Opinión |

Más miradas negativas para compensar el optimismo oficialista

Los efectos de la sequía empiezan a visibilizarse lentamente en los grandes centros urbanos y es motivo de preocupación creciente en distintos ámbitos. Habrá muchos menos dólares por exportaciones, menos actividad y riesgos en las cadenas de pago

El Gobierno se aferra a los indicadores que siguen marcando una evolución positiva, al menos de algunos sectores de la economía.Ayer fue el turno de la industria automotriz que mostró un salto importante con respecto al año pasado, ya que el ritmo de las fábricas es 30% superior; aunque lejos de lo que supo ser una década atrás, cuando se estaba en la carrera de producir un millón de autos al año. Este año, con suerte, se llegará a la mitad de esa cifra, como para poner en contexto el optimismo.

En los últimos días, el propio presidente Alberto Fernández remarcó también las exportaciones récord del sector agroindustrial argentino en 2022. Impulsado por los buenos precios y un volumen que logró sortear con éxito la segunda Niña, la cifra final fue muy positiva. El dato oficial mostró que el año cerró con un total de US$ 88.446 millones y marcó su máximo histórico. A lo que resta sumarle las exportaciones de servicios, por lo que el total exportado superará por primera vez en la historia los US$ 100.000 millones. Allí dentro, los grandes rubros alcanzaron valores récords en las exportaciones: Manufacturas de Origen Agropecuario (US$ 33.119 millones), Productos Primarios (US$ 23.868 millones) y Combustibles y Energía (US$ 8.398 millones). Las Manufacturas de Origen Industrial (US$ 23.061 millones) registraron el valor más alto desde 2013, con exportaciones incrementales respecto a 2021 por US$ 3.148 millones.

Las noticias no son buenas hacia adelante y semana a semana son peores: el clima echó por tierra la posibilidad de lograr una cosecha aceptable.

Durante el año se destacaron las exportaciones del complejo sojero que alcanzó el máximo histórico de US$ 24.174 millones. También registraron valores récords de exportación el trigo, el maíz, la carne deshuesada, refrigerada y congelada, la cebada, el petróleo crudo y el litio, entre otros. Sin embargo esa es una foto en sepia, del pasado y que para colmo distará mucho de lo que habrá en el futuro inmediato.

Las noticias no son buenas hacia adelante y semana a semana son peores. Es que los efectos de la sequía combinados con las olas de altas temperaturas que se sucedieron desde noviembre hasta ahora -pleno marzo- echó por tierra la posibilidad de alcanzar una cosecha de granos más o menos importante. Será una catástrofe productiva con algunos manchones de áreas que lograrán salir apenas airosas. Las pérdidas serán significativas y los temores empiezan a centrarse en las cadenas de pagos del sector.

Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural Argentina, advirtió en los últimos días sobre la gravedad “de la situación que se viene” y aseguró que “la clase política no tiene real dimensión”. Un dato para graficar los dichos de Pino: entre febrero y marzo, la Bolsa de Comercio de Rosario recortó 15 millones de toneladas de granos de las que estimaba como cosecha de las cuales la mitad corresponden a soja y la mitad a maíz. Eso por un lado es una pérdida significativa de dólares que no ingresarán al país, peor por el otro, tendrá un profundo daño en los circuitos comeciales y de actividad económica, especialmente del interior. Las 15 millones de toneladas equivalen a 500 mil viajes menos en camión a lo que hay que sumarle todo lo que rodea un flete. Además, menos servicios en el lote, honorarios profesionales, entre otros. Vale marcar que esos 15 millones fueron el recorte de febrero a marzo y que antes se habían producido otros debido a que el clima castigó a los cultivos a lo largo de todo el ciclo. La Argentina, que llegó a cosechar casi 60 millones de toneladas de soja, este año podría sumar apenas 25 millones. En maíz no será mucho mejor porque se alcanzarían las 35 millones de toneladas, 35% menos que el cálculo inicial.

Con esos números sobre la mesa, Emmanuel Álvarez Agis, el exviceministro de Economía de Axel Kicillof durante el último mandato de Cristina Fernández de Kirchner, lanzó el jueves una frase lapidaria: “Ya tenemos que analizar las perspectivas de 2024, porque teniendo en cuenta la sequía, este 2023 está perdido y me parece que eso va a complicar no sólo al actual gobierno sino también al próximo”, disparó el titular de la consultora PxQ.

La Argentina, que llegó a cosechar casi 60 millones de toneladas de soja, en 2023 podría sumar apenas 25 millones. Algo similar ocurre con el maíz.

La frase intentó ser un llamado de atención para despabilar a quienes aún no advirtieron la tormenta en el horizonte. Pero al mismo tiempo, ubica en un lugar neurálgico al sector agropecuario para la economía nacional. Sin el agro, la viabilidad se reduce al extremo.

En ese punto, el ministro Sergio Massa mencionó el viernes que la minería y los hidrocarburos serán vitales para que Argentina empiece a tener dos ruedas sobre las cuales avanzar y no ya una. Sin embargo, el bache de este año que mencionó Álvarez Agis será imposible de llevar con alguna de esas actividades debido a que, por ejemplo, el gasoducto Néstor Kirchner estará finalizado a comienzos del invierno -según las últimas proyecciones- pero no a plena capacidad.

En dólares, la sequía le podría implicar un recorte de 20 mil millones al país en el marco de un margen de maniobra extremadamente escaso por la situación social, la inflación, el acuerdo con el FMI y el estado de las cuentas públicas. Por eso, 2023 promete aún más desafíos que los últimos años en un marco con un ingrediente clave: las elecciones, que siempre suman incertidumbre a la economía, como ya ocurrió en 2019, en especial luego de las Paso.

GonzaloDal Bianco. Redacción Puntal