En medio de la discusión sobre si hay o no restricciones a las exportaciones de carne en la Argentina, un debate que dejó abierto el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Domínguez la semana pasada en su paso por Río Cuarto, cuando negó que exista el cepo, la secretaria de Ganadería de la Provincia, Catalina Boetto, volvió a remarcar la necesidad de eliminar cualquier limitante al comercio exterior. Y aseguró que no alcanza con haber flexibilizado la vaca a China.
“Consideramos que no alcanza. Cualquier restricción a los mercados o cualquier cuotificación administrada siempre es en deterioro de la producción y la actividad. No celebramos como un triunfo la reapartura mínima y discresional a algunos frigoríficos”, explicó la funcionaria cordobesa.
Y agregó: “Para que cualquier actividad económica crezca, exporte y sea fuente de divisas para el país tiene que tener un mercado externo fuerte, además del mercado interno. Ojalá saquen todas las trabas a las exportaciones porque eso impide el crecimiento, no da confianza, no da previsibilidad, siempre teniendo en cuenta que son inversiones a largo plazo. Los procesos biológicos vinculados a la cría, recría y luego terminación al peso que requieren los mercados internacionales implica que el productor tenga paralizado su capital durante mucho tiempo, por eso son actividades que tienen que tener un marco claro hacia dónde tiene que dirigirse y hoy claramente no lo tiene”.
¿Qué provoca la limitación de exportaciones actual?
Eso genera desinversión y no hay mantenimiento de las estructuras. Por eso la ganadería se atrasa cada día más y luego cuesta recuperar esos períodos cuando uno no invierte permanentemente en el campo. Entonces hay efectos inmediatos, pero también residuales. Y ya lo vimos claramente cuando pasó hace unos años. Costó mucho recuperar el terreno perdido. No fue algo instantáneo. Y apareció el fenómeno China como una aspiradora de carne que elevó mucho los números de volúmenes exportados, pero que en realidad fue también por una casualidad de lo que ocurrió con la peste porcina.
¿Sin eso hubiese sido mucho más complicado?
Si no hubiéramos tenido eso el incremento de las exportaciones hubiese sido más lento porque hay que ganarse los mercados, sostenerlos, lograr que el complejo de frigoríficos esté preparado para la exportación. No es fácil entrar y salir de los mercados.
Más allá de esas idas y vueltas, ¿por qué a la Argentina le cuesta tanto perforar el stock de 50 millones de cabezas?
No es positivo pensar en lograr que el stock crezca si no es más productivo, porque desde el punto de vista ambiental es poco sustentable. Lo que tenemos que hacer no es preocuparnos por el stock sino por la productividad del stock. Si hoy se mide la producción de kilos de carne por la cantidad de animales que tenemos estamos entre 57 y 58 kilos, muy lejos de lo que podríamos producir.
¿Por qué pasa eso, dónde estamos fallando?
Por dos razones. Por un lado la eficiencia reproductiva que es baja a nivel nacional, y por otro lado el peso de faena promedio es muy bajo. Esos dos son los componentes que hacen que la productividad del stock sea baja. Por eso tenemos que lograr mayor productividad, y después el stock crece solo. Cuando se gana más, se retienen vientres y se puede crecer. Pero si no hay una política clara que muestre que producir sea mucho más negocio que tener los animales no habrá un aumento en la productividad.
¿Cómo ve el debate de la ganadería y la emisión de gases?
Ese es un gran desafío de la ganadería para demostrar la sustentabilidad ambiental que tiene la actividad. Justamente el IPCVA publicó un informe muy extenso y científico de cuáles son las contribuciones de la ganadería para resolver el problema de las emisiones. Porque la actividad, si se la analiza en varios aspectos, hace un aporte muy importante a través de la captación de carbono en las pasturas, en el suelo. Y en muchos de los aspectos bajo análisis la ganadería sale ganando o con balance positivo. Pero esto necesita de una comunicación seria, pero sabiendo que la ganadería está muy preparada y puede hacer una contribución y lo puede demostrar. Lo que hicimos ahora es comprometernos de todos modos en reducir las emisiones. Lo que falta ahora es el plan del cómo cumplimos.
Acaba de salir finalmente la Ley Ovina del Congreso, ¿qué valoración hace?
Fue algo que no fuimos muy consultados. Lo que hicieron es prorrogarla con una desventaja para las provincias que tienen menos stocks, como Córdoba. Tenemos menos animales que las provincias patagónicas, pero sí tenemos muchísimas más unidades productivas. Hay muchos productores con pocas ovejas. Por eso consideramos que la distribución de fondos de esa ley ovina debía ser diferente, por unidades productivas y no por cantidad de cabezas. Esa pelea no la pudimos ganar porque la ley se prorrogó y el objetivo era que se actualizara el monto a distribuir que estaba totalmente desactualizado fruto del propio proceso inflacionario. Sí en Córdoba, con la aplicación de la ley tuvimos en los últimos años algunas mejoras, tanto en la visibilización del stock como en la formalización. Hicimos un gran esfuerzo para formalizar la comercialización que es un tema clave y concreto de esta actividad.Si la comercialización no es formal, no podrá crecer. Por eso facilitamos el traslado de los animales hasta el frigorífico y luego, los cortes, en camión con frío, al lugar de destino. Eso aumentó mucho la formalidad porque los productores querían acceder a ese esquema. Ahora queremos contagiar a más productores para que tomen ese camino.
¿Hay posibilidad de crecimiento en Córdoba de esa actividad?
Tenemos para crecer porque tenemos ambientes muy favorables para la producción de carne ovina, más que en la Patagonia en donde hay bajas precipitaciones y suelo poco fértil. Por eso allá hay una carga muy baja, mientras nosotros podemos hacer planteos muy intensivos. Y hay un montón de razas nuevas para carne a la vez que tenemos que incentivar el consumo. Es claramente un camino que Córdoba puede recorrer.