Tranquera Abierta | Eduardo Buzzi | Federación Agraria Argentina | Resolución 125

"La política agropecuaria fue una gran contradicción del kirchnerismo", dijo Buzzi

El expresidente de Federación Agraria durante la revuelta del campo habló con Tranquera Abierta sobre aquella disputa con el Gobierno y las secuelas. Dijo que intentó colaborar con Alberto Fernández

Eduardo Buzzi es una de las figuras icónicas de la revuelta del campo iniciada el 11 de marzo de 2008. La historia lo puso en aquel momento como presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), la entidad del campo que nuclea a pequeños y medianos productores, muchos de economías regionales.

Peronista e hincha de Boca, como se define, supo después tener acercamientos con dirigentes peronismo y admite que intentó colaborar con la gestión de Alberto Fernández, pero que esa empresa no prosperó. Asegura que el kirchnerismo esconde una contradicción de base con las políticas agropecuarias: termina siempre “defendiendo a los más grandes”, dijo.

En diálogo con Tranquera Abierta repasa aquellos episodios y llega hasta la actualidad, valorando el difícil momento que atraviesan los productores por el efecto de la sequía “que es la más severa que recuerde”, remarca.

La 125 corrió un velo, expuso al campo y empujó a muchos productores a salir tranquera afuera para defender sus intereses, ¿coincide?

Sí. En ese momento había una cantidad enorme de productores que eran indiferentes a las instituciones; a la Sociedad Rural de Río Cuarto, a la Federación Agraria de Arroyo Cabral, porque no les interesaban. A lo mejor iban a la exposición todos los años, pero no se involucraban gremialmente. Y ahí hubo un salto hacia el involucramiento gremial y también hacia la participación política. Sólo Federación Agraria reactivó a partir de ese momento más de 80 entidades de base que estaban dormidas y se agregaron 7 mil nuevos asociados. Y ahí nacieron los agrodiputados de 2009. También muchos productores decidieron sumarse a estructuras políticas, y muchos lo hicieron en el PRO. El Gobierno, de origen peronista, generaba un rechazo mayor.

Por lo cual el estallido fortaleció a las entidades...

Claro, uno de los subproductos positivos que tuvo la 125 fue el fortalecimiento de las entidades por mayor participación gremial y el salto a la actividad política que es una decisión de dejar de delegar para tomar protagonismo en la política, desde un concejo deliberante a un cargo superior.

¿Cómo recuerda todo aquello?

Personalmente lo recuerdo como uno de los grandes disparates históricos de la democracia argentina. Nunca un gobierno nacional, popular, debió haberse enfrentado con los productores agropecuarios y mucho menos con los pequeños y medianos, con los que veníamos del Grito de Alcorta, los que veníamos sosteniendo la necesidad de apuntalar la agricultura familiar, y que no éramos todos iguales en el campo argentino. Por eso fue un gran disparate, un gran error en el trato y en el vínculo con el sector agropecuario.

¿Por qué cree que ocurrió así?

No supieron diferenciar a los pequeños y medianos de los grandes especuladores de la agricultura. En el fondo, el matrimonio presidencial tenía el concepto de Benetton de la Patagonia; y conocían a Grobocopatel porque en 2006, con Carlos Cheppi en el INTA y mucha influencia en la política agropecuaria kirchnerista, y Javier de Urquiza desde la Secretaría de Agricultura, hicieron un acuerdo con Grobocopatel para que vaya a enseñar a sembrar soja a Venezuela. En el convenio, en el fideicomiso de comercialización entre ambos países, el referente para la siembra de soja era Grobocopatel, fue el referente del kirchnerismo. ¿Cómo no fue un chacarero de Arequito o de Coronel Moldes? Por ende el modelo y la referencia agropecuaria del kirchnerismo era un tipo de los que más soja sembraba en la provincia de Buenos Aires, unas 50 mil hectáreas en esa época. Por eso los pequeños y medianos no les interesaban porque iban detrás del volumen. Después calificaron a la soja con aquella frase de que era un yuyito. Todo eso redondeó una gran contradicción del kirchnerismo, que nos corre por izquierda y a mí me pone como funcional a la derecha agraria, pero en la práctica lo que hizo fue permitirles la acumulación a los grandes actores como Grobocopatel o Benetton en la Patagonia. Podría incluir a Joe Lewis que se quedó con Lago Escondido, porque empujamos mucho para que se apruebe una ley que frene la extranjerización de tierras y el kirchnerismo no la aprobó. Joe Lewis es consecuencia del kirchnerismo, que no se hagan los distraídos.

Ese error unió actores con representaciones bien distintas...

Sí, pero en esto me declaro inocente por la contradicción. Porque en 1975 don Humberto Volando con la Sociedad Rural, con CRA y Coninagro, hicieron un paro nacional de dos semanas de duración. Y si se busca en los archivos, en Oncativo se dio uno de los epicentros de más movilización de tractores. Oncativo, James Craik, tuvieron alta movilización. Fue un antecedente. Después pasaron 30 años para que las entidades que teníamos nuestras diferencias volvamos a unirnos por el espanto, como decía Borges. Y ante aquella confiscación autoritaria, impulsada por el Gobierno presidido por Cristina, pero realizado por el ministro Martín Lousteau que ahora da clases de Economía pero que en aquel momento se mandó la joda de la 125, si volviera a suceder yo volvería hacer todo lo mismo, no me arrepiento. No tengo ningún tipo de arrepentimiento. Incluso hoy sigue siendo una deuda histórica la diferenciación de la agricultura. Nosotros en 2002 impulsamos la Ley de Agricultura Familiar que todavía hoy no está operativa su reparación histórica. Pasaron 21 años de los cuales 17 fueron gobiernos peronistas. Entonces, déjense de joder.

Pero la historia marca que la de Lousteau era la alternativa menos mala ante una opción impulsada por Moreno...

Sí, eso es cierto. Porque la pretensión de Guillermo Moreno hablaba de una retención fija del 65% en soja. De allí que Lousteau y Alberto Fernández como jefe de Gabinete propusieron las retenciones móviles, que contra la otra opción era menor malo. Pero las dos cosas eran aberrantes. Y lo que tampoco hizo Lousteau fue convocarnos para contarnos la verdad; nos enteramos por la conferencia que dio el 11 de marzo a las 18. Lo vimos por televisión. Además de impulsar una aberración tuvo un manejo muy torpe en términos políticos.

¿Valió la pena todo aquello?

Sí, valió la pena por muchas razones. Valió la pena ser protagonistas, que nos respeten, instalar cuestiones en la agenda pública. Pero lamentablemente en la práctica la política agropecuaria no cambió y ese es el problema. Los métodos se miden por los resultados y la política agropecuaria no tiene mecanismos virtuosos que desarrollen al sector y se potencie el interior y la ruralidad. Se mantuvo la misma matriz, cambió el Gobierno, se prometió que bajarían retenciones y nunca se terminó de hacer. Todo permaneció, especialmente los impuestos distorsivos. No hay fondos específicos, no hay suficientes controles en los puertos. Y no hay una política certera para agregarle más valor a todo lo que producimos; seguimos exportando barcos con granos o harina de soja. Es un esquema muy primarizado que agrava la desaparición de pueblos en el interior, que tienen más canchas de bochas que de fútbol; son grandes geriátricos con calles asfaltadas. Mientras en Europa llevan 5 Siglos con el mismo modelo y sostienen a la gente en sus lugares.

Como afín al peronismo, ¿siente decepción porque los sucesivos gobiernos no remediaron esto?

Tengo afinidad política con el peronismo; no la he negado en estos años pero tampoco en el 2008. Yo vengo de familia peronismo e hincha de Boca, pero las cosas que están mal, están mal. Me tocó enfrentar a Cristina y lo volvería a hacer. Traté de ayudar en la intervención de Vicentin para que AFA y ACA manejen el cadáver de esa empresa, pero no se logró. No se avanzó con la agricultura familiar, tampoco con un seguro multirriesgo que hoy sería fundamental, veo que este Gobierno no modificó en nada la política para defender a los pequeños chacareros. Siguen beneficiando a los grandes con el dólar soja mientras los chacareros siguen desapareciendo. No podemos dejar de señalarlo.

¿Cómo ve a la Mesa de Enlace?

La veo bien. Lo felicité a Achetoni por la iniciativa del 28 de febrero. El año pasado tuve muchas discrepancias con la Mesa de Enlace porque los veía muy politizados. Permitir que los autoconvocados hagan lo de San Nicolás, ir y avalar con la presencia y permitir que Patricia Bullrich se suba al caballo, fue politizar la cuestión del campo. Ahora lo vi auténtico porque hay una situación grave y abiertamente gremial. Y no permitieron politizar a los que querían hacerlo. Eso está muy bien.