíamos armar una fórmula que seguro ganaba”, rememoran.
Hoy, en el juecismo ni siquiera quieren hablar de De Loredo. Están enfocados en La Libertad Avanza. “Rodrigo dice que no se baja de ninguna manera. Y si el acuerdo es que vaya otro candidato, ¿qué va a hacer?¿Va a ir solo con la Lista 3, como hizo Mestre, para sacar el 3 por ciento? Los intendentes quieren reelegir y no les gusta nada la alternativa de ir solos”, dicen en el Frente Cívico.
Apuestan, en definitiva, a que las circunstancias obliguen a De Loredo. Y si bien Juez se precipitó a decir que era candidato, ahora ingresó en otra etapa: pretende convertirse en el principal aliado de La Libertad Avanza en Córdoba, abroquelar una oposición fuerte contra Llaryora y dejar para más adelante la discusión por las candidaturas.
El senador nacional no resigna su pretensión, obviamente, pero decidió esperar. “Si Bornoroni llega mejor o tiene más chances, nos va a costar”, señalan ahora.
Desde el juecismo consideran que hay vulnerabilidad en el gobierno de Llaryora, pero el propio senador advirtió cada vez que pudo que volverían a caer en un error repetido si menospreciaban al peronismo cordobés.
Por eso, la estrategia que están tratando de llevar adelante es construir una oposición más fuerte y no dejar el camino despejado durante los próximos dos años y aparecer recién en la recta final.
El oficialismo provincial ha sufrido ya otras crisis electorales, con derrotas aún más abultadas que la de este año. Llegó a perder por 29 puntos en 2021 y parecía que a la oposición sólo le quedaba poner el nombre del futuro gobernador. El resultado fue que Llaryora, a pesar de tener un discreto índice de conocimiento en algunas zonas de la provincia, ganó la elección.
No hay linealidad entre una elección y otra. Por eso, desde el 26 de octubre, el peronismo cordobés inició una serie de movimientos para revertir el mal momento que provocó la derrota por 14 puntos contra LLA. Uno implicó una actitud distinta, que pasó de la beligerancia a la complacencia, con respecto al gobierno de Milei y otro, coherente con el primero, fue un alineamiento con el clima de época y con una de las exigencias que parecieron surgir de las urnas. Llaryora anunció una rebaja impositiva que, según declaró, alcanzará los 900 mil millones de pesos y que derivará en reducciones en Ingresos Brutos y el Inmobiliario Urbano y Rural.
Ahora, a esa medida se sumó nada más y nada menos que la capital de la provincia, el principal bastión municipal que gobierna el peronismo. El intendente Daniel Passerini, en línea con el gobernador, también anunció que bajará los impuestos y que inyectará más fondos en la actividad privada.
La reducción de impuestos es una herramienta poderosa. Al peronismo le allanó el acceso al poder en 1999. Pero no tienen nada que ver aquella rebaja y la actual. No sólo porque su composición es diferente sino porque políticamente tienen otro significado: para José Manuel De la Sota fue un instrumento, una vía de acceso al poder, una manera de convencer a la antiperonista Córdoba de que debía votar a un peronista; esta, la de 2025, implica una respuesta a un contexto temporal, una recomposición desde el poder para intentar preservarlo.
La oposición interpreta que debe atacar al oficialismo por ese flanco, tratar de evitar que se convierta en una fortaleza, en un caballito de batalla para la recuperación política del oficialismo. El juecismo y el radicalismo vienen diciendo en la Unicameral que, en realidad, la baja impositiva es una puesta en escena del gobierno pero sin sustancia real. “Es puro humo. Una mentira más”, machacan desde los bloques opositores. Aseguran que, mientras tanto, está en marcha un revalúo inmobiliario que dispararía hasta un 1.000 por ciento el valor fiscal de las propiedades. En el Ministerio de Economía admiten que ese proceso de revalúo existe pero remarcan que se compensará con los topes anunciados y que no habrá aumentos reales para los contribuyentes.
Al Frente Cívico y al radicalismo se le está haciendo cada vez más compleja la convivencia. Incluso en la Unicameral, donde están mostrando un discurso similar con respecto a la estructura tributaria, se cruzan reproches. “Hay que ver qué hacen los radicales. El año pasado terminaron votando el presupuesto y convalidándole todo a Llaryora”, dijeron cerca de Juez.
La tensión está en el aire. Se recelan. Se recriminan. Entre los socios predomina la desconfianza.