Detrás de cierto beneplácito del gobierno de Javier Milei por la inflación de marzo, que terminó en el 11%, hay un mar de datos que deberían despertar al menos signos de interrogación y encender luces de alarma en los principales despachos de la Casa Rosada; hoy, con foco en Medio Oriente.
En la medición puntual del mes pasado hubo un dato que no terminó como esperaba el Gobierno: el rubro Alimentos y Bebidas se mantuvo por encima de los dos dígitos (10,5%), a pesar de la insistencia de voces oficiales de que muchos productos en los supermercados habían desacelerado su aumento e incluso algunos habían iniciado un camino descendente. En la realidad, esto último no se estaría confirmando.
Pero, cuando la mirada se proyecta al último año, se observa que ese rubro, determinante para fijar la línea de pobreza y de indigencia, está bien por encima del promedio de precios de la economía que mide el IPC. En los últimos 12 meses los alimentos y bebidas aumentaron 308,3% y el índice general fue de 287,9%.
Entre los rubros que rompieron ya la inflación interanual del 300% se ubican también Salud (medicamentos y prepagas como una explicación importante), Transporte, Comunicación y Equipamiento y Mantenimiento del Hogar. De allí que el impacto sobre el bolsillo de los sectores medios y medios bajos haya sido fulminante.
En general se mide la pérdida de capacidad de compra de los salarios sobre el IPC, pero esa cuenta es aún peor contra Alimentos y Bebidas o cualquiera de estos rubros que rompieron el 300%. Muchos de los cuales, además, forman cada vez más el destino exclusivo de los ingresos. Las familias perdieron posibilidades de destinar recursos a Recreación y Cultura o Restaurantes y Hoteles, por ejemplo. Por lo cual se concentran cada vez más en los primeros, que son los que más calientes se muestran.
Con el comportamiento de las góndolas, el Indec informó también que la Canasta Básica Alimentaria trepó 308,2% en el último año, que es la referencia para seguir la evolución de pobreza e indigencia. Pero, además, la mala noticia es que, lejos de poder mostrar menores cifras en los próximos meses, resulta casi un hecho que seguirá escalando y eso tiene que ver con una situación objetiva: en el acumulado anual, cada dato mensual que ingresa reemplaza lógicamente al mismo del año pasado. Si ese reemplazo se hace con un número mayor, naturalmente el global aumenta. En abril, mayo y junio de 2023 los porcentajes que hubo fueron de 7,3%, 5,2% y 5,2%. ¿Habrá cifras de aumento menores que esas en la canasta básica en este segundo trimestre? Al menos resulta difícil de imaginar.
Eso implica que posiblemente la situación social, cuando se conozca la foto total del primer semestre del año, sea de extrema gravedad. El dato de pobreza de esta primera mitad del año se conocerá recién a mediados de septiembre.
Pero mientras tanto, con el primer trimestre cerrado, los especialistas advierten por el deterioro ya en marcha. “En el primer trimestre la canasta básica total (línea de pobreza) creció 56%. Son 7,2 puntos porcentuales por sobre la canasta básica alimentaria (línea de indigencia) y 4.2 puntos porcentuales por sobre el IPC”, alerta el economista Leopoldo Tornarolli, experto en pobreza, desigualdad y otros aspectos socioeconómicos.
Para el especialista, el primer trimestre “confirma que el dato de pobreza va a ser muy elevado”.
Para que la ecuación empiece a darse vuelta es imperioso que la inflación sea mucho más baja, para darles la posibilidad a los ingresos de que en algún momento la puedan superar y de esa manera empezar a revertir el cuadro de situación.
Salvo ciertos economistas más afines al Gobierno, muchos no creen que ese cruce de líneas esté cerca. El reconocido economista cordobés Alfredo Blanco dijo en los últimos días que ese escenario no será inminente.
Salvo ciertos economistas más afines al Gobierno, muchos no creen que el escenario de que los ingresos superen a la inflación esté a la vuelta de la esquina.
Concretamente hablando del “rebote de la economía”, otro capítulo de amplio análisis en la agenda periodística, Blanco consideró que no hay elementos sustantivos para considerar que se produzca en el corto plazo. Especialmente porque un motor central que permitiría eso sería el consumo, que por el momento permanece en caída libre. La Came le puso cifras a ese desplome: en diciembre cayó 13,7%, en enero se agudizó y alcanzó un retroceso del 28,5%, en febrero volvió a retroceder otro 25,5% y en marzo, 12,6%. Son cifras que reflejan la profundidad de la recesión. La misma Came alertó sobre la preocupación que genera esa parálisis combinada con una suba de costos para los comercios, especialmente impulsados por las boletas de luz y gas. “Hay incertidumbre sobre cuánto durará la recesión y por eso prevalece la precaución al momento de compra”, explicó la Cámara. Tampoco la Came ve cerca que el rebote en “V” esté a la vista.
Pero en su estudio, que incluye a las principales localidades del país, muestra otro dato central: la venta de alimentos y bebidas cayó más que el promedio general y cerró marzo con un retroceso de 15,5%. Los recortes de las familias rompieron ya la última línea de defensa.