Sin embargo, el miércoles se conoció un dato que encendió alarmas: la brusca caída de la recaudación que, como fenómeno no debería provocar demasiadas sorpresas, pero sí su envergadura. La recesión está instalada y los niveles de actividad vienen en la pendiente desde hace meses, especialmente por el derrumbe del consumo y la “pausa” en la que entraron otros agentes económicos hasta tanto se disipe en parte el horizonte. Por eso, que la recaudación real, que tiene al IVA como un pilar importante, se mueva hacia abajo no era inesperado. Pero la caída del 16% sí obligó a tomar nota. Pero hay un dato más: las exportaciones del agro empezaron a mostrar una importante reacción después del pésimo 2023 y en esa comparación alcanzan repuntes que superan el 100%. Por eso, los derechos de exportación se convirtieron en un amortiguador y evitaron que la recaudación fuese aún peor. Si en la cuenta de ingresos tributarios se elimina el renglón de las retenciones, el resultado mostraría un desplome de la recaudación del 24%.
¿Por qué esto enciende alarmas? Primero porque muestra la magnitud de la recesión, pero además atenta contra la estrategia central del Gobierno de alcanzar equilibrio en las cuentas fiscales. Si los ingresos tributarios siguen cayendo de ese modo, los ajustes necesarios en los gastos serán aún mayores a los actuales y eso podría agravar el nivel de actividad y de nuevo la recaudación. El Gobierno necesita romper ese círculo de decadencia y encender motores de la economía para revertir la pendiente. Uno central será el campo, que con los resultados de los derechos de exportación ya empezó a mostrar señales de lo que será una reacción importante a partir de este mes y al menos hasta la llegada del invierno. Se espera que en este segundo trimestre el ingreso de dólares se multiplique y eso siempre es una buena noticia para la economía argentina. De todos modos, en el mundo agro hay algunas dudas. Un primer dato resulta inquietante: entre los productores aseguran que el nivel de “embolsado” de granos es muy relevante en el arranque de la cosecha. Eso implica que hay, al menos en un sector importante, una idea de esperar antes de liquidar la cosecha, lo que podría ralentizar la llegada de divisas. En ese sentido, una voz de peso en el mundo exportador, como Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de Industrias Aceiteras de la República Argentina (Ciara) y del Centro de Exportadores de Cereales (CEC), sugirió que el tipo de cambio quedó relegado y que sería bueno unificarlo. En otros términos, el empresario pidió una corrección cambiaria y colocar el oficial al nivel del blue para tener un incentivo más para que los productores decidan desprenderse de su producción. ¿Avanzará el Gobierno con la unificación del tipo de cambio en estos meses aprovechando el fuerte ingreso de divisas? ¿Qué impacto tendrá eso sobre la inflación, ahora que comenzó a ceder por la fuerte recesión? En esa delgada línea, en el quinto piso del Ministerio de Economía intentan tomar decisiones y hacer equilibrio.
Mientras tanto, los datos de la recaudación por ahora alejan ese escenario de cercanía que sugirió Caputo para bajar impuestos. Y en particular, el de bajar derechos de exportación. Si el Gobierno decide recortar esos ingresos ahora podrían multiplicarse los obstáculos. Porque esa es otra opción que hay sobre la mesa: los productores podrían tener mejores ingresos por sus granos bajando retenciones y no modificando el tipo de cambio. También lo sugirió Idígoras. Los dos caminos tienen riesgos, no hacer nada también los tiene.
El plano productivo
Hay un ingrediente más en esto que desde hace algunas semanas comenzó a ocupar la atención: la producción. Cuando todo parecía encaminado a una buena cosecha apareció un cisne negro: la chicharrita. El impacto sobre la producción de maíz, el cereal con mayor volumen en toneladas de la Argentina, aún es difícil de estimar. Pero hay zonas en las que los rindes caerán estrepitosamente y muchos productores ya decidieron cambiar sobre la marcha y picar sus lotes para hacer silo, evaluando que el costo de la cosecha y los gastos de flete y comercialización eran superiores a lo que se podía obtener en ingresos. En el norte de Córdoba hay muchos ejemplos.
Si bien no hay precisión de los cálculos del impacto, la certeza es que en algunas regiones “será importante”. Hasta hace algunas semanas, las estimaciones nacionales de cosecha de maíz se ubicaban en torno a las 57 millones de toneladas. En Córdoba, la Bolsa de Cereales reportó 23 millones para la provincia, pero advirtiendo que “sin contemplar el daño por chicharrita”. Habrá que esperar para saber si cuando terminen de pasar las cosechadoras se logra sostener por encima de los 20 millones de toneladas.
Por último, y pensando en lo que esperan y necesitan el Gobierno y los productores, el ingrediente adicional a tener en cuenta son los precios de los granos y los costos de la producción. Ambos se movieron con un efecto pinza que, desde la siembra hasta aquí, sólo fueron empeorando los resultados. Los granos fueron a la baja y los costos, incluso en dólares, siguieron subiendo en esa tendencia que no logra revertirse y que puso a la Argentina muy cara en comparación con países de la región lo que explicó que en el último fin de semana se volvieran a ver kilómetros de colas de argentinos yendo a Chile en viajes de compras. Las diferencias de precios -en dólares- son sorprendentes.