“Quiero demostrar el buen uso de la IA”, afirmó Malamadre al presentar a Ana Bianco, un personaje que ya empezó a participar en eventos y colaboraciones, consolidando su lugar en la escena virtual.
Desde Córdoba, el creador explicó que en un principio intentó replicar su propia figura digitalmente, pero el resultado no lo convenció. Ese ensayo derivó en la construcción de un personaje nuevo: “Cuando descubrí que había herramientas para todo esto, para las cosas audiovisuales, me explotó la cabeza y empecé a probar”, relató en diálogo con el programa Última Pregunta (Radio Continental Córdoba).
De pasatiempo a proyecto narrativo
En sus orígenes, Ana Bianco surgió como un recurso para mostrar habilidades técnicas en diseño y animación. “Creé a Anita con la intención de demostrar mis técnicas o mis habilidades como diseñador audiovisual, como un soporte en un principio”, recordó Malamadre. Con el tiempo, el proyecto se amplió hacia un espacio narrativo propio: “Después me di cuenta que podía empezar a contar historias o hacer cosas un poco más complejas”.
El diseñador vinculó esta evolución con una inquietud personal: durante su juventud quiso estudiar cine y televisión. La inteligencia artificial le abrió la posibilidad de generar contenidos sin depender de grandes recursos: “Me di cuenta de que con inteligencia artificial podía crear mi propio material para poder transmitir mis propias ideas”.
La construcción de la identidad
Uno de los puntos más comentados del personaje es su aspecto físico. Según el creador, no fue una decisión unilateral: “Una amiga que me acompañó mucho al principio se encargó de hacer encuestas para ver qué tipo de figura le gustaba más o menos a las personas en general”.
Malamadre separó el diseño estético de la construcción psicológica del personaje: “Suelo dividir en dos cosas, en la parte física y en la parte mental o psicológica”. Mientras la apariencia se definió a partir de la opinión de terceros, la personalidad se desarrolló de manera más dinámica: “Por un lado yo elegí cosas de su personalidad, sus valores, pero hay otras cosas que a medida que el proyecto fue avanzando, es como si ella misma las hubiera elegido”.
Incluso surgieron rasgos inesperados: “Hay ciertos gustos musicales que yo identifico del personaje que no son los mismos gustos musicales que los míos”, explicó.
Un trabajo artesanal detrás de la pantalla
Malamadre subrayó que el proceso no es automático: “No es que vos hacés taca taca taca y ya está. El 80% del trabajo es artesanal en el cual tenés que estar muy atento en cuidar detalles”. Entre los principales desafíos técnicos señaló la necesidad de “conservar la consistencia física y también psicológica del personaje, que no dé mensajes incoherentes o contradictorios”.
Ese nivel de detalle involucra tanto lo visual como lo narrativo: “Todo lo tengo que pensar, todo lo tengo que planificar. Desde la ropa, los gestos o la vitalidad que pueda llegar a tener el personaje”.
La IA como oportunidad y no como amenaza
El creador también utilizó su experiencia para responder a los temores sobre el reemplazo laboral por parte de la inteligencia artificial. “Cuando aparecieron estas cosas con inteligencia artificial, yo como diseñador gráfico dije: ‘Chau, listo, me voy a quedar sin laburo porque ahora va a venir mi viejo que no tiene ni idea de nada y va a hacer lo mismo que yo’. Y no es así”.
En ese sentido, comparó la situación con otros avances tecnológicos: “Hubo muchos momentos en la historia en que la gente se preocupó por ciertos avances, cuando apareció la propia internet. Mucha gente se asustó, pero en realidad las cosas van mutando, van cambiando y van tomando otras formas”.